No resulta fácil contar, dejando las emociones a un lado, la historia de un pequeño de seis años que, movido por el más puro de los sentimientos, realiza un esfuerzo maratoniano para honrar la vida de su amigo, su colega, fallecido a causa del odioso cáncer. No resulta fácil, y no voy a intentarlo.
Ryan McGuire, perdió a su amigo y compañero del cole Danny Nickerson el pasado mes de abril. Un tumor cerebral se encargó de separar a dos críos que se sentaban uno junto al otro en la escuela y que se hicieron rápidamente amigos. El 24 de abril, Danny descansó al final de una dura batalla y al día siguiente Ryan conocía la noticia.
Ryan tomó conciencia rápidamente de lo primero que hay que aprender en la vida, que somos mortales, y su reacción fue inmediata. No podía cruzarse de brazos ante las adversidades, había que participar en las soluciones y debía hacer algo para mantener vivo el recuerdo de un pequeño luchador.
Con esas premisas, y con la autorización de su madre, Ryan se apuntó a una maratón anual de golf que organiza Golf Fights Cancer para recaudar fondos que ayuden a luchar contra la enfermedad. El desafío consistía en hacer 100 hoyos o más en un solo día recaudando dinero putt a putt. Una prueba agotadora para los adultos y más aún para un niño de 6 años que practica el golf desde que tenía 2, pero no había llegado a jugar 18 hoyos completos nunca.
La semana pasada Ryan estaba preparado para su primer golpe en el MGA Links en Norton, un campo de pares 3 diseñado para iniciar a los pequeños en este deporte. Su misión sería repetir los mismos tres hoyos hasta llegar a cien. Sus compañeros de clase habían prometido acabar el desafío de Ryan si él no llegaba hasta el final. El abuelo del pequeño, que ganó la batalla a un cáncer de próstata, estaba a su lado haciendo de caddie para él.
Lo que empezó como un modesto objetivo de recaudar 2.500 $ ha crecido hasta los 25.000 $ y sigue aumentando.
Ryan no parece inmutarse por el impacto de su gesto ni por toda la atención que ha generado a su alrededor. Jugar horas y horas bajo el sol de junio cuando se tiene una razón como la suya no tiene nada de excepcional. “Mi amigo Danny murió. Y era muy buen amigo mío”
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