Situado en la región de Piedmont, muy próximo a la ciudad de Charlotte, nos encontramos con el Quail Hollow Club, uno de los recorridos más duros que visita el PGA Tour y que despide a los jugadores con la temida “Milla Verde”, bucle final que suele ser decisivo en el Wells Fargo Championship.
Fundado el 13 de abril de 1959 por James J. Harris, no fue hasta 1961 cuando el campo de golf abrió sus puertas, un recorrido diseñado por el prolífico George Cobb, quien cuenta entre su larga lista de creaciones recorridos del nivel de East Lake o de la fama de los pares 3 del Augusta National. Cobb intentó capturar la belleza y la exigencia del terreno de la región de Piedmont, y a tenor de la impecable presentación del campo y de las dificultades que plantea a los mejores jugadores del mundo, no nos equivocamos al afirmar que el diseñador cumplió su objetivo.
Ya desde sus inicios el campo ejerció como sede de importantes torneos del PGA Tour. En 1969 hace su debut acogiendo el Kemper Open, torneo con el que permanecería en el calendario hasta 1979. Más tarde, en 1983, pasa a acoger el Paine Webber Invitational hasta 1989, y en 2003 el circuito regresa con el Wachovia Championship, actual Wells Fargo Championship. Además, en 2017 se convertirá en el tercer campo de Carolina del Norte en albergar el PGA Championship, tras el celebrado en Pinehurst en 1936 y el de Tanglewood Golf Club en 1974.
Quail Hollow ha sufrido varias remodelaciones a lo largo de los años y su trazado, y sobre todo sus greens, se han visto envueltos en ocasiones por la polémica. En 1985 varios hoyos fueron rediseñados por Arnold Palmer, y posteriormente Tom Fazio llevó a cabo dos reformas a fondo en 1997 y 2003 que convirtieron el recorrido de Carolina del Norte en lo que actualmente conocemos, aunque se conserva la esencia del diseño original de Cobb.
Desafortunadamente, los últimos años Quail Hollow se ha visto salpicado por las críticas de los jugadores hacia los greens. Mickelson, líder de ganancias en el torneo (pese a no haber logrado ningún título), expresó su disgusto por el trabajo de Tom Fazio de manera elocuente en 2010:
«Con un maravilloso diseño de tee a green, los greens son, de lejos, los peor diseñados que jugamos en el PGA Tour. Podría decirse que el 18 es el peor green que tenemos en el Tour, pero ni siquiera es el peor del campo. El 12 lo es», declaraba el zurdo estadounidense.
En 2013, el mal tiempo y unas obras de mantenimiento precipitadas para mejorar estas superficies hicieron que presentasen un aspecto nefasto e impropio de un torneo de este nivel. Incluso Sergio García decidió chipear una bola a escasos dos metros del hoyo porque no creía que fuese a mantener la línea si usaba el putter.
Dadas las circunstancias, el club decidió adelantar las obras previstas para acondicionar el campo para el PGA Championship de 2017 y acometió una remodelación a gran escala de los 18 greens, trasladando incluso alguno de ellos unas diez o quince yardas a la izquierda. Se ha sustituido la antigua hierba bent grass por MiniVerde Ultradwarf Bermuda, una variedad que aguanta mejor las altas temperaturas que se darán en agosto durante la disputa del último major de 2017. Además, se han retirado más de 100 árboles y se han añadido nuevos bunkers, además de ampliar tees o construir otros nuevos.
Sin lugar a dudas, donde más se ha notado este cambio es en la famosa “Green Mile” (Milla Verde) la manera en la que fueron rebautizados los tres últimos hoyos del recorrido en honor a la película protagonizada por Tom Hanks dada su extrema dureza. Se han añadido unas 50 yardas a estos tres últimos hoyos, convirtiéndolos, si cabe, en más aterradores aún.
“No puedo pensar en tres hoyos, majors incluidos, que formen un final tan duro como este”, declaraba Webb Simpson.
El par 4 del 16 es completamente nuevo. Ha pasado de las 480 yardas a las 508 (algo más de 450 metros), la calle se ha trasladado a la izquierda, donde había una hilera de árboles que se ha suprimido. El antiguo green es el nuevo tee del 17, y el nuevo green se ha llevado unas 80 yardas a la izquierda, se ha bajado más de 8 metros y toda la parte trasera está custodiada por agua.
El 17, con 221 yardas para alcanzar un green en península protegida por un gran lago tanto por la izquierda como por el frente, hace que hasta a los jugadores más fríos, les tiemblen las manos ante el golpe desde el tee. Jugadores como David Duval, Matt Kuchar o Brad Faxon, han hecho 7 para cuádruple bogey en este hoyo. La modificación principal es el nuevo tee que hace que el ángulo del tiro sea más frontal.
Para terminar, el hoyo 18, un par 4 de 493 yardas donde hay peligro tanto a la derecha como a la izquierda con un riachuelo que recorre toda la calle hasta el green.
Fazio ha recibido críticas por no haber puesto ese arroyo (que es artificial) en el lado derecho para dar una vía de escape a los jugadores, aunque el diseñador respondía con una buena dosis de sensatez.
“Hay que recordar que los profesionales sólo están una semana al año aquí. Varios de ellos ni siquiera duran tanto… Las 51 semanas restantes son los socios los que juegan el campo, y no quería que estuviesen constantemente pescando bolas en el riachuelo debido a su slice.”
Esta semana el campo se enfrenta a su primera prueba de fuego y, aunque todos confían en que esté a la altura, pronto sabremos si las reformas han tenido el efecto esperado.
“Se va a jugar realmente duro y me atrevería a decir que el ganador de este año no llegará al doble digito”, declaraba Simpson, ganador de un US Open y buen conocedor, por tanto, de las experiencias golfísticas extremas.
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