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Zona Pro

Por qué Inbee Park es la mejor jugadora del mundo

Enrique Soto | 30 de junio de 2013

Más de tres mil kilómetros separan el Senoback Golf Club de Pebble Beach, donde hace trece años Tiger Woods ganó un US Open con la mayor diferencia de la historia respecto al segundo clasificado (quince golpes). Ambos campos están construidos a lo largo de la costa, están expuestos a fuertes rachas de viento y son un escenario ideal para la disputa de un grande. Los buenos golpes te mantienen con opciones, mientras que los descentrados pueden desembocar en números muy altos en la tarjeta. La tensión que se respira en cada hoyo aumenta fácilmente y no son muchos los que consiguen terminar bajo par cuando están preparados para un campeonato de estas características.

Al igual que sucediera en California en el año 2000, una jugadora se ha hecho con el control absoluto de un torneo en condiciones similares. La USGA esperó hasta la tercera jornada del US Women’s Open para poner las barras de salida en sus puntos más lejanos, así como colocar algunas banderas en situaciones en las que no existía margen de error: o la dejaban al lado, o la bola se escapa veloz por las pendientes de los greenes. A veces era un búnker profundo lo que esperaba; otras, simplemente un putt infernal. Stacy Lewis, número dos del mundo, firmó 76 golpes (mas cuatro); Suzann Pettersen, la número tres, ni siquiera jugaba el fin de semana; Na Yeon Choi y So Yeon Ryu (números cuatro y cinco) coquetearon con el par del campo. Nadie estaba a salvo de la escabechina.

Cuando las condiciones de juego se vuelven tan exigentes, solo las mejores permanecen en lo más alto de la tabla. No hay intrusos que consiguieron salvar un hoyo in extremis o que, sin jugar a su mejor nivel, se las apañaron para entregar un buen resultado. No los hay porque es imposible. Echen un vistazo a las jugadoras que terminaron al par del campo y se darán cuenta de que cogieron prácticamente todas las calles de Senoback, consiguieron tres o cuatro birdies y, en general, desplegaron un golf sólido y contundente, a pesar de los inevitables errores. Luego, pueden ver el despliegue de Inbee Park esta semana y llevarse las manos a la cabeza. Menos diez en tres días, siempre bajo par.

Esta chica de veinticuatro años ni siquiera tiene pinta de jugar bien al golf. Está lejos de tener la altura o la condición física de Suzann Pettersen; no es, ni mucho menos, la más pegadora del circuito, ni la que más calles o greenes coge en regulación y si observan sus números aprochando o desde la arena, se podría decir que en ocasiones parece mediocre. Ayer, en el hoyo 13 de Senoback, tenía un búnker entre su bola y el hoyo y en vez de jugar un globo a las nubes como podría haber hecho el más inspirado Phil Mickelson, optó por hacerla rodar de un modo tímido a través de un pendiente colindante. Fue un intento torpe y cobarde, pero no parecía tener otra opción. Su bola terminó en la arena y salió de allí con un bogey. No, está lejos de ser la mejor en cada área del juego, pero sin embargo volvió a ser la que menos golpes hizo.

La razón por la que esta surcoreana es la mejor jugadora del mundo es porque le da igual tener un putt de cinco metros cuesta abajo que uno de un metro cuesta arriba. Su rostro no se inmuta, ni siquiera se le puede ver la más mínima expresión de nerviosismo, a pesar de que ella ha explicado que siente y padece como el resto de sus rivales. Inbee puede fallar, como todas, pero en cuanto pisa un green en un campo de golf los hoyos se vuelven aspiradoras. No hay uno solo de sus putts que no lleve toda la intención ni la fuerza necesarias como para que termine cayendo en el agujero y cuando los campeonatos, como el de esta semana, se vuelven una dura lucha por la supervivencia con respecto al par del campo, ella cuenta con una enorme ventaja mental: sabe que es muy difícil que cometa grandes errores.

Es quizá el arma más poderosa con la que puede contar un jugador, como ya explicó Hogan (“El que falle mejor va a ganar”). Ayer Inbee cometió tres bogeys en situaciones en las que muchas de sus rivales podrían haber sacado el par, pero embocó putts que ninguna habría sido capaz de interpretar tan bien. Su vuelta, de 71 impactos, fue la única bajo par en un día destinado a causar estragos y dejó en el ambiente una lección poderosa sobre cómo liderar un torneo de golf. En este deporte, no es tan importante pegar golpes altos, potentes y que dibujan a la perfección el camino de los hoyos; basta con saber mantener cierto control sobre la bola y ser, como Inbee, un animal voraz con el putter en las manos.

Antes de que llegue la última jornada del US Women’s Open hubo otras memorables en su carrera, como los dos últimos grandes disputados, pero la de mañana tendrá su eco en la historia del golf. Solo Babe Zaharias ha conseguido ganar tres consecutivos (1950), en una época en que no todas las participantes estaban preparadas para ganar. Ernie Els, antes de salir el cuarto día en Pebble Beach, declaró: “Sé que no tengo ninguna opción”. Son comentarios que se vuelven a repetir esta semana. Incluso en rueda de prensa, los periodistas parecían adormilados por este efecto de control total de la situación que tiene Inbee. Apenas cinco minutos duró su comparecencia. Son cuatro golpes de ventaja respecto a I.K. Kim y siete sobre Jodi Ewart Shadoff, pero lo que parece separarles es un mundo.

Azahara Muñoz firmó 73 golpes y se ha situado decimoséptima con mas cuatro, a dos del top 10 y, quizá, de su mejor participación en un grande. Carlota Ciganda tuvo un mal día en los greenes y retrocedió hasta la sexagésimo tercera plaza.

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