Victor Dubuisson sigue siendo un jugador enigmático y de rostro impenetrable. De ahí que pocos se esperasen su reacción instantes después de adjudicarse su segundo título en tres años en el Turkish Airlines Open, cuando su semblante se quebró y las lágrimas corrieron incontenibles. Eran lágrimas de alegría, obviamente, pero también servían para arrastrar prácticamente un año de sinsabores vividos de puertas para dentro, como suele suceder con el talentoso jugador francés.
Antes de la escena que sirvió de catarsis y culminación del torneo, el francés había dado una auténtica lección sobre el Montgomerie Maxx Royal que volvía a acoger el torneo. Sus bazas, las mismas que le llevaron a deslumbrar en el Accenture Match Play y la Ryder Cup de 2014: recuperaciones propias del escapista más hábil (como su tercer golpe en el hoyo 10, que terminaría en par milagroso), toque mágico alrededor de green (véase su chip para eagle en el 11) y acierto con el putter.
The harder the shot. The better @VDubush does! #OhLaLa https://t.co/z7l4x7r8HQ
— The European Tour (@EuropeanTour) noviembre 1, 2015
Victor Dubuisson. Short game wizard. https://t.co/eFTeDC5NW3
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Después de un espectacular toma y daca con Jaco Van Zyl y Kiradech Aphibarnrat durante todo el día (McIlroy cedía terreno después de un inicio esperanzador y no llegó a luchar por el título), Dubuisson se lucía con dos birdies en los hoyos 15 y 17 para empatar con el sudafricano, y afrontaba el último y decisivo par 5 yendo a por todas. ¿Resultado? Un bombazo desde el tee de salida y un hierro siete para cazar el green y dejarse un putt franco para eagle.
The shot of a champion. https://t.co/LVPMnwisvu
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Luego llegaron los intentos infructuosos de sus compañeros de partido, los dos putts para birdie del francés y esas lágrimas que han enternecido a todos los presentes en el recorrido turco. Es la vuelta del francés al primer plano y en el momento más oportuno: poco después de que comenzara la carrera hacia la Ryder que se jugará el año que viene en Hazeltine. Se acabó la crisis de confianza, aplastada bajo el peso de una gran victoria.
«Ha sido muy duro porque no he jugado mucho este año por motivos personales, no porque no quisiera jugar. Contaba con recuperar parte de la confianza en estas series finales, porque hace unos meses la perdí por completo. Lo fallaba todo», explicaba el francés, que habló por teléfono con su madre nada más acabar su vuelta.
En cuanto a los españoles, el mejor ha sido Rafa Cabrera-Bello, undécimo después de entregar su segundo 70 consecutivo. Por detrás, Jorge Campillo ascendía a la vigésima plaza gracias a su 68 final; Alejandro Cañizares terminaba trigésimo tercero; Pablo Larrazábal, sexagésimo; Miguel Ángel Jiménez, sexagésimo octavo; y Eduardo de la Riva, septuagésimo primero.
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