Con la fiabilidad que suele asociarse a la ingeniería alemana en los anuncios de automoción, con la contundencia del mejor Tiger en el escenario más exigente del año, con la cabeza del que tiene claro el plan de ataque (que no de defensa, pese a la ventaja acumulada en los tres días previos), así se ha adjudicado Martin Kaymer la edición de 2014 del US Open celebrada en el espectacular recorrido número 2 de Pinehurst. Y con 17 golpes menos de su predicción del miércoles para el resultado ganador, todo sea dicho.
No hubo sobresaltos pese a los coletazos del indómito Erik Compton, todo corazón (perdónennos el tópico para referirnos a este doble transplantado que se ha ganado la admiración de todos), el único que consiguió rebajar a cuatro golpes la ventaja del teutón en algún momento de la jornada. Kaymer supo atacar las más de las veces y renunció a los milagros en las escasas ocasiones en que se cruzó con el rough natural y bellamente anárquico de Pinehurst. Así se procuró un buen número de ocasiones de birdie (y convirtió cuatro de ellas), y se conformó con buenos bogeys cuando no le quedó más remedio.
Dado el nivel exhibido por Kaymer en las jornadas previas, se hacía difícil pensar en que perdiera los cinco golpes de ventaja con los que partía, pero lo cierto es que, salvo quizá Compton, ninguno de sus ilustres rivales estuvo a la altura del imponente reto. Poco a poco los adversarios fueron cayendo como fruta madura y al final solo Fowler y Compton acompañaron a Kaymer por debajo del par de un campo de carácter natural que se ha convertido en un magnífico ejemplo de belleza, calidad y sostenibilidad.
Lo sucedido en el último hoyo del torneo fue un buen ejemplo del funcionamiento del cerebro de Kaymer. Bola al rough en mala posición desde el tee de salida, golpe corto para avanzar unos metros, tiro impecable a green y putt certero para cerrar la victoria con un broche excepcional, ante un público que, pese a las inevitables ovejas negras, acabó rendido ante el alemán. Y eso que Kaymer se ha atrevido a profanar suelo sagrado estadounidense tres veces (Medinah, Sawgrass y Pinehurst) en poco más de año y medio…
Luego, en la rueda de prensa, Kaymer fue puro Kaymer, comedido y cordial, pero sin renunciar a la sinceridad que le llevó a decir que jugar con Keegan Bradley era «difícil».
«Ganar de principio a fin es agotador porque tienes que hablar mucho. Hay que hacer muchas entrevistas y responder a muchas preguntas. Y la gente te mete ideas en la cabeza», explicaba Kaymer. «El desafío era no pensar demasiado en el trofeo, no pensar demasiado en estar sentado aquí [en la rueda de prensa posterior al torneo], en qué vais a decir. No pensar demasiado en cómo sería la celebración en el 18. Se te pasa por la cabeza y seguro que muchos jugadores piensan lo mismo», racionalizaba Kaymer, que solo después de embocar el putt final dejó traslucir un atisbo de emoción.
A falta de victorias españolas (Sergio García, el único representante de nuestro país que superaba el corte, finalizaba trigésimo quinto), nos quedamos con una pequeña parte de este jugador que tantos y tan estrechos lazos tiene con España y que se ha convertido en el primer ganador de un US Open nacido en la Europa continental.
Deja un comentario