Hay un rasgo muy característico del número uno que a veces olvidamos, pero que cada cierto tiempo vuelve a aparecer para dejarnos con la boca abierta. No se trata uno de sus famosos stingers, que atraviesan las calles a una mínima altura del suelo, ni uno de sus famosos puños al aire en los últimos instantes de un torneo. Se trata de algo mucho más básico y sencillo pero que, por otra parte, solo le vemos hacer a él: su capacidad para pararse a mitad del movimiento.
Durante la segunda jornada del Bridgestone Invitational, en el que un 59 se estaba cociendo, Tiger sacó la madera 5 de su bolsa y se dispuso a pegar a la bola. Volvió a suceder. Llegó a lo alto del backswing y, justo antes de comenzar la bajada, fue capaz de pararse ante algo que le molestó, ya proviniera del público o de él mismo. No es la primera vez que lo vemos, pero fascina cómo algo tan simple es capaz de sorprender siempre que se produce.
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