Este sitio emplea cookies de Google para analizar el tráfico. Google recibe información sobre tu uso de este sitio web. Si utilizas este sitio web, se sobreentiende que aceptas el uso de cookies.

Blog

Una pregunta necesaria

Juan José Nieto | 26 de febrero de 2015

Once años. ¿De verdad ha pasado tanto tiempo? Once años son todo un mundo si pensamos, por ejemplo, en un recién nacido que apenas sí puede respirar por sí mismo. Tras esos once años ese ser dependiente no solo caminará por sus propios medios, sino que, probablemente, ya estará capacitado para decidir por dónde quiere hacerlo, aunque se equivoque. Y no solo hablará, sino que lo hará con precisión sintáctica, pese a que su vocabulario sea escaso. En fin, once años han pasado desde que quien les escribe pisara por primera vez un campo de golf apoyado sobre uno de esos palos que aún conservo, nervioso como seguramente lo estuviera, también, aunque no fuera consciente de ello, en mi bautismo o en cualquier otro rito iniciático de los que acompañan la biografía de cualquier mortal.

Pero no se trata de dar un repaso a todos los rabazos y saltos de rana que salpican mi expediente golfístico, sino de lanzar, a propósito de esta “efeméride”, una pregunta al aire para que ustedes la recojan si así lo estiman conveniente. Es esta una invitación a retornar por un tiempo prudencial al pasado para cuestionarse, por si entonces no lo hicieron, los porqués de una decisión que, me atrevo a decir, nos cambió la vida: jugar al golf.

Y es que hay deportes que acompañan y aderezan la rutina convirtiéndose en complementos saludables de la existencia, pero hay otros, en cambio, y el golf es uno de ellos, que se integran en la savia misma que alimenta la vida y la dota de sentido. Jugar al golf no es como ir al gimnasio, quedar para jugar una pachanga con los amigos o salir a correr. Jugar al golf es situarse ante el espejo, mirarse y, con independencia de lo que ocurra en ese instante tan íntimo, continuar adelante.

Por ello, por afectar al núcleo de nuestro presente y por mediatizar de manera trascendental nuestras agendas personales, conviene repasar de vez en cuando los motivos que nos empujan cada día hacia el campo de golf, a jugar unos hoyos o tirar, simplemente, unas bolas, aun sabiendo que muy pocas dibujarán la trayectoria ideal, la que nuestro ego nos dice que debiéramos poder conseguir. ¿Qué nos aporta, entonces, el golf en sí mismo como deporte, sin detenernos ahora en todos los beneficios que devenga en términos sociales o biológicos? ¿Cuál es el acicate que nos alienta a continuar tras una jornada nefasta o cuál el motor que nos incita a salir al campo en medio de la lluvia?

Les contaré el mío: el afán de superación. La pelea cuerpo a cuerpo, mente a mente, contra uno mismo en un contexto tan especial para el ser humano como es la naturaleza, ese cuenco tantas veces ignorado en el que sigue encontrando su último y definitivo refugio. La pelea, también, contra una bola detenida, inerte, que pesa poco y mucho al mismo tiempo pues no deja de ser la depositaria de nuestros densos, y no siempre bien ordenados, pensamientos. Por no hablar de los continuos baños de humildad a que nos exponemos cuando, decididos a jugar una ronda perfecta, pinchamos el tee en el hoyo uno del recorrido. No acepta jugar al golf el que no sabe perder. No acepta perder, sin más, quien se dice jugador de golf. Y no, no es una contradicción. Es la definición de lucha que el golf nos ayuda a memorizar cada mañana o cada tarde. También cada noche, cuando en sueños repasamos la vuelta.

Esta es solo es mi respuesta para la gran pregunta, pero estoy seguro de que hay muchas más. Quizá tantas como golfistas, y somos muchos. Algunas más románticas, como la mía, y otras más pragmáticas o realistas. Conviene en cualquier caso recordarlas, aunque sea de vez en cuando, aunque solo sea para evitar que surjan las dudas y, en un momento de debilidad, puedan ganarnos la partida con un birdie.

Deja un comentario

Si estás registrado, la publicación de tus comentarios será instantánea. Asegúrate de escribir correctamente tanto tu nombre de usuario como la dirección de correo electrónico que incluiste durante el registro.
Si no estás registrado, tus comentarios quedarán pendientes de moderación. Regístrate aquí.

Comentario: