Tras la disputa del Turkish Airlines World Golf Final se ha desnudado una verdad: Turquía cuenta con un gran potencial para convertirse en un destino referencia en el golf durante los próximos años. Los motivos son su buen clima, unos recorridos fantásticos y unos precios muy competitivos, pero por encima de ellos existe una estrategia aún más ambiciosa. Este torneo de exhibición, en el que se repartieron alrededor de unos diez millones de dólares, era solo la punta del iceberg de lo que el país tiene planeado: la celebración del Turkish Open durante un mínimo de tres años (con un montante en premios de siete millones para cada edición), la organización de unos Juegos Olímpicos en el 2020 y la anunciada candidatura para albergar la Ryder Cup 2022. Comparado con todo esto, los diez millones invertidos en un torneo de exhibición parecen calderilla.
Dejando a un lado las enormes cifras, lo que más repercusión ha tenido en todo el mundo ha sido su premeditada estrategia. Turquía no se ha lanzado a organizar toda una serie de campeonatos a lo largo y ancho de su geografía (pese a que también ha acogido a los dos Mundiales amateur este año), sino que ha elegido darse a conocer reuniendo a ocho de los mejores jugadores del mundo en un torneo sin ninguna repercusión, en los que se les pudo ver relajados, jugando en pantalón corto y, cómo no, hablando maravillas del recorrido y el ambiente. Alejado de cualquier otra prueba en el calendario, este torneo daba el primer paso hacia el éxito a través de Tiger Woods y Rory McIlroy.
No hace demasiado, España se encontraba en una situación muy similar. Su buen clima, unido a una gran variedad de campos de golf hicieron que se llegaran a celebrar múltiples pruebas del Circuito Europeo dentro de sus fronteras. Ningún otro país del viejo continente igualaba sus registros. Era 2011 cuando se celebraron el Open de Andalucía, Open de España, Iberdrola Open, Volvo World Match Play Championship, Bankia Madrid Masters, Castelló Masters y Andalucía Masters; hasta siete pruebas distintas de las cincuenta y cuatro totales (incluidos grandes y World Golf Championships) en el calendario del Circuito Europeo. La sexta parte. Días de vino y rosas.
Ahora la situación se ha revertido y el dinero parece fluctuar en otra dirección. Con solo el Open de España confirmado para la próxima temporada, Turquía y otros países al este de Europa parecen acumular todo el potencial de un circuito en una situación, cuanto menos, delicada. De poco importan la tradición, el carisma o los pasados ganadores de una competición cuando no existe dinero para organizarla. España, al igual que Inglaterra, Escocia o Irlanda, pierde protagonismo en el golf europeo a golpe de talonario y descubre las carencias que ha tenido en los últimos años; en parte también desnudadas por el nuevo proyecto turco. El gran número de eventos celebrados durante la última década carecían de unos objetivos comunes y, solo dependiendo de sus respectivos patrocinadores, han ido cayendo uno por uno ante las dificultades económicas, como si de una plaga se tratase. Por no hablar de la excesiva dependencia de los apoyos públicos, los primeros en retirarse en tiempos de crisis…
La fuerza que transmitía España como potencia golfística ha quedado mermada por una dispersión de intereses. Tres torneos en Andalucía, otro en Baleares, Madrid, Comunidad Valenciana… rellenaban huecos en el calendario europeo pero pasaban de largo un objetivo que Turquía ha cumplido con tan solo un campeonato de exhibición. Reunir a los mejores. Porque no lo olvidemos: ¿qué es lo mejor que le puede suceder a un patrocinador de un torneo profesional? Posiblemente que lo gane el número uno del mundo, Tiger Woods o una joven promesa con talento y carisma. La noticia se vende sola y el nombre de la empresa u organización se expande en forma de titulares a través del globo. Su objetivo es venderse a través del golf, no apoyarlo contra viento y marea.
Y no nos engañemos: aunque la situación macroeconómica de Turquía parece más saneada que la española, seguro que tiene problemas más importantes que resolver antes de pararse a promocionar el golf. Y aun así ha elegido una vía concreta, planificada y, por ahora, de éxito para promocionar el turismo en sus fronteras (al igual que España, una de sus principales formas de ingresos). Ahora una persona procedente del Reino Unido que quiera jugar al golf durante sus vacaciones no mirará solo a la península Ibérica, donde los impuestos están lastrando tanto a España como a Portugal, sino que contará con una alternativa poderosa al otro lado del Mediterráneo. ¿Por qué lo sabe? Porque vio a Tiger Woods jugar allí hace unas semanas en un campo impresionante. Turkish Airlines dio los derechos de retransmisión del evento a Sky Sports, mientras que en forma escrita lo hizo The Guardian.
La cuestión que se debe plantear España en este sentido es si seguirá mereciendo la pena acumular torneos a lo largo del año o, en su defecto, apostar con todas sus armas por un gran evento. Parece imposible competir con los montantes en premios que llegan desde el este pero, no tan lejos, en Inglaterra, se celebra cada temporada el BMW PGA Championship en un gran campo de golf (Wentworth), y los mejores europeos acuden puntuales a la cita. Un campeonato con historia, una buena dotación económica y el único que se celebra en este país (quitando el Open Championship, que va rotando) a lo largo de la temporada. Esa debe ser la referencia para España y su gran reto de cara a los próximos años. Un torneo que ganara Severiano, Olazábal u otros grandes jugadores en un recorrido con solera, con el mayor potencial económico posible.
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