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Zona Pro

Un Kuchar de vértigo

Enrique Soto | 21 de abril de 2014

En tan solo dos hoyos se pudo ver todo lo bueno y lo malo de Matt Kuchar, un jugador de treinta y cinco años que parece llevar toda una vida en la élite. Dos hoyos. Era la última jornada del RBC Heritage y había partido a cuatro impactos del liderato ocupado por Luke Donald; en sus últimos cinco torneos había finalizado siempre entre los cinco primeros, incluido el Masters; estaba desarrollando el golf que le ha permitido acceder a la Ryder Cup en varias ocasiones y ser considerado uno de los favoritos a ganar su primer major cada temporada… Fue en el 17 y en el 18. Estaba jugando muy bien y tenía un putt de birdie de apenas dos metros. Todo estaba a su favor.

Parece que llevamos viéndole en esa posición desde que entrara al circuito pero no hace demasiado tiempo desde consiguiera transformar las victorias en un hábito. Su buena racha comenzó en 2009, con un swing atípico y con el tipo de juego que estamos acostumbrados a verle: calle, green. Antes, Kuchar tuvo muchos problemas para encontrar la fórmula, pero a partir de ese triunfo ha sido el paradigma del jugador regular. Ha conseguido seis top 10 en los majors desde el 2010, ganado un The Players y un World Golf Championship. Estaba preparado para dar el salto, a pesar de florecer tarde. En sus últimas pruebas, sin embargo, hemos visto uno de los problemas que ha arrastrado a lo largo de su carrera y que todavía tendrá que mejorar en el futuro más cercano. A Matt, todavía, le cuesta cerrar los torneos.

Aquel putt en el 17, una clara oportunidad de birdie para colocarse con menos siete en el día, se pasó metro y medio del hoyo. Lo habíamos visto antes. En el Shell Houston Open se dejó remontar en el último de los hoyos tirando su bola al agua; en el Augusta National, con opciones el domingo, firmó un doble bogey que le alejó del imperturbable Watson. Estaba llevando a cabo la primera parte, la de dejarse una oportunidad, pero por una cosa u otra siempre la terminaba desperdiciando. A veces era el juego largo o, como ayer, fue el putt. El de ayer, para par, esquivó el hoyo y Matt firmó su primer bogey de la jornada, cayendo hasta el menos diez general. Luke Donald respiraba, todavía le tenía muy cerca. Kuchar debió maldecir por dentro a todos sus demonios y a la presión a la que no termina de acostumbrarse.

Así llegó al bunker del 18, como al terminar en Houston o al descomponerse en Augusta. Era una sacada franca y le dijo a su caddie: “Ya me toca embocar una de estas”. De algún modo, el jugador nervioso de los últimos días se quitó de la espalda todos sus fantasmas y se centró únicamente en lo que tenía delante, ese golpe que caería de izquierda a derecha en el green. Y Matt, a pesar de todo lo conseguido, de parecer estando tirar otro torneo por la borda, embocó. “Ví como rodaba”, declaró, “escuché como el público se volvía loco cuando desapareció. Yo me volví loco. Fue una sensación increíble”.

Fue todo en un espacio de dos hoyos. Vimos al Kuchar nervioso ante un nuevo reto tan cercano y al que deberíamos ver cuando esté listo para ganar su primer major. Lo tiene todo: es regular, no va precisamente corto y ha conseguido que su putt, antaño un problema, se convierta en un arma de consistencia. Esos momentos, como el del 17, todavía le maltratan una carrera que debería ser por ahora aún más impresionante. Era su séptima victoria en el PGA Tour, ya que Luke Donald solo pudo entregar un 70. “Es algo decepcionante no haber ganado”, dijo el inglés. “Normalmente, un 69 sólido en un día con viento y dos golpes de ventaja es suficiente para rematar el domingo”.

Era algo que Matt se debía a sí mismo y que deberá tener presente en el futuro. En ocasiones, y como apuntó Luke, basta con seguir a velocidad de crucero en las últimas pruebas para cerrar los torneos. Él, ayer, estuvo excelso durante 16 y dejó que su golf sintiera el vértigo en las dos últimas pruebas. Casi le cuesta otro triunfo. Gonzalo Fernández-Castaño fue quincuagésimo tercero con más tres.

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