Jim Furyk recordará el 2012 como el año en que casi toco el cielo. “Voy a tener que clavarme un cuchillo en el corazón al final de esto”, declaró tras finalizar un U.S. Open que, por momentos, parecía haber ganado. No fue su única debacle. Perdió el playoff del Transitions Championship contra Luke Donald, se vino abajo en los últimos hoyos del Bridgestone Invitational y cometió dos bogeys en el 17 y el 18 del Medinah Country Club en los individuales de la Ryder Cup, perdiendo su partido contra Sergio García. El norteamericano ha ofrecido una entrevista a Golf Magazine en la que habla de su incapacidad para cerrar los torneos durante la pasada campaña, y la ha calificado del siguiente modo: “La más deprimente que he dado durante un buen tiempo”.
“Los amateur llegan al final del día, se sientan, toman una cerveza y hablan de los dos buenos golpes que dieron en dos horas”, comenzó Furyk. “Los profesionales llegamos y nos quejamos de los dos malos que nos costaron un 66, o buscan la razón por la que hicieron 68 o 69. Esos dos golpes nos dejan despiertos por la noche, pensando cómo podemos deshacernos de ellos y así poder confiar en nuestro swing al día siguiente”. Si además esos golpes llegaron en los momentos cruciales de grandes torneos, las dudas pueden llegar a apoderarse de las convicciones. A Jim le llegan después de ganar un U.S. Open y 16 torneos en el PGA Tour, con lo que será más complicado que le trastoquen en el futuro. “Me siento tan competitivo como cualquiera en el mundo, y quiero ganar tanto como cualquiera en el mundo”.
Las razones de su debacle, para él, no pertenecen al ámbito técnico. “Si fallé en algún sentido fue mentalmente. Hice un swing en el hoyo 16 del U.S. Open sin estar comprometido con el golpe que quería hacer. Hice un poco más rápido mi rutina pre-golpe en mi tercer golpe del Bridgestone y le pegué con la parte alta de la cara del palo. Hice esos dos o tres swings por errores mentales”, señaló Furyk.
La pregunta que se cierne ahora sobre él es si, a sus 42 años, seguirá teniendo la fuerza y el espíritu para seguir exponiéndose a perder torneos. Hablamos en ocasiones del “Efecto Ryder” como el catalizador de la confianza de los miembros del equipo victorioso y, en el caso de Furyk, estamos ante el efecto opuesto. Ha perdido la oportunidad de llevar a cabo su mejor temporada como profesional a base de fallar en los últimos momentos y ni la confianza más reforzada podría resistirse a sufrir un mínimo impacto. A eso, en otros deportes, se le llama fatiga cognitiva, o el cansancio y el desgaste que produce haber cometido un error en numerosas ocasiones. Los más jóvenes tienen ventaja en este sentido porque son capaces de competir desde la inconsciencia, desconociendo todas las formas de que el putt no entre en el hoyo. El éxito, como siempre, consistirá en no desfallecer nunca, o como decía Samuel Beckett: “Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.
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