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Hazlo por ti, Tiger

Juan José Nieto | 14 de julio de 2012

Que yo, maestro del hook y del slice, me dirija a ti, genio del golf, es una osadía, una prenda más que tienes que pagar por ser un ídolo en un tiempo de puertas abiertas y vidas privadas que se escapan por la más ínfima rendija para convertirse en públicas y de común incumbencia. Lo hago sin ánimo de ofender, con la sana intención de que regrese tu mejor versión y es que sólo el mejor Tiger es capaz de situar al golf en la posición mediática que se merece por historia y por riqueza.

En realidad no lo hago por el golf, pues éste sobrevivirá a tu entierro deportivo como lo hizo al de Palmer o Nicklaus. Lo hago por mí, por las noches de verano que iluminaste con tu juego lleno de virtud y no exento de emoción. Tus números, catorce grandes y setenta y cuatro torneos del PGA Tour podrían inducir a error y llevarnos a pensar que eres sólo un tirano más, un Armstrong o un Merckx de los campos, un dictador que ha monopolizado el circuito reduciendo al mínimo las cuotas de emoción. Mentira.

Mentira porque cada una de esas setenta y cuatro victorias fue diferente. Que no busquen semejanzas, pues no las hallarán, entre la exhibición del Tiger juvenil que ofreces en el Masters de Augusta de 1997, y aquella otra que impartes, más maduro, en el US Open de 2000. Tampoco con los 63 golpes que nos regalaste en Southern Hills durante la segunda jornada del PGA Championship de 2007 en las agostadas praderas de una abrasadora Oklahoma. A cada una de estas citas te presentaste de manera matizada, sin dejar de ser el mismo chico de California, pero en diferentes estadios de madurez personal y competitiva.

En cualquiera de esas tres versiones, Tiger, lograste emocionarme. En la primera, por tu insensatez a la hora de medirte cara a cara con el mito de Augusta. En la segunda, por el modo en que relativizaste la leyenda del US Open mientras tus compañeros se ahogaban en el rough incapaces de dominar el vuelo de la bola y la velocidad de los greenes. En la última, la más reciente, por la manera en que controlaste todos los factores para sumarte a la prolongada lista de jugadores que firmaron 63 golpes en un major.

Y qué decir del US Open de 2008, cuando sobre una pierna lograste sobreponerte a decenas de malos swings para acabar escribiendo tu nombre, por última vez hasta la fecha, en el trofeo de un grande. Entonces, apoyado sobre una rodilla que pedía a gritos pasar por el quirófano, te erigiste en el superhéroe que emociona al espectador no por ser infalible y sí, todo lo contrario, por mostrarse vulnerable y mortal.

Para entonces ya llevabas una doble vida y habías recurrido a la mentira como único método de supervivencia. Mientras en público te mostrabas como un modélico padre de familia amante de los valores tradicionales, en privado tratabas de recuperar la juventud hipotecada en el gimnasio y el campo de prácticas. Quisiste vivir al límite y confiaste en que tu dinero y tu nombre sirviesen como garantía de compra de un silencio, el de las chicas con las que alternaste, que desembocó en un ruido tan audible que forzó tu retirada. Pagaste el precio de mantener una doble moral, aquella con la que en cierta medida todos nosotros, seres imperfectos, convivimos aunque de palabra siempre abjuremos de ella.

Pero tú nunca fuiste uno más, no al menos de cara a un público que te adora al mismo tiempo que ejerce sobre ti un juicio severo a la altura de todo el dinero que generas y del tiempo que los medios de comunicación te dedican. Por ello te invito a no compadecerte, a buscar en el arrepentimiento sincero el camino de regreso a la excelencia. Porque este año has ganado tres veces, sí, pero no has brillado en las grandes citas, las únicas que a estas alturas de tu carrera deportiva pueden engrandecer tu legado y ponerlo a la altura, o por encima, del que nos dejó Jack Nicklaus.

Julio, agosto y septiembre serán para ti una reválida, una prueba de fuego para medir hasta qué punto has regresado a la esencia, en qué medida has dejado aparcados los problemas y las dudas para centrarte definitivamente en lo único que te ha de importar en estos momentos: el golf, el deporte al que has dedicado los mejores años de tu vida, la actividad a la que has entregado lo mejor de tu talento. Y el golf, en forma de Open Championship, PGA Championship y Ryder Cup te brinda una nueva oportunidad para engrandecer tu leyenda, aquella que convertirá en simple anécdota estos tres años de zozobra. Regresa Tiger. Hazlo por nosotros. Hazlo por ti.

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