La vida de Steven Bowditch nunca ha sido fácil y, a modo de broma macabra del destino, su primera victoria en el PGA Tour no podía escapar a esta tendencia. El TPC de San Antonio recibió ayer a los aspirantes al título en la ronda final del Valero Texas Open con fuertes rachas de viento que hicieron que la media de golpes fuera de 73,8 y que al australiano le fueran suficientes 76 golpes (+4) para convertirse en el ganador con un mayor resultado en la última jornada desde que Vijay Singh ganara el PGA Championship de 2004.
Cuando los 18 hoyos del AT&T Oaks Course mostraron su cara más amable durante las tres primeras caras del torneo, Bowditch manejó la situación acumulando solo cuatro errores en los primeros 54 hoyos disputados. El domingo, en cuatro hoyos ya se había apuntado un bogey y otro doble bogey en su tarjeta, dilapidando así su ventaja de tres golpes y aupando así a Matt Kuchar al coliderato cuando el estadounidense contaba solo con pares en su apertura de la jornada final.
La lógica nos decía que, ante este nuevo escenario que se planteaba, Kuchar se convertía en el nuevo favorito del torneo. Por un lado teníamos a un séxtuple ganador en el PGA Tour en torneos como el THE PLAYERS, el WGC-Accenture Match Play o el Memorial Tournament, contra un jugador como Bowditch que cuenta con apenas dos títulos en el Web.com y tres en el PGA Tour de Australasia, y que se dio a conocer en el PGA Tour cuando fue descalificado de cuatro torneos, se retiró de tres y solo pasó el corte en dos de los veintidós disputados en su primer año en la primera división.
Bowditch no es uno más de los jugadores que cada semana compiten en el PGA Tour. Entre las historias de superación personal, la suya es diferente. Tuvo que compaginar su llegada a la segunda división estadounidense con unos episodios de depresión que estuvieron a punto de arruinar no solo su carrera profesional sino su vida personal premeditadamente en una piscina de un hotel. Por eso, los que conocían de antemano la complicada historia de la vida de Bowditch, posiblemente desearían con todas sus ganas que saliera exitoso de los hoyos finales del Valero Texas Open sin realmente tener mucha fe en que esto ocurriera.
Sin embargo en el hoyo 5, tras perder su liderato en solitario, Bowditch respondió con birdie. Era la manera de despedir a sus fantasmas. Los del pasado y los del presente. Ayudó también el bogey de Kuchar en ese mismo hoyo. La mente del australiano que tan malas pasadas le había deparado años atrás se convertía ahora en su mejor aliada. «Tras un tiempo jugando, tal y como lo estaba haciendo, simplemente acepté el hecho que iba a tener que dar golpes desde los cactus, desde las rocas, que iba a fallar putts y que iba a tener que lidiar con cosas como esas todo el tiempo. Era algo que ocurría tan frecuentemente que ya ni me sorprendía».
Kuchar acabaría siendo una víctima más del viento de Texas y sus tres bogeys en el tramo del 10 al 14 le acabaron descartando por la lucha del título. Acabaría cuarto clasificado junto a Andrew Loupe tras firmar 75 golpes (+3). Fuera del partido estelar, Will MacKenzie (70 golpes) y Daniel Summerhays (71) se las apañaban para jugar bajo par, algo de lo que solo 13 de los 71 jugadores pudieron presumir al final del día. Ambos salieron a siete y seis golpes del líder Bowditch a falta de 18 hoyos pero se quedaron finalmente a las puertas de una mayor recompensa.
En los últimos compases de este Valero Texas Open, el australiano llegó al tee del 18 con dos golpes de ventaja. El bogey le valía. Contaba años atrás Colin Swatton, caddie de Jason Day y amigo de Bowditch, que en el último hoyo del viernes del Reno Tahoe Open, tras una gran salida, lo único que tenía que hacer éste para pasar el primer corte del año en agosto era poner su wedge en green y hacer dos putts. Ante los ánimos del caddie, Bowditch respondía impotente que era incapaz de hacerlo, cumpliendo finalmente con el trámite con lágrimas en los ojos.
Ése era el Bowditch de antes. El de ahora fue capaz de manejar su margen para proclamarse campeón y hacerse con una plaza en el Masters de Augusta. Afortunadamente, sus preocupaciones actuales no son tan amargas como las del pasado. «No sé ni como se va a Augusta», bromeaba el ganador.
Deja un comentario