Se está convirtiendo en un tópico recurrir al My way, la celebérrima canción popularizada por Frank Sinatra, para ponerle banda sonora a la andadura de gente que decide buscar su destino abriendo nuevas rutas. No obstante, la letra del tema mencionado suena a despedida y recapitulación, mientras que Elisa Serramià, que sin duda ha decidido escoger su propio camino, va a dar en 2012 sus primeros pasos en el circuito profesional femenino más importante del mundo, el LPGA Tour.
Y es que la golfista barcelonesa de 27 años decidió ya hace tiempo que la vía del Futures Tour, el circuito estadounidense de promoción, era la mejor para acceder al LPGA Tour, aunque para ello haya tenido que recorrer un camino tortuoso y sacrificado, una senda que hasta la fecha solo ha tomado una española: ella.
Serramià, ganadora del British Amateur 2003, sorprendió a todos en 2008 cuando se tomó un descanso y abandonó temporalmente el golf después de dos temporadas brillantes en el Ladies European Tour (rookie del año en 2005 y 32ª en la lista de ganancias en 2006), pero dejó a todos con la boca abierta cuando decidió emigrar a Estados Unidos para batirse el cobre en el Futures Tour, circuito en el que ha jugado las tres últimas temporadas.
La sacrificada apuesta le ha salido de maravilla y la barcelonesa afronta en 2012 su primera temporada en el LPGA Tour tras acabar decimoquinta en la final de la escuela de clasificación, uno de las mejores noticias en un año escaso de alegrías para el golf femenino español (con excepciones puntuales, como la actuación de Azahara Muñoz en la Solheim, o el asentamiento de Beatriz Recari y Belén Mozo en Estados Unidos).
Elisa acaba de cumplir siete años como profesional y la primera pregunta de la entrevista era obligada. Aunque hay fuerte presencia de españolas en los distintos programas universitarios estadounidenses, todas suelen volver a España para iniciar su andadura profesional en el Ladies European Tour. ¿Por qué eligió una vía que hasta la fecha no había explorado nadie?
“Puede parecer extraño por lo que he tardado en lograrlo, pero lo cierto es que la transición al LPGA Tour, si ya estás allí, resulta más fácil. Ya supone suficiente cambio jugar a otro nivel como para que encima toda tu vida de repente dé un vuelco. Si te vas a vivir allí y no conoces a nadie, se hace duro. Si ya estás allí asentada es un poco más fácil”, explica Elisa, que abunda un poco más en el carácter familiar del Futures Tour, aunque el potencial económico no sea comparable al de otros circuitos.
“Todas las vías son buenas y cada cual tiene que considerar sus prioridades. En el Futures Tour el entry fee [la inscripción en los torneos] es más caro que en el Ladies European Tour pero, por ejemplo, yo me alojaba en casa de gente que te acoge durante toda la semana. Tienes tu habitación, tu cocina, tu vida, pero no tienes que estar en hoteles y eso es fundamental. Cada vez que juegas un torneo sueles volver a la misma casa y estableces relaciones con las familias; hablas con ellos, te siguen… Es más cercano, en ese sentido”.
“El Futures no es un circuito para ganar dinero, sino para llegar a donde quieres llegar. En Europa hay otra filosofía, e incluso viajas a otros continentes, mientras que el Futures lo puedes hacer entero en coche si quieres. Hay unos cuantos torneos en Florida y la mayoría está en la zona centro, pero no se viaja a California, por ejemplo. Se puede hacer en coche y te puedes buscar la vida, algo que en Europa es más difícil con las distancias y los saltos a otros continentes”.
Pero el salto a Estados Unidos llegó después de un llamativo parón en Europa en 2008, un punto de inflexión en el que llegó a plantearse si quería seguir con el golf.
