12 de Agosto de 2012
• Continúa el tormentoso idilio entre Kiawah Island y la meteorología. Un total de 26 jugadores se verán obligados a concluir su tercera vuelta del PGA Championship el domingo por la mañana. Será una maratoniana jornada de 27 hoyos para algunos jugadores entre los que se encuentran los dos colíderes Vijay Singh y Rory McIlroy. El fiyiano dobla en edad a su máximo rival (49-23) y aunque siempre se ha caracterizado por su buena forma física, a priori esto podría ser una ventaja para el norirlandés.
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En un recorrido en el que nada es lo que parece, cada jornada del PGA Championship está siendo distinta a la anterior. Primero, la calma, condiciones idóneas para alcanzar resultados favorables. Segundo, la violencia, en el que un viento feroz azotaba el Ocean Course de Kiawah Island arrastrando cualquier atisbo de clemencia. Día para los más fuertes, los llamados a resistir. Y tercero, el equilibrio interrumpido, donde la naturaleza y el campo se daban la mano para permitir un día del movimiento según marcan los cánones. Riesgo y recompensa, buenos golpes seguidos de oportunidades de birdie, habilidad premiada con una pausa en una vuelta exigente y, sobre todo, el momento oportuno para distinguir a los que verdaderamente están jugando mejor al golf. Todo ello interrumpido por una tormenta apocalíptica que deja a la PGA sin capacidad de reacción, buscando recursos para terminar el domingo un torneo completamente distinto a cualquier otro, cualquier major. No podía ser unas nubes eléctricas pasajeras, sino la madre de todas las tempestades. Éste es el torneo del caos.
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Álvaro Velasco está jugando a un gran nivel el Norwegian Challenge. A dos tarjetas de 65 golpes (siete bajo par) que entregó durante las dos primera jornadas y que le valían el liderato del torneo, sumó 67 más durante el tercer día de competición, merced a siete birdies y dos bogeys a lo largo de su vuelta. Poco se podrá reprochar el español después de tal exhibición de juego. Sin embargo, a falta de la disputa de la última jornada ha perdido el liderato en favor del sueco Kristoffer Broberg, que ya ganó la pasada semana en Finlandia y que va lanzado hacia su segunda victoria en el Challenge Tour en tan solo tres apariciones esta temporada.
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Es el último major de la temporada en año de Ryder Cup, y algunos de los mejores jugadores del mundo ya han gastado un cartucho muy valioso para entrar en sus respectivos equipos. Otros, sin embargo, podrían dar un salto de gigante en la clasificación. Pasa cada dos años en el PGA Championship y supone un aliciente añadido de motivación, una razón más por la que arañar golpes al campo. Han tenido muchos meses para conseguirlo pero cuando la competencia es tan grande no es difícil quedarse corto.
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Pese a las condiciones cambiantes y a la incertidumbre generada por el viento durante la segunda vuelta del PGA Championship, todos los participantes tenían claro algo: la cuestión no era si Kiawah Island te iba a golpear, sino cuándo, dónde y con qué fuerza. Y a los españoles los golpeó en repetidas ocasiones y con contundencia…
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La obra está completa. Pete Dye no solo había diseñado el Ocean Course de Kiawah Island para engañar a los sentidos, sino para que el viento fuera el elemento final del caos, en el que ni siquiera el control de las distancias fuera una certeza a la que agarrarse. Podíamos ver el jueves cómo en condiciones húmedas y silenciosas su trampa no era efectiva. Más de cuarenta jugadores bajo par en la primera jornada de un major son demasiados para uno de los recorridos más difíciles de Estados Unidos, pero una vez las rachas inconstantes y violentas del océano hicieron acto de presencia la última pincelada de Dye se hacía efectiva, y comenzaba a destruir vueltas. Solo tres jugadores bajaron del par en el turno de mañana.
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