Había conseguido la primera victoria de su carrera en el PGA Tour, pero en su celebración Jason Dufner exhibió la misma economía de gestos que le caracteriza. Levantó ligeramente los brazos en gesto de triunfo y no tardó en dirigirse a Ernie Els para darle la mano y recibir su felicitación.
Pero este talante impasible ocultaba una caldera en ebullición, un manojo de nervios que le llevó a pensarse más de lo habitual un putt de poco más de medio metro para hacerse con el título del Zurich Classic.
“Ha habido bastante presión”, declaraba Dufner. “La gente te pregunta por qué no ganas, por qué no eres capaz de rematar… Amigos, familiares, prensa e incluso gente de mi círculo de confianza. Y no pretenden ser negativos, pero cuando lideras torneos de cara al fin de semana y acabas el vigésimo cuarto, surgen las preguntas”.
Ayer, Dufner afrontó sus temores y fue capaz de dar la réplica en varias situaciones límite. Para empezar, la carga del sudafricano Ernie Els, que lo alcanzaba en apenas nueve hoyos. Posteriormente, las complicaciones del tramo final, con dos pares salvados de manera milagrosa en los hoyos 16 (encontró el agua desde el tee) y 17. Y por último, la resolución del torneo en el segundo hoyo del desempate, con dos magníficos putts desde larga distancia para asegurarse el bogey.
Y, curiosamente, lo primero que hizo Jason Dufner en la entrevista posterior a la victoria fue referirse al “mono que se había quitado de encima”, expresión inglesa a la que hacíamos referencia en la crónica de ayer y que tiene connotaciones similares al peso del que nos libramos los hispanohablantes al resolver un problema o eliminar una preocupación.
La victoria de Dufner (inmejorable regalo de boda, ya que se casa la semana que viene) dejó en segundo plano la tercera plaza de Luke Donald, que le hace recuperar la primera posición en el ranking mundial a costa del norirlandés Rory McIlroy.
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