Tiger pegó el golpe a green en el 18 de Bay Hill y sonrió por primera vez en el día. Cinco minutos después, al dejar su bola dada con su primer putt, lo volvió a hacer. Tiger sonriendo vestido de rojo en domingo. Sólo podía significar una cosa… Ha ganado. Ha vuelto. Deja atrás casi dos años y medio sin victorias en el PGA Tour y, al hacerlo dos semanas antes del Masters de Augusta, crea un precioso escenario previo de cara al primer major del año. Por desgracia, el anfitrión Arnold Palmer no pudo felicitarle en el green del 18, ya que sufrió una subida de tensión y tuvieron que hospitalizarlo.
Sus 72 victorias en el circuito americano le colocan a tan solo una del registro de Jack Nicklaus y le permiten avazar hacia las 83 de Sam Snead. Amplía así su particular idilio con el Arnold Palmer Invitational y Bay Hill, donde ya ha ganado en siete ocasiones. Esta última no se puede decir que fuera cómoda, pese a que la clasificación refleja una ventaja de cinco golpes con respecto a Graeme McDowell.
No debe de ser fácil salir con Tiger en el partido estelar del domingo. Tal vez fuera la presión, pero el tiro a green del norirlandés en el primer hoyo acababa clavado en el bunker y le abocaba a un doble bogey que llevaba a tres golpes su déficit particular. Mientras esto ocurría, Tiger miraba por el retrovisor a sus demás rivales y ni Ernie Els ni Ian Poulter iban camino de amargarle su regreso al círculo de ganadores.
McDowell no tuvo su mejor día en los greenes, pero no dejo de intentar cazar a quien fue su víctima en el Chevron World Challenge de 2010. Con un sublime birdie en el 3 y un eagle en el 6, 25 metros si sumamos la longitud de ambos putts, prometía pelea pero no salían las cuentas. En el primer tercio de la jornada marchaba -1 y Tiger -2, situación que dejaba una renta de tres golpes a favor del exnúmero 1 del mundo.
En el 13 tuvo McDowell, quizás, su última oportunidad con un golpazo a la díficil bandera del par 4. Después de que Tiger firmara el par, su putt para birdie de dos metros se escapaba. En el hoyo siguiente, par 3 que se cobró más de una víctima, Tiger fallaba green quedándose muy corto y McDowell pudo meter presión poniendo su bola el green, pero lejos de ello se fue a búnker. Con el bogey del norirlandés parecía que Tiger se metía medio torneo en el bolsillo al tener un putt de par muy asequible… pero falló. Todavía había partido.
Hoyo 15. Tiger deja las cosas claras salvando un putt para par de cinco metros. Para muchos, ahí acaba el torneo. Desde ese momento, su rival no le mete miedo en ningún momento. Fue salvando pares hasta que llegó al hoyo 18. Su buen amigo… el hoyo 18 de Bay Hill. El mismo que le ha visto embocar putts de 8 metros para ganar el torneo y el que le ha visto volver al top ten mundial con la victoria de ayer. Sube Tiger al sexto puesto del ranking y centra así todas las miradas en él de cara al Masters de Augusta.
«No es como ganar un major o similar pero realmente sienta bien», comentaba el orgulloso ganador. Y tanto que sienta bien. Inmenso es el peso de encima que se ha quitado Tiger con esta victoria. Es una victoria importante porque es la primera en el PGA Tour después del escándalo sexual. La primera que consigue con Joe LaCava como caddie y Sean Foley como entrenador. Y además llega dos semanas después de que saltaran las alarmas con su tendón de aquiles izquierdo en el Cadillac Championship. Los fantasmas quedan atrás y ahora toca seguir mirando al frente.
Ahora comienzan los debates y las diferentes opiniones sobre hasta dónde puede llegar Tiger con esta victoria como punto de partida. Y solo él tiene las respuestas.
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