Han cambiado muchas cosas desde que Louis Oosthuizen consiguiera su primera victoria en el Open de Andalucía, allá por el año 2010. La suya fue una explosión tardía, bien pasados los 25 y con objetivos modestos, como salvar la tarjeta cada temporada, adquirir experiencia y controlar el portentoso swing que muestra en la actualidad. Pasaron seis temporadas hasta que venciera por primera vez en España y por segunda en St. Andrews, el hogar del golf, por una diferencia que dejaría boquiabierto al mayor de los incrédulos. Louis sobrepasó a Westwood, segundo clasificado, por siete golpes para conseguir su primer major, el Open Championship.
Su victoria recordó en cierto modo a la de Ben Curtis en 2003. Un desconocido aparecía en escena y robaba el protagonismo que otorga el golf en los grandes durante solo cuatro días, para desaparecer al siguiente acto y disfrutar de las mieles del éxito. La historia de Oosthuizen pudo ser así. Pudo acomodarse, pasar sin pena ni gloria el resto de su carrera y pegar, si pudiera, otra sorpresa años después. Pero no lo hizo, no lo hizo y no lo hizo. En su lugar, encadenó dos victorias seguidas en el Africa Open, ganó el Maybank Malasyan Open y perdió en un playoff por el Masters ante un Bubba Watson disfrazado en cuerpo y alma de artista. En tan solo dos temporadas demostró que su éxito se había forjado a la sombra como el trabajo de las hormigas y que no había destacado para demostrar nada, sino por una ambición inmensa.
Tras una tercera jornada muy discreta en el Volvo Golf Champions, en la que cedió el liderato, Louis buscó redimirse en la cuarta haciendo lo que mejor sabe: encadenar birdies como si no hubiera un límite de hoyos ni lideratos que asaltar. Hasta un total de siete consiguió en los primeros catorce del día, igualando a Scott Jamieson en lo más alto de la tabla y preguntándole, a base de ciertos: “¿Eres capaz de vencer con esta presión?” Y el escocés, ganador por vez primera en el circuito hace un mes en un torneo disputado a 36 hoyos, guardó silencio y agachó la cabeza. La regla omnipresente volvió a regir el destino de la victoria en el Durban Country Club. “Es necesario jugar bajo par en la última jornada para ganar un torneo”. Sus 72 golpes fueron insuficientes, demostrando que no todas las victorias tienen el mismo valor. La primera es más sencilla que la segunda y la décima, porque los éxitos son la dormidera de los campeones, capaces de mermar el hambre y la ambición.
Tongchai Jaidee finalizó tercero con un global de menos catorce, a dos impactos del ganador, mientras que un revitalizado Padraig Harrington, que declaró hace poco que pensaba seguir jugando al golf a los 70, terminó en cuarta posición con menos doce. Primer torneo de la temporada y primer top 10 para Rafael Cabrera-Bello, aspirante a grandes tardes de domingo en 2013, seguido en la lista de profesionales españoles por Gonzalo Fernández-Castaño, vigésimo con menos seis. José María Olazábal fue trigésimo segundo con mas cinco.
¿Qué es lo siguiente para Oosthuizen después de conseguir su sexto triunfo en el Circuito Europeo? Ahora pasa al número cuatro del mundo, colocando su nombre detrás del de Rory McIlroy, Luke Donald y Tiger Woods. Seguirá buscando la victoria porque esta última, a pesar de ser cerca de casa, no parece llenar todas sus expectativas y no sería de locos pensar que tiene una espina clavada en Augusta (Georgia), donde se quedó muy cerca de su segundo gran torneo. El mes de abril dictaminará si se ha recuperado completamente de aquel playoff.
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