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Zona Pro

Reacciones a un asesinato

Enrique Soto | 16 de febrero de 2014

Parecía imposible, pero volvió a suceder. Cinco sudafricanos habían conquistado las hasta ahora seis ediciones disputadas del Africa Open: Shaun Norris, Retief Goosen, Charl Schwartzel, Louis Oosthuizen y Darren Fichardt. Esta semana la clasificación se les estaba rebelando. Emiliano Grillo había mostrado su versión más brillante para alcanzar un 62 en la tercera jornada, el estadounidense John Hahn se mantenía firme candidato tras tres vueltas consistentes y un joven inglés, llamado Oliver Fisher, se reencontraba con sus primeros años como profesional para poner a un candidato europeo entre los elegidos. Su golf había estado a la altura de jueves a sábado y nada parecía indicar que no pudieran alzarse con el triunfo dieciocho hoyos más tarde. Parecía imposible, pero volvió a suceder.

La pequeña tuerca que se aflojó y provocó un movimiento en cadena en las primeras posiciones de la tabla llevaba el nombre de Emiliano Grillo. Líder con dos impactos de ventaja, afrontó su primera prueba del día ante la gran oportunidad de su carrera; su primer triunfo en el circuito estaba ahí delante, esperando a que él lo agarrara con fuerza. Puede que al sentirlo tan cerca o por la presión que muchos se ponen encima cuanto mayor es el premio, pero aquel hoyo fue un desastre, y tuvo de todo. Tras dos malos impactos, tuvo que apuntar un golpe de penalidad al declarar su bola injugable. Su cuarto aterrizó en el bunker, desde donde necesitó de dos impactos más para sacar su bola y dejarla pasado el green. Un chip a dos metros del hoyo y dos putts después, apuntaba un nueve en el primero de los hoyos más importantes de su carrera. Un quintuple bogey que sonó en el East London Golf Club como un disparo en la cabeza de un golfista. El jugador quedó tendido en el suelo, inerte. Un candidato menos en la carrera hacia el dieciocho.

Ante tal tragedia, no era de extrañar que su compañero de partido, Oliver Fisher, se mostrara prudente en sus intenciones. Firmó un bogey en el mismo hoyo y a buen seguro recordó por momentos que no existen certezas en esto del golf, que cada golpe importa tanto como todas las horas de entrenamiento invertidas con anterioridad. Tres birdies, entre el tres y el seis, le dieron alas para compensar dos errores posteriores, en el siete y el trece. En general, este joven, ganador del Czech Open en 2011, tuvo un día lleno de subidas y bajas, hoyos buenos seguidos de un impacto mediocre del que no conseguía recuperarse. Sus tres errores y otros cinco aciertos le alzaron a la primera posición del campeonato, en un acumulado de menos veinte.

Thomas Aiken, sin embargo, no había visto nada de lo acontecido con Grillo y, quizá, solo oliera la sangre. De poco le importaba el cómo de aquel asesinato prematuro, solo el resultado: había torneo y él estaba cerca. Así que como ya hiciera en el Joburg Open hace una semana, planteó su asalto al liderato de la mejor forma que conoce: golf sólido y consistente, el mismo que le vio ganar el Open de España en el año 2011. Abrió la herida con un eagle en el 3. En el cinco había recortado otro impacto y se había metido de nuevo en la brecha. En un espacio de apenas una hora, un jugador sudafricano estaba de nuevo en la pomada y, como si se trata de una maldición o sacrilegio propio del Africa Open, fue pegando un golpe tras otro hasta igualar a Fisher en la primera plaza. Había playoff.

El torneo se terminó pronto. Podría achacarse a la experiencia del local en este tipo de situaciones contra la timidez del aspirante, pero en realidad se debió a que Aiken dejó su bola a tres metros del agujero y embocó; nada más. Había practicado los golpes que necesitaba y los llevó a cabo con precisión, algo que solo puede hacerse con unos nervios controlados. “He estado esperando esto mucho tiempo”, declaró. “He ganado otras veces fuera, pero no hay nada como hacerlo delante de tu gente. Los sudafricanos han sido increíbles conmigo a lo largo de mi carrera por lo que es genial conseguir una para ellos”.

El chico que había caído en los primeros segundos del duelo despertó al final del día, como preguntándose si todo había sido realidad o un mal sueño. Emiliano cerró la última jornada del torneo con cinco birdies, probablemente prometiéndose que nunca volverá a suceder algo similar. Adrián Otaegui finalizó decimotercero y Jorge Campillo cuadragésimo noveno.

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