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Zona Pro

Protagonistas del año: el equipo europeo de la Solheim Cup

Enrique Soto | 04 de enero de 2012

Nadie esperaba que lo consiguieran. Las tres últimas Solheim Cup habían ido a parar a las vitrinas estadounidenses y el palmarés histórico era desolador: de las once disputadas hasta la fecha, el equipo europeo se había llevado la victoria en tan solo tres. El ambiente dentro del equipo era el adecuado pero, por alguna razón, en los partidos individuales las jugadoras se desmoronaban. Todo el trabajo desarrollado a lo largo de la semana se venía abajo en los hoyos finales del domingo, en el momento cumbre y cuando más puntos hay en juego en la Solheim Cup.

El primer objetivo era evidente: olvidar el pasado. Las jugadoras llegaban en un buen estado de forma y Alison Nicholas, la capitana, no podía dejar que los viejos fantasmas rondaran por la cabeza de las jugadoras. Para ello convocó a nada menos que cuatro rookies en un equipo de doce jugadoras. La tercera parte de ellas se enfrentarían por primera vez a la presión de esos últimos hoyos, a la responsabilidad de defender un resultado a favor, la dificultad de embocar el último putt.

Azahara Muñoz, Sandra Gal, Caroline Hedwall y Melissa Reid no pasaban del puesto 38 en el ránking mundial y se enfrentaban al mayor reto de sus cortas carreras como profesionales. Su misión dentro del equipo, aunque no fueran conscientes, era inyectar de sangre nueva el vestuario. Eran la generación que debía representar al viejo continente y cambiar la tendencia que se venía repitiendo desde comienzos de la década. No había mejor receta para olvidar las derrotas que ellas.

Era evidente que la responsabilidad no debía recaer solo en sus hombros. Para ello, Nicholas tiró de la vieja guardia del equipo, representada en la figura de Laura Davies, participante en todas las ediciones de la competición. Sophie Gustafson y Catriona Matthew serían sus escuderas, mientras que Suzann Pettersen, número dos del mundo y la mejor clasificada por ránking de ambos equipos, debía ser el factor diferenciador. La estrategia para la victoria era la conjunción de ambas fuerzas. Las rookies debían sacar a relucir su mejor juego a través de la experiencia de anteriores ganadoras; Pettersen tenía ser el pilar del equipo y ganar todos sus puntos.

El escenario para la batalla fue Killeen Castle, en Irlanda, y como es habitual en la isla, la competición estuvo acompañada de lluvia. Durante los dos primeros días los partidos fueron intensos e igualados. El viernes, con ocho puntos en juego, terminó con un resultado de cuatro puntos y medio para Europa por tres y medio para Estados Unidos. La maquinaria comenzaba a engrasarse. Catriona Matthew había jugado con Azahara y arrollaron (3&2) a Stacy Lewis y Angela Stanford; Gustafson y Hedwall hicieron lo propio (5&4) con Vicky Hurst y Britanny Lincicome; pero, sobre todo, Suzann Pettersen había ganado sus dos puntos en la primera jornada. Las rookies se mezclaban con jugadoras con más experiencia y se mejoraban unas a otras mientras, que Pettersen tenía el control de sus partidos.

El sábado comenzó de una manera similar pero la situación se fue complicando a medida que crecía la tensión. Cristie Kerr había asumido su papel de líder en el equipo y consiguió frenar, junto a Paula Creamer, a la gran pareja que formaron Azahara y Catriona. Era el último partido de foursomes del viernes y el primero verdaderamente espectacular, que finalizó en empate. El resultado para Europa seguía siendo favorable (7 a 5) pero las tornas estaban cerca de cambiar. En los partidos de fourball las americanas comenzaron a sacar su garra en los últimos hoyos del recorrido y ganaron tres de los cuatros puntos posibles. Kerr ganaba junto a su pareja a Pettersen y parecía dar un golpe de autoridad, un “todavía no estáis a la altura.”

Llegaba el domingo, un mal día para recordar en el equipo europeo y el resultado era de empate a 8. La lluvia parecía que iba a respetar la jornada decisiva de la edición más igualada de los últimos años, y si bien hasta entonces la competición había sido intensa, nadie podía augurar un final tan espectacular. La primera imagen que tuvimos de Cristie Kerr fue en la cancha de prácticas, intentando pegar bolas. Una lesión en la muñeca, con la que había jugado infiltrada los dos días anteriores, hacía que la mejor jugadora americana rompiera a llorar entre golpe y golpe. Su marido la miraba impotente a pocos metros cerca de su bolsa y cuando ella dijo “basta” acudió a abrazarla. Nadie, en ninguno de los dos equipos, quería que se quedara sin jugar. Karen Stupples ganaba el partido, que se iba a jugar en último lugar, por la retirada de la americana.

