A duras penas consigo enlazar las palabras para poder elaborar esta colaboración y la explicación no es otra que el cansancio que me invade tras haber podido jugar los 18 hoyos el Real Club de Golf de Sevilla durante el Pro-Am de ayer. Nunca un campo me ha cansado tanto como ayer y esto es debido a la combinación de mal juego mío con la extrema dureza, para los aficionados, del campo.
Pero este estado de cosas me ha servido para medir una vez más la sideral distancia que separa el mundo amateur del profesional. Mientras a duras penas conseguía a base de deslomarme los riñones, que ahora mismo cuecen en el sherry de ayer, mover un hierro 9 , Scott Jamieson, el profesional que nos sufrió, se divertía pasando un hierro 6 como si esa pared de rough, que a mí me producía el mismo efecto que subir al Anapurna sin oxígeno, fuese mantequilla.
No quiero ni imaginarme el resultado que hubiese cosechado en caso de haber sumado todos los golpes de mi vuelta, mi moral y mi ego me lo impide, pero sobre todo mi salud mental para que quiera seguir jugando a esto que algunos llaman golf; pero lo que si tengo meridianamente claro es que el resultado del ganador tras cuatro días estará por debajo del doble dígito bajo par y eso me parece sideral.
No son humanos, jugando al golf claro está, y no podemos medir la diferencia que nos separa de ellos sentados en nuestro sofá y viendo la tele. Experiencias como la que tuve ayer me permiten comprobar una vez más que no juego al golf, que simplemente paseo mis palos, pero salvo que me preparen los campos como ayer, cosa que afortunadamente no sucede nunca, me divierto un montón. Seguro que más que ellos, y eso sin duda alguna es lo más importante.
Así que, efectivamente, son de otro planeta… pero qué bonito es soñar, mientras jugamos con nuestros amigos, que llegamos a parecernos a ellos porque hemos hecho un birdie o incluso un eagle, aunque sepamos que estamos equivocados y que lo suyo es otra cosa.
Deja un comentario