A Sergio, un jugador que lleva arrastrando la imagen de campeón de major desde los 19 años, se le juzga únicamente por sus éxitos en las cuatro grandes citas. Y así se supone que debe de ser, del mismo modo que a Woods se le recuerda constantemente la sequía que le agota desde el 2008 o a Rafa Nadal se le idolatra por sus continuas exhibiciones en Roland Garros. El de Borriol puede ganar una o dos veces en Europa, Estados Unidos o Asia, da igual; no tocará techo verdaderamente hasta que cierre ese asunto pendiente que comenzó en 1999, en el Medinah Country Club, detrás de un árbol.
Se ha dicho de él que es un inmaduro, un niño vestido con las mejores marcas, que no sabe digerir las derrotas, que su putt le abandona cuando más lo necesita, que tiene un talento descomunal y no sabe gestionarlo en los últimos hoyos. Todo esto, por supuesto, no lo han dicho atletas o compañeros de profesión, sino periodistas o aficionados, personas que podemos llegar a entender hasta cierto punto su profesión, que pensamos en ellos de vez en cuando y que nunca hemos seguido el mismo régimen de entrenamientos que se marcan a este nivel.
Pienso que a veces tenemos algo de razón pero el otro día, jugando con un señor recién llegado a Sevilla desde Italia, y hablando del Niño, me comentó: “Pero qué quieres, si lo ha ganado ya todo”. Y me quedé sorprendido, porque no había ni rastro en esa frase del major que supuestamente le falta. Claudio se refería solo a las ocho victorias en el PGA Tour, a las once en Europa, a las cuatro en Asia y a esas cuatro Ryders que terminó celebrando de las seis en las que ha participado. Puede que sea porque ningún italiano ha triunfado nunca en uno de los grandes escenarios o porque, simplemente, Claudio tenía una mentalidad menos competitiva que la de un deportista de élite. El caso es que me quedé pensando, y creo que había algo de razón en ese comentario. Vaya, que Sergio no lo ha hecho tan mal, que tiene 34 años y debería tener un futuro cercano bastante prometedor.
Así que tiré de Internet e intenté encontrar su mejor registro en la élite. Puede que las diferencias fueran pequeñas, pero dos temporadas sobresalían por encima del resto. La primera fue en 2002, donde ganó una vez en Estados Unidos y otra en Europa, finalizando entre los diez primeros en los cuatro majors (octavo, cuarto, octavo y décimo). La segunda fue en 2008, en la que ganó el The Players Championship, el HSBC Champions y finalizó segundo en el PGA, en aquella tarde en la que Padraig Harrington jugó con tanto corazón como para ganar a cualquiera que se pusiera por delante. Si me tuviera quedar solo con una, elegiría esta última, ya que quedó también segundo en The Barclays y en el Tour Championship, perdiendo también en los últimos hoyos.
No es difícil darse cuenta de por qué elijo estas en vez de otras, con más triunfos: hubo una intención constante durante todo el año, es decir, su juego siguió una evolución que le llevó a destacar durante varias semanas seguidas. A veces era el putter, a veces un mal drive y en otras una pizca de mala suerte, pero si se comparara con una carrera, García mantuvo un ritmo y dirección constantes. Eso, en el golf, es la senda de la victoria, y no tanto los triunfos.
Hace poco escribí por qué Nicklaus había sido lo más parecido a un jugador de tenis en su deporte, un animal competitivo que finalizó entre los diez primeros en 41 de 48 majors seguidos. Esa era la clave, la constancia, y no esos 18 que aparecen ahora en su palmarés. ¿Cuál ha sido la mejor temporada de Sergio? Echen un vistazo a lo que ha hecho este año en el PGA Tour, olviden los grandes y añadan otro triunfo en Qatar el pasado enero.
Para mí la mejor temporada de Sergio está siendo la presente. Y no me importa demasiado si gana, si tira otros dos torneos o si falla dos cortes más en el Open y el PGA. Si la evolución es esta todo terminará cayendo y Claudio, ese italiano que no sabe qué es celebrar un major de un compatriota, tendrá más razón que nunca. A mí se me olvida en ocasiones: es el método, no los títulos. Y García, que también lo ha obviado a lo largo de su carrera, parece tenerlo ahora muy presente.
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