Los daños que Kerr infligió a Europa el día anterior parecían olvidarse por completo y, sin la mejor jugadora americana, el camino a la victoria era un poco más fácil. Quedaban Morgan Pressel, Christina Kim, Michelle y la mejor jugadora en individuales de la Solheim, Paula Creamer. Pero no era el momento de detenerse a alabar las virtudes del rival y Alison Nicholas, en una demostración de su gran experiencia, colocó a dos pesos pesados del equipo en los dos primeros partidos. Catriona Matthew y Sophie Gustafson hicieron más grande la herida por haber perdido a Cristie Kerr y ganaron sus dos partidos a una Creamer desconocida (6&5) y a la rookie Stacy Lewis (2 arriba). Puede que la historia hubiera sido distinta si en esos dos primeros puntos del día las tornas hubiesen cambiado. Europa tenía algo de lo que había carecido durante los últimos días en otras ediciones: confianza.

La encargada de ganar el primer punto del día para Estados Unidos fue Morgan Pressel, en el tercer partido, al imponerse por 2&1 a Anna Nordqvist. Laura Davies se enfrentaba a Juli Inkster en el cuarto, en un partido que desató el espectáculo y que enfrentaba a dos jugadoras que habían jugado todas las ediciones, y muy probablemente por lo hicieran por última vez. En un enfrentamiento para la historia, Davies tuvo la victoria en sus manos y se colocó uno arriba en la salida del hoyo 16. En otras ocasiones el deporte suele mostrar su cara más amarga, pero en esta decidió ser benevolente y justo. Inkster ganó el hoyo 18 y ambas jugadoras se fundieron en un abrazo que terminaba con años de rivalidad al más alto nivel. Un empate cerró su historia.

Los partidos parecieron resolverse entonces en cuestión de segundos. Vicky Hurst, Britanny Lang y Christina Kim ganaban y a falta de solo tres, la historia parecía repetirse en la misma secuencia que otros años. Europa empataba, un margen muy estrecho con el que jugar y en el que solo valía ganar, sin margen de error. En ese momento Pettersen jugaba contra Wie y la hawaina estaba desatada, respondiendo a todos los ataques de la noruega con autoridad y dejándose la voz con cada putt que terminaba en el hoyo. Hay que ser muy fuerte para contrarrestar esa agresividad. En el hoyo 15 la estadounidense se ponía por primera vez por delante, como si de una metáfora se tratase. Tres hoyos por jugar y tres partidos para finalizar el torneo.

Fue entonces cuando Pettersen aceptó la responsabilidad y dio el gran paso hacia la victoria. Conseguía el birdie en el par 3 del hoyo 16 y su grito acalló todos los anteriores de Wie. Estados Unidos se quedaba en silencio. Su hazaña no terminó ahí. Si al principio de la competición se le pedía ser el pilar del equipo lo demostraba en el último hoyo que jugó, el 18. Otro birdie. Punto para Europa. A falta de dos partidos Europa lideraba 13,5 a 12,5 y las tornas volvían a cambiar. Entonces apareció Azahara.

Si Nicholas apostaba por inyectar sangre nueva al equipo su elección cobraba sentido con la española. Al igual que en el partido de Pettersen, Angela Stanford estaba siendo una rival durísima. En el hoyo 14 conseguía igualar los aciertos de Muñoz y empataba, dejando el resultado final para los últimos cuatro hoyos. Con la retirada de Kerr, una rookie estaba compitiendo en el último partido contra una jugadora con tres Solheim a la espalda. Puede que otros años, en una situación similar y estadísticas en mano, el resultado hubiera favorecido a Estados Unidos. Pero en el hoyo 17, en el segundo golpe de Azahara a green, la tendencia se rompía cuando su bola aterrizaba a poco más de un metro de la bandera. Era un birdie demoledor, con el que Azahara se adelantaba en el marcador y se aseguraba medio punto. Hedwall también sacaba a pasear su clase indomable y empataba contra O’Toole un partido que parecía escapársele y Europa por fin lo conseguía. Habían ganado.

Algo había cambiado respecto a ediciones anteriores. Era la primera vez en la historia de la competición que ganaban más puntos que Estados Unidos en los individuales (7 a 5). La apuesta de la capitana daba resultado y marcaba el camino. En estas jugadoras se cimenta la base del equipo en años próximos. En medio de la celebración las ganadoras abrían champagne en torno a una foto de Severiano Ballesteros y Nicholas declaraba: “No puedo creer que mi equipo haya hecho esto por mí. Han derrochado pasión, corazón, decisión y firmeza. Qué grandes campeonas”.

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