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Rogelio Echeverría, in memoriam

Joaquín Andueza | 10 de agosto de 2014

Chusa (madre de Carlota Ciganda), Rogelio y Carlota en Las Colinas, Texas, a finales de abril (foto del Twitter de Carlota Ciganda)

A mi mujer le gustan más las fotos que a mí, así que cuando me pidió ayer el teléfono para hacernos alguna en el green del hoyo 16 de Quinta do Vale, frente a Ayamonte y justo al otro lado del Guadiana, se lo dejé sin protestar.

Pero su cara cambió de repente. Había leído la peor noticia posible. “Esta tarde ha fallecido Rogelio”, decía el mensaje enviado por el presidente de Ulzama, mi amigo Manolo Urra. Y sus ojos y los míos se llenaron de lágrimas allí, frente al río. No era del todo inesperado, pero se nos hacía increíble que finalmente hubiera sucedido.

Rogelio llegó a Ulzama en 1964 y el club le contrató poco después. Se casó con una ulzamarra, tuvo seis hijos navarros y se integró como una más en la vida de todos nosotros. Antes, en su Lasarte natal, había compartido calle, portal e incluso piso con otra familia del golf nacional: los Arruti. De aquel descansillo de escalera ha surgido gran parte de la historia de nuestro deporte en el norte de España. O quizá algo más que “gran parte”.

Como profesor de Ulzama dio clases a todos los socios fundadores y a los que posteriormente nos hemos ido incorporando al golf. Fue el profesor de aquella primera generación de la que sobresalió la figura de Julián García-Mayoral y lo fue también de las siguientes, dado que Jesusmari Legarrea y José Antonio Sagardoy, entre otros, pasaron por sus manos. Pero fue un tiempo después cuando consiguió sus mayores éxitos. Primero Ana Larrañeta y posteriormente María Hernández y, sobre todo, Carlota Ciganda fueron y todavía son sus alumnas más aventajadas. Hoy, todas ellas le lloran. Hoy todo el golf navarro le llora amargamente.

Exigente como pocos con sus alumnos, amante de golpear la bola con fuerza y, por encima de cualquier otra característica, poseedor de uno de los mejores y más fascinantes approach que se hayan podido ver. Era un hombre que se enfadaba si sus alumnos no practicaban entre clase y clase, pero extremadamente paciente con quien se esforzaba. Aun así, no dudaba en calificar de “melocotón” a quienes no hacían demasiado caso de sus consejos. Y también era un enamorado de la enseñanza del golf hasta el punto de seguirte por el campo sin que tú fueras consciente de ello para comprobar si sus clases surtían los efectos deseados. Siempre estaba enterado de tus resultados; siempre estaba pendiente de todo. Siempre.

Hace apenas tres meses pasó por detrás del presidente del club mientras este daba unas bolas y al ver que lo hacía bastante bien se volvió para decirle: “¿Qué pasa, que quieres ganar hoy la copa?” Profesor suyo durante más de cuarenta años, sabía que estaba fino. Y la copa se fue para casa del presidente. Rogelio, también aquel día, estuvo pendiente de todo.

Ayer mi mujer y yo no pudimos jugar el hoyo 17 ni el 18. No pudimos volver a levantar la bola. No teníamos fuerza ni ganas. Paseamos contándonos anécdotas sobre nuestras vivencias con él. Hoy jugaremos de luto por Rogelio. Y él, como siempre, nos vigilará para que lo hagamos lo mejor posible.

Joaquín Andueza
Presidente de la Federación Navarra de Golf

1 comentario a “Rogelio Echeverría, in memoriam”

  1. El 10 de agosto de 2014 Jorge Bultó ha dicho:

    Joaquín,

    El día que me vaya, me gustaría que alguien escribiese de mi algo así.

    1 fuerte abrazo

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