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Zona Pro

La jornada de los campeones pasados

Enrique Soto | 10 de agosto de 2012

A un solo golpe de Carl Pettersson, puede que todavía no sea demasiado tarde para que Gonzalo juegue la Ryder Cup

Pete Dye es el diseñador del Ocean Course de Kiawah Island, pero en sus ratos libres debe de ser ilusionista. Quizá sea porque viajó a Escocia en 1963 con el objetivo de estudiar los diseños clásicos del golf, los bunkers que se adentraban en la tierra, los greenes diminutos o las eternas ondulaciones de las calles de un links, y desde entonces no ha podido apartarlos de su cabeza. Aquello que pudo ver al otro lado del océano era lo que la naturaleza en su estado más salvaje provocaba en un campo de golf, y en un arrebato creativo decidió que sería divertido hacer lo mismo en un escenario completamente distinto, dar a entender que cada golpe a ejecutar es similar que en las islas pero la bola se encuentra en mitad de los Estados Unidos.

El recorrido que alberga esta semana el PGA Championship es una trampa para los sentidos, una ilusión óptica en la que nada es lo que parece. Hasta los bunkers del Ocean Course son capaces de transformarse en áreas residuales y la PGA, sabedora de que es imposible controlar arenas movedizas, ha decidido tratarlas como si fueran tierra firme, en lo que supone un triunfo del recorrido frente a las reglas y estamentos de este deporte. Tiros ciegos a banderas rodeadas de pasadizos peligrosos, tensas salidas desde el tee que desembocan en calles tan anchas como praderas o inocentes bunkers de calle con un talud de dos metros. Todo es parte de la ilusión. “Una de las cosas que aprendes de los diseños de Pete es que hay un gran factor visual. Hay más espacio del que parece, pero él hace que lo veas de un modo distinto”, declaraba Tiger Woods esta semana.

Al igual que al enfrentarse a un espejismo en el desierto, los jugadores afrontaban el desafío en la primera jornada sabedores de que tendrán que confiar más en lo que ya han hecho que en lo que se les avecina, el siguiente golpe. Porque el único modo de combatir con éxito lo inesperado es a través de una confianza a prueba de bombas, y en tales circunstancias, los grandes campeones no defraudaron. Han ganado el Open, en Augusta y algunos de ellos ya se habían visto las caras con el viejo Dye en otros de sus escenarios fantásticos. Rory McIlroy, John Daly, Keegan Bradley, Graeme McDowell, Geoff Ogilvy, Miguel Ángel Jiménez, Tiger Woods, Adam Scott, Charl Schwartzel, Padraig Harrington… Todos ellos jugaron el Ocean Course bajo par y avisaron de que son capaces de ver a través del recorrido, y que han venido a desnudarlo.

Sin embargo, no han finalizado los primeros en la tabla. En un ejercicio de contundencia y determinación, Carl Pettersson ejecutó cada golpe hacia el lugar preciso, calculando las distancias y evitando daños innecesarios. Su resultado habla por sí solo: seis birdies y ni un simple error para terminar liderando este primer día. A un solo impacto, empatado con otros tres jugadores, se encuentra alguien forjado para atacar este campo. Porque Gonzalo Fernández-Castaño es un pura raza, que se mueve de hoyo a hoyo confiando en su claridad al impactar la bola y no se deja influenciar por las circunstancias. Él solo ve a través de su juego y de sus motivaciones, como el conseguir formar parte del equipo de la Ryder Cup, y espoleado por un juego corto brillante consiguió finalizar con 67 impactos. Gonzalo juega su propio torneo cada semana y durante algunos días del año es capaz de batir a cualquiera que se le acerque. La gran prueba que afronta no es brillar durante unos días más, sino hacerlo cuando verdaderamente lo necesita. “Estoy muy cerca de entrar en el equipo y necesito jugar bien, por lo que probablemente me haya puesto demasiada presión encima las últimas semanas”, declaró el español. “Sería un sueño hecho realidad, pero necesito salir más relajado sin pensar demasiado en el resultado. Solo salir y pegar la bola, no hay más”.

Empatados con él, Alexander Noren, Gary Woodland y Rory McIlroy hacen que el golpe de ventaja de Pettersson parezca una anécdota, pero tal como jugaron los tres no deja de serlo. El sueco, a través de la precisión; el estadounidense, gracias a unos drives monstruosos; y el norirlandés, en un homenaje a su pasado más reciente, al más puro estilo Congressional. Ni un solo error en su tarjeta y cinco birdies en los hoyos apropiados le preparan para lo que él sabe que será un largo viaje. “Tienes que tener la actitud apropiada. Hay que intentar tener una oportunidad al llegar al último día de un major y todavía hay 54 hoyos por jugar, y especialmente en este campo, el centro de los greenes están muy bien. Cada vez que la dejas ahí tienes una oportunidad gracias a que se puede rodar la bola muy bien. Para mí se trata de darme la mayor cantidad de oportunidades posible, jugando conservador cuando tengo que hacerlo y distinguiendo el momento apropiado para ser agresivo”, declaró el norirlandés.

Hasta ocho jugadores consiguieron robarle cuatro golpes al campo. Aaron Baddeley, John Daly, Joost Luiten, Graeme McDowell, Geoff Ogilvy, Scott Piercy y Adam Scott salieron airosos de este primer contacto. Entre todos ellos, el nombre de Daly es el que más impacta ver en los primeros puestos de una clasificación desde… hace demasiado tiempo, aunque la semana pasada se asomara en el Reno-Tahoe Open. “Si esta semana consigo no perder golpes en los pares 3, tengo la oportunidad de jugar muy bien”, declaró el americano. “Para mí ahí está la clave de este campo. Los pares 4 al menos te dan una recompensa si te arriesgas con el driver, dejándote un segundo tiro corto. Siento que es un campo que puedo afrontar”.

A tres golpes del liderato, empatado con Tiger Woods, se encuentra Miguel Ángel Jiménez, todavía pensando en cómo se escaparon algunos putts a mitad de vuelta. No existe la perfección en el golf pero si uno puede aproximarse a su mejor nivel de juego, el español de 48 años debe haberlo rozado durante esta primera jornada. No muchos pueden decir que comenzaron con 69 golpes un major dejándose tantas oportunidades de birdie por el camino. Rafael Cabrera-Bello finalizó con uno bajo par, en otros dieciocho hoyos bien peleados hasta el final, mientras que Jose María Olazábal firmó 74 golpes.

En una línea más peligrosa comenzaron su participación Sergio García y Álvaro Quirós, que abrieron con cuatro sobre par. Pablo Larrazábal terminó con cinco arriba. Los tres tendrán que remar contracorriente en la segunda jornada para poder jugar el fin de semana.

No es difícil explicar cómo más de cuarenta jugadores entregaron tarjetas bajo par en uno de los recorridos más difíciles de Estados Unidos. Al igual que cualquier obra finalizada siempre es susceptible de una última pincelada, el Ocean Course carece de una fundamental que la llene de sentido: el viento. Las impredecibles rachas del Atlántico se han echado en falta esta primera jornada, pero del mismo modo que han decidido dar una tregua en forma de birdies son capaces de barrer todo lo que encuentren en su camino en el momento más imprevisto. Su importancia en el devenir de este torneo es tan grande que el resultado ganador todavía podría estar sobre el par del campo y, echando un vistazo a las previsiones meteorológicas, no es difícil deducir que el escenario se tornará sobrecogedor.

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