Zona Pro
Duelo bajo el sol en Beijing
Enrique Soto | 06 de octubre de 2013
Era un duelo sin fisuras. Shanshan Feng y Stacy Lewis ocupaban las dos primeras posiciones del Reignwood LPGA Classic, en lo que más que un prueba regular del circuito americano parecía haberse convertido en aquel duelo bajo el sol entre Watson y Nicklaus. Era 1977 y el tercer clasificado, Hurbert Green, declaró: “Oye, yo gané mi torneo. No sé qué otros dos jugadores estaban compitiendo”. Inbee Park, la número uno del mundo, debió de pensar lo mismo, al ver cómo cinco golpes le separaban de la segunda posición al finalizar la tercera jornada. Karrie Webb, cuarta, estaba a ocho del liderato.
No había fisuras porque Feng, embajadora por excelencia del golf en China, solo había cometido dos errores en 54 hoyos, sumando birdies como quien camina tranquilamente hacia la victoria. Lewis, aún más contundente, llevaba una semana perfecta: cero bogeys y veinte birdies. Cuando dos jugadoras se distancias tan claramente del resto de participantes los torneos se convierten en un duelo a match play, en el que ya no se mira la clasificación, sino a la rival. Se la vigila sabiendo que puede dar un zarpazo en cualquier momento, pero que también es vulnerable y que los aciertos cuentan con un doble efecto: un paso más hacia el trofeo y una bomba en la moral de la oponente.
Así que la número tres del mundo salió dispuesta a imponer sus galones y ver si Feng, ante su público, sería capaz de servirse de su apoyo o terminaría presionada ante sus expectativas. Cuatro birdies en seis hoyos le sirvieron para compensar ese impacto de desventaja al inicio de su última vuelta; menos cuatro en nueve hoyos. Shanshan marchaba con menos dos, a uno de la nueva líder. Las vueltas, sin embargo, son más largas de lo que parecen, sobre todo si la victoria se mueve en márgenes tan estrechos. Basta con un impacto descentrado para que las posibilidades vuelvan a abrirse, que dé comienzo un nuevo torneo dentro del que ya se jugaba antes. En este sentido, un enfrentamiento tan directo como el duelo bajo el sol de Watson y Nicklaus o el de Feng y Lewis encierra muchos campeonatos en uno solo. Cada golpe es un mundo.
La china lo sabía y aminoró el paso, paciente y serena, a pesar de los gritos de sus compatriotas, una nación ávida de un deporte en crecimiento. Cometió un bogey al 14, al igual que la estadounidense, y la diferencia seguía moviéndose en un solo golpe; un error y zas, el torneo cambiaba de manos. Compenetradas en los últimos hoyos, fueron devolviéndose un acierto tras otro, un bogey de la mano del de la rival. Ambas firmaron un birdie en el 16 y llegaron al 18, par 5, empatadas, por lo que los papeles quedaron muy claros: Lewis jugaría en tres impactos, Feng tendría que arriesgar.
La ganadora del Women’s British Open hizo lo que se esperaba de los dos grandes que carga a las espaldas: administró su ventaja, evitó los riesgos y se produjo una oportunidad de birdie de seis metros. El único problema con el que contó es que su rival, ganadora también de una gran cita, no se aminoró, sino que se alimentó de su gente y de sus gritos de ánimo. Con la madera 3 en las manos, envió un misil hacia el green del 18 que botó en el rough, bola loca, y rodó contundente hasta tocar el mástil de la bandera, quedando a solo un metro del agujero. Feng, ante la presión que surge en los últimos momentos de vida de una competición, cambió el transcurso de la lógica y derruyó las estrategias conservadoras. Eagle para ella, par para su rival y todo un país vibrante ante las posibilidades que ofrece este deporte que nació en una pequeña nación de occidente.
Beatriz Recari respondió a la llamada de otro top 10 firmando 68 golpes (menos cinco), que le permitieron terminar séptima. Carlota Ciganda fue decimonovena (69) y Azahara Muñoz vigésimo novena (72).
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