A comienzos de este año, Steve Stricker nos sorprendía con una noticia: jugaría menos torneos que en anteriores temporadas. En muchos aspectos, se trataba de una evolución natural. El estadounidense sumaba ya cuarenta y seis años, de los cuales, dieciocho los había dedicado al PGA Tour. Quería estar más tiempo con su familia y sabía que, probablemente, su mejor época para triunfar en la élite había pasado ya. Eran un total de doce victorias (ocho desde 2009) y diez top 10 en los grandes.
Lo que nadie esperaba era esto. Stricker, en doce torneos a lo largo de 2013, acumuló cuatro segundos puestos, ocho top 10, no falló un solo corte y finalizó vigésimo en la FedEx Cup. Eso, para cualquier otro jugador, sería una temporada de ensueño. Pero en su caso tenía una dificultad añadida, ya que no es nada fácil rendir a un gran nivel cuando el ritmo competitivo decrece. El caso más representativo en el pasado más reciente lo podemos encontrar en Tiger Woods, que en el año 2008 jugó solo seis torneos debido a su lesión en la rodilla. Estos fueron sus resultados:
Buick Invitational: primero.
Accenture Match Play Championship: primero.
Arnold Palmer Invitational: primero.
CA Championship: quinto.
Masters: segundo.
US Open: primero.
Es una tarea al alcance de muy pocos y, probablemente, el caso de Tiger sea único en las décadas venideras. Los requisitos para conseguirlo son, en primer lugar, una enorme experiencia que permita estar preparado para volver a la competición, cuando sea; pero el segundo lo recordó hace bien poco Steve en su cuenta de Twitter. Afincado en Wisconsin, esto es lo que hizo el pasado 25 de noviembre.
Golfing in November in Wisconsin! #backtowork pic.twitter.com/9E8ZUGq2fL
— Steve Stricker (@stevestricker) noviembre 25, 2013
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