El John Deere Classic prosigue en una segunda jornada repleta de birdies. En los últimos cinco años de vida de este torneo, ha habido ocho rondas de 62 golpes o mejores; incluyendo los 59 impactos de Paul Goydos hace un par de temporadas. El TPC Deere Run se muestra vulnerable si las condiciones meteorológicas son permisivas, y en esta edición del torneo los jugadores están acercándose a registros muy cercanos al récord de Goydos. Si la primera jornada nos dejaba un 61 de Troy Matteson, ayer Jeff Maggert, a las puertas del Champions Tour, entregó en casa club un 62.
“Vi mejor los putts durante el día de hoy”, declaró Maggert al finalizar su vuelta. “Pero voy a ser agresivo mañana. Creo que necesito una vuelta muy baja el sábado o el domingo, un menos siete o menos ocho, para poder tener opciones de victoria. Los últimos años, los jugadores han estado de maravilla este campo”. Sus nueve impactos bajo el par le dejan a un solo golpe de Matteson en la clasificación, que lidera con un global de trece bajo par. Junto a Maggert, se encuentra Brian Harman, que hizo por segundo día consecutivo 65 golpes.
J.J. Henry, Gary Christian, Robert Garrigus y Ricky Barnes están empatados en cuarta posición en once bajo par. La constante avalancha de birdies no solo implica verdaderas dificultades para considerar todos los candidatos a la victoria, sino que los propios profesionales se muestran sorprendidos de los saltos que dan en la clasificación. “Subes puestos cuando menos lo esperas”, declaraba Henry. “Hoy fui capaz de subir, pero si haces par en algún hoyo puedes ver cómo te pasan rapidísimo”.
El golf de esta semana es, más que nunca, un deporte de una precisión milimétrica en la que no existe margen de error. Como si se tratara de una carrera de atletismo, hasta las centésimas están en juego en forma de un putt que toca hoyo en vez de entrar o, en el caso de Steve Stricker, un segundo golpe a green que se queda asomándose al agujero. Dejarse un par de golpes de este estilo en la vuelta supone perder fácilmente diez puestos en la clasificación y, sobre todo, la sensación de no poder fallar un solo impacto más en el torneo; con los riesgos que esto implica. Stricker comenzó con bogey el día, y finalizó con una vuelta de cuatro abajo, menos diez en el total y la octava posición.
“Me gusta la posición en la que estoy”, comentó el estadounidense sobre encontrarse a tres impactos de la cabeza. “Casi prefiero estar aquí en este punto”. Y para un jugador que ha ganado las tres últimas ediciones del torneo, estas palabras suponen toda una declaración de intenciones de cara al sábado, el día del movimiento. Una vez finalizó su vuelta y habló con los medios, Stricker se dirigió al putting green a practicar a pesar de haber firmado solo 29 putts en la segunda jornada. “Estoy pateando mejor”, comentó sobre su rendimiento en los greenes. “Siento que mi confianza vuelve. Estoy delante de la bola creyendo que la voy a meter, incluso desde seis a nueve metros”. Si se quiere saber qué hará falta para ganar el John Deere Classic solo hay que mirarle a él.
Maggert avisaba de la necesidad de otra vuelta cercana a los sesenta impactos y si se analizan todas las vueltas con un resultado similar en el TPC Deere Run se encuentra siempre un denominador común: hay que embocar muchos putts. Matteson parece quedare sin algo de fuerza de cara al fin de semana y hay diecisiete jugadores en una franja de cuatro golpes, esperando su oportunidad de dar el primer zarpazo. Al igual que los últimos tres años, Stricker merodea los primeros puestos a medida que se acerca el fin de semana, y en esta edición parece volver a estar enchufado.
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