El 16 de enero de 2011, Charl Schwartzel se proclamaba campeón del Joburg Open. Suponía la sexta victoria de su carrera en el Circuito Europeo y la revalidación del título conseguido el año anterior. Asentado, con la capacidad de afrontar el resto del año con tranquilidad, el sudafricano tenía por delante un calendario de lo más completo. Aquella victoria en el Royal Johannesburg & Kensington Golf Club indicaba que se encontraba en un buen estado de forma, con ganas de seguir progresando y añadir triunfos a un palmarés ya de por sí excelente.
Nadie esperaba que el 2011 fuera el año en que Schwartzel pasara de ser un tímido y poco conocido jugador de Sudáfrica a una de las referencias del golf actual. Tres meses después de ganar en su país, consiguió ganar el Masters de Augusta más disputado de los últimos años. Ni un Tiger Woods de tiempos pasados, ni Adam Scott o Jason Day pudieron alcanzar el nivel de un jugador que, en el tercer golpe que pegaba el domingo, hizo bailar su bola a través de todas las ondulaciones posibles del green del hoyo uno para terminar muriendo en la cazoleta.
Ni siquiera después de conseguir un eagle embocando su segundo golpe en el hoyo 3, par 4, la victoria se presentaba clara para él. La contienda fue dura hasta el final, y fue entonces cuando lo mejor de Charl Schwartzel salió a la luz. Terminó con cuatro birdies en los últimos cuatro hoyos del Augusta National un domingo de Masters. A partir de entonces ya no se podía obviar la realidad, estábamos ante un jugador impresionante.
No habría sido el primer jugador que llega a lo más alto y desaparece por completo de la realidad. “Lo he dicho muchas veces: ganar un major cambia tu vida”, decía Schwartzel a las pocas semanas de conseguir la chaqueta verde. “De repente, te vuelves muy famoso. He visto lo que les pasa a muchos otros jugadores. Puedes distraerte muy rápido, y posteriormente, comienzas a jugar mal. Hice mi mayor esfuerzo por prestar atención a mi juego (después del Masters) porque eso es lo que me mantenía en mi sitio”. En un intento por no recordar lo que había conseguido, sino lo que estaba por llegar, conseguía terminar en novena posición en el U.S. Open, decimosexto en el Abierto Británico y decimosegundo en el PGA Championship.
La premisa ha sido muy clara: seguir jugando a un nivel alto. No importaba si llegaban más victorias o no. “Ha sido un año fantástico. He conseguido todos los objetivos que me marqué. Tengo que marcarme unos nuevos. Me siento privilegiado y muy feliz”, declaraba antes de disputar la Presidents Cup.
Olvidar para volver a ganar. Convertirse de nuevo en aspirante. Pasar de ser el vigente campeón del Masters de Augusta a un aspirante más en un torneo regular. A sus dos victorias de 2011, hay que añadir diez top 10 a una temporada en la que ha llevado su chaqueta verde allí donde ha jugado. “Puedes tenerla solo durante un año, luego tienes que dejarla en tu armario en Augusta. Por lo que en vez de dejarla en casa y verla cada dos meses, he viajado con ella cada semana. La veía cada día.”
Puede que no genere titulares cada semana pero sí presenta una candidatura constante a la victoria. Esta temporada ha dado un salto de calidad y se ha erigido como uno de los grandes protagonista del año.
Deja un comentario