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La desorientación del día después

Óscar Díaz | 08 de septiembre de 2013

Lo peor de las derrotas inesperadas no es la derrota en sí, sino la cara de tonto que se te queda. Y el problema es que llevamos demasiado tiempo con esa misma cara de tonto. Después de más de una década de intentos infructuosos, llega el momento de preguntarse si llevamos casi diez años sumidos en una alucinación colectiva, creyéndonos mejores de lo que somos y embarcándonos en proyectos en cuya viabilidad nadie cree más allá de nuestras fronteras.

En las lecturas más o menos apresuradas del día después de la dolorosa eliminación de la candidatura de Madrid 2020 hay un elemento común: los rectores de esta nueva intentona no saben qué ha pasado, no tienen ni idea de por qué se han torcido tanto los pronósticos (españoles, todo sea dicho) que colocaban a la capital madrileña como favorita. Por lo visto, como en el cuento, el rey estaba desnudo, pero nadie se atrevía a decírselo.

En los primeros análisis hay poca autocrítica y mucha búsqueda de culpables externos. En lugar de hacer un examen pausado y sincero, nos centramos en los turbios manejos de la camarilla del COI, en la influencia del inoportuno conflicto gibraltareño entre los miembros de la Commonwealth, en el peso de una posible candidatura de París para los Juegos Olímpicos de 2024… Y posiblemente haya algo de todo eso, pero el hecho innegable es que hemos caído ante dos rivales aparentemente vulnerables y aquejados, a su vez, de graves problemas: Turquía y su polvorín geopolítico y un Japón que aún intenta recuperarse de la resaca radiactiva del tsunami de 2011. Ante estos rivales obtuvimos en primera ronda 26 exiguos votos, menos que en las intentonas de 2005 y 2009, una cifra que deja patente la pérdida de peso de España en el panorama internacional.

La derrota de Madrid parece una amalgama de descrédito institucional, laxitud en la lucha contra el dopaje (demoledoras las preguntas de los miembros del COI sobre las bolsas de sangre de la Operación Puerto) e inestabilidad económica, reflejada en el endeudamiento insoportable del Ayuntamiento de la capital. Además, se ha ofrecido austeridad cuando el COI solo parece preocupado por la pompa y el boato; se ha buscado la baza emocional de la recuperación económica cuando el COI busca todo lo contrario y parece únicamente interesado por exprimir al máximo cada candidatura para mayor gloria del Olimpismo; y, en cuanto a las “caras visibles” de la candidatura, se ha ofrecido un frente muy desigual. El brillo de los abanderados intachables, los mejores de sus disciplinas deportivas, y la revalorizada figura del Príncipe Felipe se ha visto deslucido por los patinazos lingüísticos, más o menos anecdóticos, de otros miembros de la expedición.

Por mucho que se haya fichado a golpe de talonario al “Maradona” de los asesores olímpicos, pese al impecable trabajo de la candidatura en los aspectos técnicos (reflejado en la puntuación obtenida, la mejor de las tres aspirantes) y a la gran presentación final, seguimos sin saber qué tecla nos ha faltado por tocar o cómo hay que enfocar las negociaciones para dar ese salto de calidad que lleve a Madrid a acoger los Juegos Olímpicos. Seguimos sumidos en esa zona nebulosa poblada de sombras amenazantes, sombras que no sabemos si son reales o fruto de nuestra imaginación. Y si no queremos seguir acudiendo a oscuras a este tipo de convocatorias, tendremos que averiguar por qué no convencemos. Tan sencillo (y tan complicado) como eso.

Hasta entonces, habrá que poner remedio al resto de los graves problemas que han lastrado la candidatura, que no dejan de ser un reflejo de los graves problemas que lastran a nuestra sociedad. A riesgo de ponernos maximalistas y tremebundos, todo pasa por una profunda regeneración social, económica, política y judicial. Luego seguiremos estando a merced de los caprichos del COI, pero seremos un país mejor.

4 comentarios a “La desorientación del día después”

  1. El 8 de septiembre de 2013 golfertf ha dicho:

    Me gusta su comentario porque pone en evidencia algunas cuestiones que sorprende no se hubieran planteado antes de toda esta movilización comunicativa que ha desplegado, no sólo la candidatura de Madrid sino también la Corona y el propio gobierno español con su presidente al frente, pero también no me gusta porque, al igual que otros muchos, se desliza la idea de la existencia de»sombras malignas» que no nos quieren y nos odian.

    El COI no es más que una institución internacional que se regula y se rige por las mismas normas y reglas que por las que se gobiernan todas las instituciones internacionales, esto es, intereses políticos, económicos, financieros y comerciales, creer que esto es de otra manera no sólo es un ejercicio de magna ingenuidad, sino que -además- es una prueba de una extrema arrogancia e ignorancia.

    España no es un país desconocido pues no en vano son muchos los millones de extranjeros que nos visitan anualmente y son muchos los lazos que nos unen a la extensa comunidad iberoamericana, creer que en el mundo no existe una opinión general sobre nosotros es una gran estupidez y pensar que el mundo político, económico y financiero mundial no tiene también una opinión sobre nosotros y sobre lo que acontece en nuestro nación es vivir en la inopia.

    España no puede ocultar las graves consecuencias que supone la especial crisis que padece y que no olvidemos, en esencia, se debe a nosotros mismos: corrupción, agotamiento del sistema productivo, envejecimiento de las instituciones democráticas, tensiones territoriales, sobreexplotación del territorio y de los recursos naturales y medioambientales, etc, etc.

    En este contexto, hablar de deporte puede parecer para algunos, una nimiedad y para otros, una cuestión que creo es necesario engarzar en un contexto más amplio de cambio social, institucional, político y económico.

    Nos hemos quedado fuera de los juegos olímpicos porque hace mucho tiempo que estamos fuera de todo, porque seguimos sin exigir esos cambios a la espera de que lo hagan otros, porque vivimos de espalda a las realidades de nuestro país, porque seguimos pensando que las cosas se arreglan con influencias y no con trabajo y esfuerzo, porque nos preocupa aparentar más que acometer la tarea que nos incumbe a todos.

    Resulta patético que sigamos con los mismos y viejos discursos de echarle la culpa a no se sabe a que «pérfida albión» cuando en realidad sólo habría dos cosas que hacer: una, pedir disculpas a los muchos ciudadanos que se ilusionaron y creyeron en la quimera que les propusieron y otra, que los responsables de tamaña patraña presentaran su dimisión de los cargos que ocupan.

  2. El 8 de septiembre de 2013 José miguel cuellar ha dicho:

    Estimado Óscar
    Tus párrafos como siempre intachables, pero el país de pandereta no aprende nada, ni de sus propios errores, España es diferente, si te fijas bien en todos los aspectos de la vida de nuestro viejo país, tan solamente es importante buscar culpables , que los hay, en vez de buscar las soluciones, que seguro despedirían a los culpables y como no tiraríamos pa,lante.
    En fin amigo eslo que nos toca, saludos

  3. El 9 de septiembre de 2013 josé ha dicho:

    Me parce sorprendente que Madrid halla perdido las olimpiadas por culpa del doping de operación puerto,desgraciadamante en el deporte de alta competición y el doping van de la mano,si no que se lo digan alas chinas que tomaban sangre de tortuga para hacer marcas que ni muchos atletas masculinos la podían ni hacer,es una pena pero es así.

  4. El 17 de diciembre de 2013 La desorientación del día después, por Óscar Díaz | golfindustria.es ha dicho:

    […] Lee aquí el artículo completo 2013-09-08 Alejandro […]

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