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Zona Pro

Europa se marea y la primera EurAsia Cup finaliza en empate

Enrique Soto | 29 de marzo de 2014

Ambos equipos, compartiendo el trofeo de la EurAsia Cup (foto de ©Getty Images)

Cuando Europa terminó la primera jornada de la EurAsia Cup por 5 a 0, la competición parecía haber concluido. Los organizadores se llevarían las manos a la cabeza, los asiáticos se encerrarían rabiosos en el vestuario y, en general, el mundo perdería algo de interés en el torneo, como se dejan de ver las películas de las que se conoce el final. El segundo día fue algo más intenso e igualado, más parecido a lo que debe ser una competición por match play y no una victoria por aplastamiento, más similar al golf, pero el final seguía antojándose evidente. Europa salía a la jornada de individuales con un 7 a 3 en el marcador y solo necesitaba de tres puntos y medio para levantar la copa. Y claro, se iban a disputar diez puntos.

Curiosamente, la diferencia entre ambos equipos era la misma que separaba a Europa de Estados Unidos en la última Ryder Cup disputada (10 a 6). El milagro de Medinah, se terminó llamando a aquella edición. Lo que sucedió era algo muy similar a lo que acontece en el Efecto Ripple, también llamado Efecto Onda. Seguro que lo han escuchado alguna vez: si llevan un cuenco con un líquido en su interior y se disponen a llevarlo a unos metros de distancia, es mejor que no lo miren fijamente. Si uno mira el agua mientras se agita y remueve entre las manos, se termina también agitado y perdido, mareado. Es un efecto progresivo que funciona poco a poco, de un modo subconsciente. Se cree tener el control del cuenco porque se es más grande, más fuerte, que unas pequeñas ondas en un líquido. Las personas tendemos a creer que somos estables.

Y ya saben cómo terminó aquel domingo en Chicago. Cuando Miguel Ángel Jiménez, capitán europeo, se impuso a Nicholas Fung por uno arriba en el primer partido de la jornada de individuales (aunque ya había finalizado el Jaidee-McDowell con victoria para el tailandés), ese efecto dominó parecía bajo control. Ocho partidos por delante y solo dos puntos y medio para concretar el trabajo de tres días; el sentido común contra la imaginación, contra las ondas. A partir de ese punto, todo comenzó a complicarse. Thongchai Jaidee venció a Graeme McDowell por 3&2, Aphibarnrat se impuso con autoridad de Björn por 2&1, Jamie Donaldson solo pudo rascar un empate en su duelo contra Marksaeng… Cuando Larrazábal cedió ante Kim por 4&2 y Dubuisson hizo lo propio contra Lahiri (2&1), toda Europa parecía estar mareándose.

Se habían disputado la mitad de los partidos y, de algún modo, los de Jiménez habían pasado de tener la competición bajo control durante dos días a marchar 8,5 a 7,5. ¿Punto de inflexión? En los deportes y casi se podría decir que en la vida, ese punto es cuando alguien se da cuenta de todo lo que ha estado pasando. Gaganjeet Bhullar se impuso a Olesen por un aplastante 4&3 y la remontada estaba en plena ebullición. Ningún punto entre ambos, mientras Siddikur Rahman se deshacía de Stephen Gallacher con soltura en el último partido. Por suerte para Europa, Luiten subió otro punto al marcador azul, al imponerse a Oda por un punto. La competición estaba en el mismo punto que el jueves por la mañana, solo que empatada con un único partido por delante.

Eran Gonzalo Fernández-Castaño e Hideto Tanihara, un jugador asentado en Estados Unidos, con siete triunfos en el European Tour, contra un japonés del que la mayoría de aficionados no han escuchado hablar nunca. En el 15, el madrileño falló un putt de apenas medio metro para salvar el par y ponerse por uno abajo. Quizá estaba también afectado por las ondas, como el resto de sus compañeros. En el 16, sin embargo, se abstrajo de todo lo que le rodeaba y se dedicó a jugar al golf, que es lo que mejor sabe hacer. Tanihara embocó un putt de cinco metros para birdie y Gonzalo, a tres de bandera, convirtió el suyo para eagle. En el 17 se terminó en empate y, en el 18, la escena de este partido y del torneo en general se resumió con el español guardándose la marca del japonés, situada a pocos centímetros del hoyo, otorgando un par que dejaba su encuentro igualado. 10 a 10, fue el resultado final de la EurAsia Cup.

La copa que se tendrán que repartir Jiménez y Jaidee contenía una buena cantidad de agua. Parecía bajo control, cuando Europa la sostuvo durante jueves y viernes. Las ondas, sin embargo, comenzaron a hacerse más grandes el sábado, cuando había que sostenerla y los asiáticos cargaban con todo el golf que les quedaba dentro. Cuando los europeos se dieron cuenta, era demasiado tarde, o al menos Gonzalo se dio cuenta y se ancló al suelo de Kuala Lumpur con un eagle en el 16. Ensayo general antes de Gleneagles. ¿Lección aprendida?

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