18 de Julio de 2014
Después de un jueves amable, el Royal Liverpool Golf Club ha abierto las ventanas y dejado entrar el viento para comportarse como un auténtico links. A pesar de que las previsiones suavizaban las condiciones a partir de la tarde, a las 15:00 horas las banderas, los pantalones y los polos, seguían agitándose como si de un día de otoño en la campiña inglesa se tratara.
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• Afortunadamente para Justin Rose, el driver no es el palo que más se usa en Hoylake. Cuando el inglés llegó a Royal Liverpool, se percató de que el TaylorMade SLDR 430 que había en su bolsa, no era el suyo. Su caddie, Mark Fulcher, tenía un par de drivers para entregar a dos amigos suyos y los metió en la bolsa de palos del jefe. Cuando hizo la entrega el pasado miércoles, se confundió y dio el de Rose a uno de ellos. Tras darse cuenta del equívoco cuando observó la varilla, empezó su primera ronda del The Open con 13 palos hasta que su arma le llegó de vuelta en el hoyo 3.
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Rory McIlroy lidera el Open Championship tras una espectacular vuelta inaugural de -6. El norirlandés, apoyado por la gran mayoría del público, se ha mostrado encantado tras su gran actuación.
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Un golpe fortuito, una irregularidad del terreno, una pequeña distracción, jugar en el turno inadecuado… Matices que marcan una vuelta, circunstancias muchas veces ajenas que arruinan una preparación meticulosa, componentes injustos pero aceptados del golf, la especialidad deportiva más difícil del mundo a decir de muchos. Que se lo digan a Ernie Els, fuera de juego al alcanzar a un espectador en la cara con su primer golpe del día en esta edición del Open Championship. O a Bubba Watson, distraído en el hoyo 11 y embarcado en una espiral autodestructiva a partir de ahí. O a todos los jugadores del turno de tarde de la primera jornada en Royal Liverpool, que han visto cómo las condiciones ideales de la mañana desaparecían y el viento empezaba a azotarles en la segunda mitad del recorrido.
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La primera jornada del Open Championship tenía el peligro de un bombón envenenado. Bajo la calma y las condiciones de juego inmemorables se escondía la obligación de mantener un alto ritmo de birdies para engancharse al carro del liderato y no perder comba con muchos de los ilustres golfistas que ocupan la zona alta de la tabla.
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Si el turno de mañana fuera un tango sería “Veinte años no es nada”, aunque en este caso estaríamos hablando de cuatro golpes en vez de dos décadas. En el Open Championship está de sobra demostrado que ni con seis golpes de diferencia puedes relajarte… o si no que se lo pregunten a Adam Scott, que terminó perdiendo esa diferencia en el 2012 ante Ernie Els.
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