Tercer hoyo del playoff en el Valspar Championship. Allí estaban Patrick Reed, Jordan Spieth y Sean O’Hair, los tres después de dar un empujón tremendo a sus tarjetas en los nueve últimos hoyos del complicado Copperhead Course y pasar por la derecha a un Ryan Moore que se puso él solo la soga al cuello con tres bogeys en los últimos seis hoyos. En el par 3 del hoyo 17, a nueve metros de distancia del agujero, el birdie era improbable pero el putter de Spieth tenía otros planes.
Y es que el joven estadounidense llevaba dos horas dando una auténtica exhibición con el juego corto y el putt que hubiera firmado cualquiera de los más grandes de todos los tiempos. No solo por la dificultad de los golpes, sino también por el momento en el que se producían, con pocos hoyos por jugar y un título en juego. Sacadas de búnker con los pies muy por encima de la bola que permitían salvar un par imposible, un putt de cuatro metros también para mantener el menos diez final en el último hoyo y, sobre todo, el putt de casi diez metros en el 14 que le había dado su cuarto birdie del día y le permitía meterse en el playoff… Eran motivos suficientes para ver que Spieth no estaba de broma.
Tampoco lo estaban Patrick Reed ni Sean O’Hair. Ambos metieron también la directa en las últimas nueve banderas con cuatro birdies para alcanzar el menos diez. Lo de Reed merece un estudio aparte. Es un superviviente, el ejemplo más claro de voluntad de poder que encontrarían Schopenhauer y Nietzsche, y un jugador como la copa de un pino. Se ha merendado los últimos veintinueve hoyos del bravío Copperhead Course sin un solo error, y volvió a mostrar de nuevo su capacidad de convertir los imposibles en hechos cotidianos. En el 18 firmaba un putt de más de diez metros para meterse en el playoff y en el primer compromiso del playoff, también en el 18, se dejaba la bola atascada en el lateral de un búnker. Un golpe que condenaría a cualquiera pero del que conseguía salir ileso para firmar el par y continuar con su guerra santa por el triunfo.
En esas circunstancias, con los tres tocados por la varita de la inspiración, se encontraba el playoff detenido en esos nueve metros de distancia al hoyo para birdie que tenía Spieth. Se debió de acordar en esos momentos Jordan de que Reed le debía una, ya que la primera victoria de su compañero en la Ryder vino en el Wyndham’s del 2013 cuando en playoff se deshizo de Spieth. Entonces se encomendó a su putter, que en este domingo no pertenecía al reino de este mundo, y los nueve metros se hicieron cortos para llevarse el torneo.
“Se trata de patear bien en el tramo final. Cuando estás tenso y la presión aparece. Necesitaba meter unos buenos putts como los del 10 y 11 para devolverme la confianza. Tus manos tiemblan. Tu golpeo no es tan bueno como el jueves por la mañana y se trata de controlar eso, de ver la línea y golpear bien y he podido probarme que puedo hacerlo en ese tramo final”, explicaba Spieth, que con este segundo triunfo en su carrera ha desatado la euforia entre sus compatriotas y no es para menos. Con 21 años une su nombre a los de Tiger Woods, Sergio García y Robert Gamez como el cuarto jugador que desde 1940 consigue llevarse dos torneos como mínimo antes de cumplir los 22. Además, ya es el número seis del mundo y tiene Augusta, un torneo que casi se lleva el año pasado, a tiro de piedra para ver si también se mete en la carrera de los majors.
Por su parte, el único español que quedaba en liza, Rafa Cabrera-Bello, ha finalizado en la cuadragésimo cuarta posición tras el 72 (+1) de este domingo. El grancanario tenía un final complicado fallando en los tres últimas banderas lo que le hizo sumar tres golpes de más y le impidió estar más arriba en la clasificación final.
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