Tras su victoria en Dove Mountain nadie duda de que Jason Day está listo para ganar su primer grande. En 2011 finalizó segundo en el Masters y en el US Open, mientras que en 2013 fue tercero en Augusta, segundo en Merion y octavo en el PGA Championship. Le sobra experiencia en situaciones de presión, por lo que ese primer gran campeonato parece una mera cuestión de tiempo (“Debería haber ganado esto”, dijo al finalizar el Masters del año pasado). Tras ver su despliegue de cualidades en el Accenture, uno puedo llegar a pensar que la consistencia es su mayor virtud, que mientras Dubuisson recuperaba alrededor de green desde posiciones imposibles él nunca asumió tantos riesgos, siguió su estrategia y terminó imponiéndose. Y en cierto modo fue así, pero la regularidad no es, ni mucho menos la mayor virtud del australiano.
A la hora de determinar el potencial de un jugador hay pocas estadísticas más importantes que la velocidad a la que viaja la cabeza del palo cuando impacta con la bola. Está disponible en la web del PGA Tour bajo el nombre de “Club Head Speed”, y se mide a través de un Trackman cuando los jugadores utilizan el driver desde el tee de salida. El que esa velocidad sea alta no solo implica más distancia, sino que también lleva implícito el pegar un hierro más corto en los golpes a bandera o ser más efectivo desde el rough. En general, los jugadores que llegan más rápido con la cabeza del palo tienen una mayor capacidad de dejar la bola cerca del hoyo; básicamente porque es más sencillo hacerlo con un pitching wedge que con un hierro 8 en las manos. Esta diferencia crece más aún en los campos complicados, con greenes más duros y que penalizan más los errores desde el tee.
Es evidente que para ganar en una de las cuatro grandes citas hay que mostrar un gran nivel en todos los aspectos del juego, desde el putter hasta los golpes de menos de cien metros a bandera; no se puede ganar si todas las partes no guardan cierto equilibrio. En el pasado US Open en Merion, por ejemplo, los profesionales no utilizaron tanto el driver como en otras pruebas y Justin Rose terminó imponiéndose por ser el que más sólido desde el tee hasta el green. Pero en la mayoría de pruebas del PGA Tour y en los grandes, la velocidad de la cabeza del palo termina siendo una gran ventaja. La media del circuito en 2013 fue de 113,2 millas por hora.
Jason Day no ganó ningún evento en 2013 aunque, como decimos, tuvo buenos resultados en los grandes. Sin embargo, sus números venían anunciado una victoria inminente. Su “Club Head Speed” fue de 120,26 millas por hora, lo que le situó decimosegundo en este apartado del PGA Tour (Bubba Watson, por ejemplo, tuvo 122,97). Fue decimoprimero en media de golpes, firmó siete top 10 y tuvo un gran rendimiento en los pares 4 y los pares 5, que son los que determinan en mayor medida el resultado a lo largo de una vuelta. Además, el australiano también es muy consistente con su putter, finalizando vigésimo noveno en “Strokes gained putting”. Por no hablar de sus resultados sobre la arena, que aunque son algo complejos de medir desde un punto de vista estadístico, fue decimoprimero. No es difícil ver a Jason como uno de los mejores desde el bunker.
Cuando un jugador muestra números tan completos como los suyos termina destacando en las citas importantes. No hay más que ver a otros jugadores, con velocidades similares a la suya, que han estado cerca de ganar un grande o son favoritos a hacerlo inminentemente. Henrik Stenson (120,48), Sergio García (120,78) o Dustin Johnson (122) son varios de ellos. El resto lo compensan con otras cualidades por encima de la media, como Jason Dufner, Webb Simpson, Graeme McDowell o Jim Furyk, que son tremendamente precisos con los hierros en la mano.
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