Lizette Salas todavía no ha ganado un torneo en el LPGA Tour, pero después de perder en playoff ante Suzann Pettersen en el Lotte Championship, declaró: “Solo quiero ganar. No juego aquí para viajar por el mundo. Estoy aquí para ganar campeonatos y cambiar el mundo del golf. Estoy aquí para luchar y eso es por lo que fui a la USC (University of Southern California). Sigo luchando”. No son las típicas palabras de una jugadora que afronta su segunda temporada en un circuito tan exigente como el americano, de hecho, no son ni siquiera comunes en algunas jugadoras que llevan más de una década como profesionales y ya han conseguido el triunfo en alguna ocasión. Lizette cree estar destinada a vivir grandes tardes de domingo y, probablemente, tenga algo que ver con que no ha seguido la misma vía hacia el circuito que las jugadoras con las que compite.
Su historia es la de una chica de veintitrés años, hija del encargado de mantenimiento de un campo público de California. Sus dos padres llegaron a Estados Unidos desde México en los setenta intentaron ganarse la vida como el 68% de los latinos que conforman la población de Azusa, es decir, como podían. Jerry Herrera, el profesional del campo donde trabajaba su padre, le dijo que si alguno de sus hijos quería jugar al golf y Lizette saltó entusiasmada ante la oportunidad. “Su swing es muy natural”, dijo de ella. “Su ética de trabajo es impresionante”.
Esa pequeña descripción de Salas cuando todavía era una niña se mantiene todavía en la actualidad. Cuenta con algo imprescindible para triunfar en cualquier deporte, en prácticamente cualquier actividad, un combustible especial llamado a veces humildad y en otras capacidad de superación. En la última jornada del Kraft Nabisco Championship, después de liderar el torneo, firmó 79 impactos y siguió hacia delante. “Alguien escribió que me faltaba pegada, y hoy he pegado unos cuantos puñetazos ahí fuera”, dijo tras firmar 62 golpes esta semana.
El vídeo que os adjuntamos es su discurso en la ceremonia de graduación de la Universidad de Southern California, en el 2011. “De donde yo vengo, la gente no espera mucho de los jóvenes, especialmente de una joven latina. Hubo muchísimos momentos en los que me dijeron que no lo iba a conseguir, o que no tuviera muchas esperanzas porque, según ellos, los mexicanos no juegan al golf. Solo tengo que decirles una cosa: ‘Lo hacen ahora’”.
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