“El parón lo hice por un cambio de swing, ya que yo era jugadora de draw, pero también necesitaba parar para ver si quería seguir. Hubo un momento en mi vida en que no sabía si me gustaba lo que hacía. Me había quemado”, confiesa Elisa. “Lo dejé durante un par de meses y vi que lo echaba de menos. Me dije: ‘si vuelvo tengo que jugar al fade’. Encontré a un entrenador en Miami con el que trabajé dos años para jugar al fade, pero el año pasado me di cuenta de que me había quedado estancada, así que me puse en contacto con Txema [Sánchez, de la Gary Gilchrist Academy], y él me puso en contacto con Gary y hasta hoy”.
En la academia de Gary Gilchrist ha coincidido con Yani Tseng, la número 1 del mundo, aunque no ha llegado a compartir vueltas de prácticas.
“Todas las profesionales nos ponemos más o menos juntas y he coincidido con ella en el campo de prácticas. Le pega un poco duro”, afirma Elisa, sin poder contener una sonrisa pícara.
Volviendo con la cuestión de la técnica, en golf los cambios importantes suelen ser traumáticos, algo que se reflejó en los resultados de principios de 2011. La búsqueda eterna del swing ideal está sembrada de obstáculos y complicaciones, aunque a lo largo del año se vio una clara evolución y el “pico” en el estado de forma llegó en el momento más oportuno.
“Había empezado a trabajar con Gary tres semanas antes de mi primer torneo de 2011. Me dije para mis adentros que tenía que superar este proceso, pensando que seguramente fallara cortes. Mi mente y mi swing eran muy diferentes, lo que estaba haciendo con Gary tenía poco que ver con lo que hacía en el campo”, nos explica Elisa.
“Lo más difícil de un cambio es asimilar físicamente lo que te quieren hacer comprender. Al principio me dije: ‘yo no puedo hacer esto. Físicamente no puedo’. Llegaba al torneo e insistía en hacer lo que estaba corrigiendo para no volver a los malos hábitos aunque me hiciera 80, y por eso los resultados eran tan exagerados. Llegué a punto en el que me dije: ‘Ay, Dios, no sé si voy a volver a jugar bien al golf’. Durante ese proceso, la paciencia es la clave”.
Y todo eso por seguir cumpliendo etapas, dando los pasos adecuados hasta el objetivo final, aunque Elisa ya había conseguido ganar en el Futures Tour en 2009, en el Mercedes-Benz of Kansas City Championship. La jugadora de Masía Bach menciona la importancia de la paciencia en un mundo donde la precocidad suele ser la norma.
“Considero que mi edad es una ventaja. Ya sé de qué va esto y voy con esa filosofía. Sé en lo que hay que trabajar para mantenerse. Cuando eres joven, muchas veces no sabes lo que estás haciendo y se te puede ir un poco la cabeza. Aunque siempre digo que todo depende de cada persona”.
Y haciendo acopio de confianza y de paciencia, después de estar muchos meses intentando asentar las enseñanzas que le transmitían sus entrenadores, llegó a la escuela de clasificación, el cara o cruz, el momento decisivo. Elisa nos transmite sus sensaciones.
“Pensé: ‘No sé si estoy preparada o no; el torneo lo dirá’. Aparte del cambio físico del swing, había trabajado mucho mentalmente durante todo el año, pero nunca se sabe qué va a pasar bajo presión. Me sorprendí a mí misma”, reconoce Elisa.
“Lo bueno de la segunda fase de la escuela es que me dio las claves que tenía que mejorar para la final, me mostró el camino y me indicó en qué tenía que trabajar. Un mes antes de la final me fui a la academia y me tiré un mes entrenando a nivel físico y técnico. No es lo mismo ir tres o cuatro veces al mes que estar tres semanas allí. Eso te permite entender mejor lo que estás haciendo y automatizar los movimientos”.
Pese a la preparación óptima, una vez en la final puede suceder cualquier cosa en el torneo más agónico a decir de todos aquellos que lo disputan a lo largo de su carrera. Elisa Serramià ya sintió su dureza en la cuarta jornada de la final de 2010, cuando una vuelta abultada le cerró las puertas del LPGA Tour hace un año.
