El intercambio de declaraciones entre Sergio García y Tiger Woods parece llegar a su fin. Después de que el español se disculpara reiteradamente sobre su comentario sobre el “pollo frito”, ambos se dieron la mano en Merion el martes, en la cancha de prácticas. El asunto parecía zanjado y ambos comparecieron en rueda de prensa, exponiéndose a las inevitables preguntas sobre el tema. La sorpresa, sin embargo, llegó cuando el número uno respondió a una de ellas con un simple y tajante: “No, todavía no se ha disculpado en persona”.
El propio Woods quiso dar carpetazo al asunto y centrarse en el U.S. Open, pero en cierto modo pasó el peso de la situación a García, que no tardó mucho en aclarar el tema, antes incluso de responder cualquier otra cuestión. “Me disculpé por lo que dije hace un par de semanas”, declaró. “Tiger ha dado el tema por concluido y espero empezar a competir respetuosamente y que todos tengamos un buen torneo”. Sin embargo, también dejó claro que todavía no lo ha podido hacer en persona. “Desafortunadamente, no”, dijo. “Nos vimos ayer en la cancha de prácticas y esperaba verle después de su vuelta pero ya se había ido. El tiempo tampoco ayudó. Esta mañana vine temprano y todavía no he podido verle. Lo que sí hice fue dejarle una nota en el vestuario y espero que pueda leerla. Es una semana importante y entiendo que es difícil encontrarse, pero espero que podamos hacerlo en algún momento. Espero también que lea nota y acepte las disculpas”.
Sergio no aclaró el contenido de esa nota y dijo que era responsabilidad de Tiger el desvelar o no qué le había escrito. Puede ser el último capítulo de esta historia, que comenzó en The Players y se ha alargado más de lo que nadie podría haber previsto. El mayor perjudicado por sus consecuencias, sin embargo, ha sido el español, a pesar de que a priori fue él quien se molestó por la actitud de Woods en el campo. Su salida de tono en Wentworth ha traspasado el Atlántico y puede recoger sus frutos esta semana en Filadelfia, con un público que no se caracteriza precisamente por ser silencioso.
Es quizá el mayor hándicap con el que cuenta el de Borriol en este U.S. Open. Otros temas parecen más importantes que adaptarse a las húmedas calles de Merion o el espeso rough, que a buen seguro hincha la tarjeta de alguno de los contendientes esta semana. Olazábal lo vio así: “Le vi en Wentworth al día siguiente y estaba realmente mal. Todavía lo está algo hoy. Obviamente, todavía lo está superando”.
Puede que todos estas fantasmas que pasan por la cabeza de Sergio se diluyan en cuanto termine su primera vuelta en el segundo grande del año. “Creo que el público fue incluso bueno con él”, comentó José María tras compartir una vuelta de prácticas. “Es una buena señal. Espero que sea así durante el resto de la semana. Está muy arrepentido por lo que ha pasado. No se refería al tema con mala idea. Es una de esas cosas… cometes errores. Su disculpa fue sincera y eso es lo más importante. Va a tener que superarlo”.
Algo incluso más importante que toda esta situación con Woods, es el momento de juego en el que Sergio llega al U.S. Open. Es segundo en los greenes en el PGA Tour esta temporada y también ocupa esta posición en media de golpes; incluso se ha alzado como el mejor en una estadística que a menudo se le ha resistido: la capacidad de responder a un bogey con un birdie. Hacía muchos años que no llegaba en tan buen momento a un grande y el campo, a diferencia de Augusta, sí parece gustarle. Tiger se ha concentrado ganar y Sergio, por su bien, debería estar preparado para plantarle cara. Eso sí, en el campo.
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