Mientras que Tiger Woods ha declarado que algunas zonas del rough del Royal Lytham son “injugables” y Darren Clarke, campeón defensor, ofrecía una visión similar, Ian Poulter aseguraba que había visto cómo era regado el lunes por la mañana. Es el tema que más se ha repetido a lo largo de la semana, hasta el punto de que Peter Dawson, director ejecutivo de la Royal & Ancient, ha tenido que salir al paso para defender la preparación de un recorrido que promete no tener piedad con aquellos jugadores que no cojan calles.
Un firme “no” fue la respuesta a si las condiciones podían llegar a ser injustas. “El rough está alto pero el campo es razonablemente ancho, y muchos jugadores parecen contentos con ello. Por lo menos con los que yo he hablado”, declaró Dawson. “Es natural. No vamos a empezar a reducir el rough en recorridos adyacentes al mar. Crece durante el mes previo al torneo. Algunos años tenemos un verano seco y el rough está duro y otros, en condiciones más húmedas y calurosas, se vuelve duro y pesado. No vamos a cortar más que el primer y segundo corte de rough”.
Será una de las claves para llevarse la victoria esta semana en el Open Championship: jugar desde la hierba segada al ras. La precisión no será un punto a favor para hacer resultados bajos, sino que será un requisito imprescindible contando con otra característica natural en Royal Lytham: un total de 205 bunkers. Algunos de ellos no dejan de ser obstáculos pero otros, sin embargo, equivalen a enviar la bola al agua o fuera de límites. Con toda esta clase de peligros en mente, es difícil imaginar un ganador pegando golpes desde cualquier parte del campo pero la historia nos dice que Severiano Ballesteros consiguió en este escenario la jarra de clarete en dos ocasiones, y el español no era precisamente el paradigma de la precisión desde el tee.
Es el margen de error que ofrece el tercer major del año. Siempre es conveniente utilizar las calles para llegar a green pero los últimos metros siguen siendo los verdaderamente definitivos. A diferencia de lo que se critica en la preparación de las sedes del U.S. Open, el Abierto Británico siempre deja lugar a la improvisación. Desde la habilidad de dibujar golpes, pasando por ser creativo alrededor de green o meter putts monstruosos, el campo se erige como una prueba definitiva de golf. Ninguna faceta del juego debe flaquear para salir airoso de esta prueba.
Tiger Woods rememora viejos tiempos estos días. Aquí debutó en el Open en 1996. “Aquella semana fue la que me empujó a pasarme a profesional y no volver a la universidad como tenía pensado. Vi que podía competir al máximo nivel contra los mejores del mundo y en un campo muy exigente”, declaró el californiano. El jugador con más victorias esta temporada copará muchas de las miradas en este torneo y, a diferencia de otras ediciones, llega con varios aspectos de su juego en un gran estado. El Woods de este año coge más calles que nunca y su trabajo con Sean Foley parece estar dando sus frutos. “Está empezando a asentarse todo el entrenamiento. Intento ser cada día un poco mejor”, declaró al respecto. Con las dos primeras jornadas del pasado U.S. Open en mente, es difícil no contar con Tiger para la tarde del domingo.
Pero si hay un jugador cercano al paradigma de la solidez, ése es Lee Westwood. La barrera que le ha apartado de ganar un major no parece estar tanto relacionada con su capacidad para desplegar un gran golf sino con la de rematar el trabajo bien hecho. “Estoy muy relajado, tranquilo. No me voy a poner presión extra para nada”, declaró el inglés. Con las dudas puestas en su juego corto, Westwood se mostró bastante rotundo: “Creo que mi golf se adapta a muchos lugares. Eso es por lo que he competido en la mayoría de majors recientemente. No creo que puedas llegar al número uno sin un buen juego corto”.
Rory McIlroy, por su parte, llega después de mostrarse bastante irregular en lo que llevamos de año. El jugador capaz de arrasar en cualquier campeonato pasaba a fallar el corte varias semanas consecutivas y dejaba atisbos de dudas sobre la planificación que está llevando a cabo esta temporada. Rory sigue buscando el equilibrio, compaginando su vida y su carrera a costa de cometer errores. Hace unos meses, en su mejor momento de juego, decidió descansar y admitió que no había sido lo más apropiado de cara a la disputa del U.S. Open. Pero si algo sabemos del joven norirlandés es que aprende muy rápido, concretamente el tiempo que pasa desde el primer al segundo grande del año. Esta semana habrá que observarle de cerca porque los retos que se marca Rory no suelen estar muy lejos de cumplirse uno detrás de otro.
Y luego está el número uno, que al igual que Westwood no cuenta con un major en sus vitrinas. Luke Donald no suele sorprender con sus declaraciones porque su mentalidad a la hora de competir es la misma que cuando debutó como profesional. No ha sido ni su pegada ni su capacidad para crear golpes la que más ha ayudado al inglés a alcanzar su estatus actual, sino su capacidad de seguir sumando torneo a torneo. Luke siempre se muestra relajado antes de la competición, sin importar los récords que se puedan romper, las listas de ganancias en juego o si se trata de un major o un torneo del Circuito Europeo. Ahora mismo, Donald es mejor jugador de lo que nunca ha sido. A partir del jueves tendrá que demostrar que también es mejor que el resto.
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