“Lo difícil es que son cinco días de competición y no es un torneo normal. Sabes que en una semana te juegas estar o no en el circuito, todo el año. La experiencia del año pasado me ayudó mucho. Las vueltas más difíciles son la cuarta y la quinta. Casi todo el mundo es capaz de jugar bien las tres primeras vueltas; en la cuarta y la quinta influye más el factor psicológico. Eres tú, contigo mismo. A la gente le entra la presión, empieza a pensar que quedan solo dos días, se plantea no pifiarla… Este año me dije ‘golpe a golpe y que pase lo que tenga que pasar’. Fui con esa mentalidad y eso fue lo que me ayudó”.
Y la española se soltó el pelo en la cuarta jornada con una estratosférica vuelta de 68 en el recorrido Legends del complejo LPGA International, el campo que se le atragantó a Carlota Ciganda.
“Ese campo me encanta. Está entre árboles y a mí me gusta visualizar los golpes. Siempre se me ha dado bien: los greenes me gustan más en ese recorrido y la bola rueda mejor. Mi caddie y yo interpretamos bien el viento; sopló mucho viento los cuatro últimos días y calculamos muy bien las distancias y su influencia. No era constante y había cambios repentinos. Y tuve un final de ensueño en la cuarta vuelta, metiéndola de 2 desde 190 yardas en el hoyo 17, el hoyo más difícil del campo”.
El año que viene Elisa se unirá a Azahara Muñoz, Beatriz Recari, Belén Mozo, María Hernández y Carlota Ciganda (aunque la navarra podrá acceder a pocos torneos) en el LPGA Tour. Seis españolas que se suman al “frente latino”, un numeroso contingente que accede al circuito y que componen mexicanas, venezolanas, argentinas, colombianas…
“Con la mayoría (Tanya Dergal, Sophie Sheridan, Verónica Felibert, etc.) vengo del Futures y los resultados hablan por sí mismos. Son muy buenas jugadoras y así hay un poco más de color. Cuanta más variedad, mejor. Hay europeas, latinas, asiáticas y estadounidenses de primer nivel, y todas van a tener opciones. Aunque Yani sea número 1 con mucha ventaja, por detrás nadie tiene su puesto asegurado y que haya tantas jugadoras con opciones de victoria dará sabor al circuito”.
Elisa Serramià confía en entrar en el ISPS Handa Women’s Australian Open, que sale del calendario del Ladies European Tour para volver al LPGA Tour, y que se celebra este año en el espectacular Royal Melbourne, sede de la Presidents Cup 2011, en febrero. Las dos siguientes pruebas del calendario estadounidense tienen “field” limitado, con lo que tendría que esperar hasta mediados de marzo para volver a competir en la Founders Cup.
“No me viene mal, ya que apenas he tenido respiros este año. Así puedo descansar un poco hasta marzo. Después de Australia me va bien volver a Miami y entrenar a fondo durante un mes”.
En el horizonte de 2012 en el LPGA Tour, un torneo de “estilo olímpico” por equipos promovido por Mike Whan, comisionado del circuito, con cuatro jugadoras por país y que inicialmente está previsto que se celebre bienalmente en los años que no se juegue la Solheim.
“Por supuesto, estaría encantada de representar a España, en este torneo o en cualquier otro. Desde que supe que el golf volvía a ser deporte olímpico tengo esa ilusión, pero quedan muchos años y aún no se sabe nada del formato ni de sistema de clasificación”, afirma Elisa, que además de esta esperanza tiene objetivos más cercanos a corto, medio y largo plazo.
“Obviamente, conservar la tarjeta, que mis resultados sean más regulares y estar arriba. Si gano, bien, y si no, también. Y pasármelo bien es fundamental. Ves a mucha gente jugando que no disfruta. Para mí eso es importante”.
Y su tono de voz sirve para acentuar este último pensamiento, luminoso y jovial, que parece contraponerse a la disciplina con que Elisa se prepara. En su mundo cabe todo: preparación, método, diversión y, por encima de todo, ilusión: la ilusión con la que encara su primer año en el LPGA Tour.
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