Troon Golf tiene su sede en Scottsdale, Arizona, pero su sello de calidad en gestión de campos de golf es visible por todo el mundo. Así sucede en todos sus campos y en los siete recorridos en Vilamoura, el Oceânico Victoria incluido, un campo nacido en 2004 tras una inversión de 18 millones de euros y que no sólo es el campo más largo de Portugal (6.609 metros desde barras blancas), sino que se ha convertido en santo y seña del golf luso desde que en 2005 acogió la Copa del Mundo y en 2007 empezó a albergar el Portugal Masters.
Como en todos los campos de Arnold Palmer Design, se supone que creador del Golf Channel estadounidense ha estado más implicado que en el resto, pero lo cierto es que las similitudes con The Smurfit Course del K Club dublinés son tales que se nota el sello de Harrinson Minchew, jefe de diseño de la compañía estadounidense. Las principales diferencias: el clima, tan diferente de Irlanda al Algarve portugués, y la especificidad de una región en la que los humedales son tan característicos como los algarrobos, olivos y almendros.
El Oceânico Victoria es un «stadium course» en condiciones óptimas, pensado desde el principio para albergar grandes torneos. No tanto por ese putting green en el que, por dimensiones, bien se podría jugar un partido de fútbol, sino porque la distancia de tee a green en casi todos sus hoyos hace normal que un pegador como Álvaro Quirós aparezca en el palmarés del Abierto de Portugal. Y sin embargo la distancia nunca es el mayor de los quebraderos de cabeza para el jugador.
Ubicado donde antes se encontraba el aeródromo de Vilamoura, lo que en tiempos fue terreno plano ahora es un campo de golf más bien ondulado, mucho más abierto que los recorridos vecinos y con menos árboles, aunque todas las ventajas se compensan con infinidad de trampas de agua y con unos búnkers colocados con la peor de las intenciones. Suerte que al menos, y a pesar del viento dominante que llega de la costa, cada hoyo tiene hasta cinco tees de salida para ofrecer algo de alivio al amateur.
Olvidando el hoyo 7, un par 4 complicadísimo conocido como «El Monstruo», la primera parte es relativamente benévola, sin apenas agua pero con arena, mucha arena, y un contorno de calles cuando menos peculiar. Eso sí, el «back nine» es más azul que verde, con agua en juego en casi todos los hoyos y en muchos casos (11, 12, 14, 17 y 18) acompañando la calle en todo su recorrido hasta el green y, en algunos de ellos, bloqueando el tiro a bandera. Características muy definidas que encuentran en el tramo final un escenario idóneo para desenlaces de infarto.
Este trecho comienza con un par 3 de 190 metros en el hoyo 16, antesala del hoyo insignia del campo, el 17. Un par 5 de más de 500 metros —el más largo del campo— con agua en toda su extensión por el lado derecho de la calle en una sucesión de hasta 12 cascadas y un segundo tiro casi imposible a una bandera bien protegida por el agua y ubicada en el green más pequeño del recorrido. Y por si no fuera suficiente, el 18, el par 4 más complicado del campo, con agua en juego en la salida y en el approach a green, habitualmente con viento en contra.
Un final no apto para perfeccionistas, aunque Vilamoura ofrece revancha. Tal vez no en el Oceânico Victoria, pero sí en cualquier de los otros cuatro campos del mismo complejo (Old Course, Pinhal, Millenium y Laguna) o en los dos nuevos campos diseñados por Nick Faldo y Christy O’Connor Jr. en Amendoeira Golf Resort, situados a apenas 20 kilómetros y también con el sello de garantía de Troon Golf.
Alfredo Calle, autor de este texto, lleva toda la vida vinculado al mundo del golf y en su faceta de emprendedor acaba de poner en marcha Golf Dest, un club de golf virtual donde encontraréis descripciones de campos, fotos espectaculares, noticias de destinos, ofertas, torneos, circuitos amateur… y todo ello con unos precios muy especiales para todos sus integrantes. Mientras ultiman su página web, podéis encontrarlos en Facebook y Twitter.
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