Lee Westwood y Rory McIlroy anunciaron hace unos días su intención de competir la temporada que viene en el PGA Tour. Toda una sorpresa si tenemos en cuenta que este año habían apostado por jugar el europeo y que, seguramente, estarán encantados de que su circuito gane fuerza con respecto al americano.
Un compañero suyo, Martin Kaymer, ha sido el primero en sorprenderse y declaró que le parecía “extraña” su decisión. ¿Por qué un jugador europeo de clase mundial decide cambiar su circuito y emigrar al estadounidense? Hay voces que defienden la decisión argumentando que el nivel en el PGA Tour es superior. Otras, alaban su infraestructura y su solidez económica. La razón por la que el European Tour se encuentra con esta fuga de cerebros puede ser mucho más sencilla: el calendario.
Para mantener la tarjeta en el PGA Tour es necesario jugar al menos quince torneos por temporada, por trece que exige el European Tour. En ambos casos cuentan los cuatro World Golf Championship y los cuatro majors, por lo que un jugador que quiera jugar a ambos lados del Atlántico y se encuentre en el top 50 del mundo ya tiene ocho de esos torneos cubiertos. Tendría que jugar siete torneos más en Estados Unidos para llegar al mínimo necesario y cinco más en Europa. Sin embargo, el proyecto no es tan sencillo dado que habría muchos más jugadores compaginando ambos circuitos. También es necesario ganar lo suficiente como para mantener esas tarjetas y, como se demuestra cada temporada, la competencia es enorme.
Cuando se analizan números lo mejor es acercarse a los de Luke Donald, que ha firmado una temporada prácticamente perfecta. El inglés ha jugado los cuatro majors y tres de los World Golf Championships (se perdió el HSBC Champions en noviembre por el nacimiento de su hija), con lo que ya sumaba siete torneos en ambos circuitos. Dejando estos al margen, ha completado otros doce en el PGA Tour (un total de diecinueve) y otros cinco en el European Tour (un total de doce, a falta del Dubai World Championship). Al final del año, el número uno del mundo habrá jugado un total de 25 torneos entre ambos circuitos y a falta de un torneo es el líder de ambas listas de ganancias.
El caso de Graeme McDowell es similar, con la diferencia de que el norirlandés no ha querido arriesgarse a perder ninguna de las tarjetas y ha decidido jugar más torneos. La consecución de varias victorias a lo largo de la temporada pasada también ha hecho que no quisiera perderse su defensa del título en el Abierto de Gales o Valderrama, y su calendario se ha extendido hasta los 28 torneos. Si hubiera llegado hasta la final de los playoffs de la FedEx Cup (se quedó fuera en el Deutsche Bank), habría llegado a los treinta torneos en un año. Ambos jugadores compaginan ambos circuitos, lo cual es loable, pero supone una dificultad extra si tu estado de forma no es óptimo.
Hay que tener en cuenta otro factor básico y es que, como seguramente habrá vivido Donald este año, lo que más importa son las victorias. Él ha conseguido cuatro en 2011, pero muchos piensan que el jugador del año ha sido McIlroy por cómo consiguió el U.S. Open. Lo verdaderamente relevante en el golf son los cuatro grandes y la mejor forma de prepararlos no es luchando contra el jet-lag o jugando tantos torneos por temporada. Tiger Woods no acostumbraba a sobrepasar los veinte antes de su lesión de rodilla por una buena razón: los picos de rendimiento, o por qué es imposible jugar al máximo nivel las cincuenta y dos semanas del año.
Así que a los jugadores europeos les quedan dos opciones: compaginar ambos circuitos como hacen Donald o G-Mac, o apostar por uno de ellos. La primera de ellas incluye en muchos casos comenzar el año en los Emiratos, viajar a Estados Unidos para disputar dos de los World Golf Championships y el Masters, volver a jugar en Europa en torneos como el BMW PGA Championship e incluso viajar de nuevo para disputar el Abierto de Malasia. Después es necesario sacar tiempo para recuperarse antes del verano para los otros tres majors y los playoffs de la FedEx Cup. Cuando para muchos la temporada está finalizada, vuelta a Europa para cumplir el mínimo del European Tour, algún campeonato más en Asia como el Abierto de Singapur y fin de año en el Dubai World Championship. Las horas en el avión se hacen interminables.
Mientras tanto, Webb Simpson ha jugado prácticamente todos los torneos de esta temporada (un total de 26 en el PGA Tour) sin salir de las fronteras de su país, ya que solo ha cruzado el charco para jugar el Open Championship y la Presidents Cup. Su calendario es mucho más compacto y el viaje más largo lo hace a comienzos del año hasta Hawái, que no desestabiliza en nada su puesta a punto.
Son tiempos difíciles para los europeos que quieren jugar cerca de casa pero sin dejar a un lado el The Players Championship o los torneos que organizan leyendas como Jack Nicklaus o Arnold Palmer. Dejar de jugar el European Tour en la situación actual estaría a la altura de declararse apátrida y no supone una opción real. Jugar más tiempo en Estados Unidos, sin embargo, responde a una necesidad natural: acortar el número de viajes, pasar más días en el país y huso horario en que se juegan tres de los cuatro majors y planificar con exactitud los picos de rendimiento.
Hay una solución alternativa y para qué negarlo, utópica. Quitar el mínimo de torneos en ambos circuitos y dejar que los mejores jugadores del ránking mundial (pongamos, los 25 primeros) elijan dónde quieren jugar. Si se llegara a dar, se frenaría esta fuga de talentos, y Lee Westwood o Rory McIlroy no tendrían que emigrar a Estados Unidos para estar a un buen nivel en los grandes.
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