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Zona Pro

Humanizando a Tiger

Enrique Soto | 29 de mayo de 2013

El número uno vuelve a ser el número uno. Casi cinco años después de aquel U.S. Open, de que su vida privada saliera a la luz y de superar una serie de lesiones que pusieron en peligro su carrera, Tiger vuelve a ser el centro de todo. Hemos visto cómo su proceso de recuperación comenzaba con una victoria por aquí, otra buena semana por allá, cierta regularidad en los grandes… Y esta temporada la explosión. Antes había habido tardes formidables, pero la de Doral, Bay Hill o Sawgrass sonaron como un disparo en el silencio: bang. El Tigre había regresado.

Número uno en media de golpes, en putts por vuelta, en eagles conseguidos, en los pares 5, en greenes en regulación desde menos de cien metros, en ganancias… El dominio es tan patente como sus cuatro victorias en siete pruebas disputadas en el PGA Tour y la sucesión, como ocurriera antaño, parece no tener fin. ¿Candidatos a superarle? Pues claro. En la sombra espera Rory McIlroy, recuperando ciertos patrones que le hicieron dominar también este deporte. Adam Scott ha ganado su primer grande, Jason Day parece destinado a grandes citas, Brandt Snedeker es mejor de lo que ha sido nunca, Matt Kuchar, Keegan Bradley, Justin Rose, Charl Schwartzel, Webb Simpson… Los rivales se acumulan y sus expectativas crecen a medida que avanza 2013 y se acerca el verano. Pero ya no es como el año pasado. Ahora buscan la luz desde un enorme eclipse creado por Tiger. Buscan subir sabiendo que hay un árbol más viejo, pero también más fuerte.

Todos ellos se citan esta semana en Muirfield Village, en el torneo de Jack Nicklaus. Nadie ha ganado allí en su debut y cuatro de los últimos cinco vencedores había finalizado con anterioridad entre los tres primeros. En 2010, el The Memorial fue a parar a las manos de Justin Rose, en 2011 a las de Steve Stricker y en 2012 a las de un tal Woods. Ya ha triunfado cinco veces en el territorio de su más señalado rival, que aunque nunca tuvo opción de disputarle un solo trofeo un domingo por la tarde guarda en los registros un número que le debe provocar pesadillas: 18 majors.

La situación actual que vive el golf es, en cierto modo, parecida a la que se encontró Jack cuando se hizo profesional. Era 1962 y Arnold Palmer estaba cambiando este deporte para siempre. Había ganado tres Masters, un U.S. Open y un Open Championship en un espacio de cinco años, copaba las portadas de Time o Sports Illustrated y tenía una legión de seguidores apodados “Arnie’s Army”. Al igual que Woods, Palmer era el rey indiscutible. Pero entonces llegó Nicklaus, y antes del Abierto de Estados Unidos de aquel año, declaró: “Arnie no es mucho mejor que cualquier otro. Todo el mundo piensa que Palmer va a ganar, y lo ha conseguido viniendo desde atrás con tanta frecuencia que todos piensan que tarde o temprano tendrán que enfrentarse a él. Bueno, quizá sea algo arrogante por mi parte, pero no puedo admitir que Palmer o ningún otro sea mejor jugador que yo”.

La primera parte para derrocar al todopoderoso Tiger pasa por descenderle desde el mundo de los mitos al de la realidad, como hiciera Y.E. Yang en 2009 o cualquier otro de los que consiguieron que terminara segundo. Nicklaus humanizó a Palmer ganando aquel U.S. Open, ante miles de seguidores que pujaban por “The King”. Alguien, entre las decenas de los que disputan esta semana el The Memorial, buscará hacer lo mismo con Woods.

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