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Zona Pro

La guerra en la costa

Enrique Soto | 07 de agosto de 2012

El hoyo 17 del Ocean Course de Kiawah Island, donde el viento se convierte en un elemento más del diseño del recorrido

El Masters tiene el Augusta National, en el que las tradiciones cobran tanta fuerza durante cuatro días que parece tratarse de un torneo del pasado. Pasar a la historia es cuestión de segundos, los que tarda el ganador en recoger su bola del hoyo. El U.S. Open y el Open Championship son los abiertos de las dos grandes potencias golfísticas. Mientras que Reino Unido representa el origen, Estados Unidos la dificultad del desafío. Ambos no necesitan presentación porque, sin ellos, el golf sería distinto. Y luego está el PGA Championship, el último grande del año, que cambia de sede en cada edición y parece no tener valores propios que le distingan del resto. Ningún jugador parece elegirlo entre sus favoritos y los aficionados, aunque lo esperan con impaciencia, no lo viven como si de otro de los tres se tratara.

Pero el PGA Championship es un gran torneo de golf. Prueba de ello es que de los últimos 21 recorridos que lo han albergado, 15 han sido también sede del U.S. Open. Y si los diseños están a la altura de lo que exige un major, su posición en el calendario también ayuda. El PGA puede llegar a distinguir una temporada aciaga de una memorable, porque representa la última oportunidad del año de conseguir un gran torneo. También se encuentra muy cerca, cada dos años, de la disputa de la Ryder Cup por lo que no sólo se está jugando uno de los cuatro majors, sino que se está decidiendo si Tiger Woods completará una gran temporada, si Sergio García estará presente en el equipo de Jose María Olazábal o si enormes talentos como Luke Donald o Lee Westwood consiguen por fin el gran triunfo que corone sus carreras profesionales.

En esta edición, además, habrá un aliciente añadido. El Ocean Course de Kiawah Island, diseño de Pete Dye, ha sido nombrado por Golf Digest como el campo más difícil de los Estados Unidos. Las razones que se dan son de por sí un motivo para alarmarse. Es muy largo (más de 7000 metros de longitud), expuesto al viento constantemente (10 de los 18 hoyos están situados a lo largo de la costa) y los pares en algunos hoyos supondrán una hazaña. La idea de que el ganador de esta semana finalizara con un resultado cercano al par del campo no es ni mucho menos descabellada, basta con observar el hoyo 17, de unos 203 metros de distancia a un green defendido por agua corta y a la derecha. Si hay viento a favor se puede jugar un hierro corto pero si está en contra…

No hace mucho tiempo que los 24 mejores jugadores europeos y americanos se reunieron aquí para disputar la Ryder Cup. Era 1991 y aquella competición fue apodada como “The War at the shore” (La guerra en la costa), suponiendo un cambio dramático en el ánimo con que ambos equipos afrontaban el desafío. Estados Unidos llegaba de perder en 1985 y empatar en 1989, lo que permitió a Europa retener el título. La Guerra del Golfo había finalizado meses antes y los sentimientos patrióticos de la población estaban a flor de piel, con lo que una exhibición entre golfistas se convirtió en lo que el líder iraquí en la guerra, Sadam Husein, bautizó como “la Madre de todas las batallas”. Pocas veces un torneo de golf ha estado tan cerca de transgredir los valores que le caracterizan como en aquella Ryder.

Aquella competición se saldó con una victoria estadounidense después de que Bernhard Langer fallara un putt de dos metros para salvar el par en el hoyo 18, impidiendo que Europa retuviera una edición más el título. El fallecido Payne Stewart, al ser preguntado si le hubiera gustado ser quien tirara aquel putt decisivo, declaró: “Me gustaría decirte que sí, pero estoy contento de no haber sido yo. No se lo desearía a nadie. Pero voy a decirte quien le gustaría haber llegado a esa posición: Jack Nicklaus”.

El PGA Championship no llega únicamente como el cuarto major del año. Será el torneo en que Tiger Woods sabrá si tendrá que esperar al Masters de 2013 para pelear por su próximo grande, donde los equipos para la Ryder Cup quedarán prácticamente decididos y sobre todo, un escenario pondrá a prueba quién es el jugador más duro del momento. El último gran torneo de la temporada no puede ser uno más, porque entra en juego un factor que a menudo obviamos los primeros meses del año: el tiempo. Cuanto menos queda, mayor es la ansiedad.

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