El día en que Severiano Ballesteros hubiera cumplido 55 años, un jugador profesional llegó al segundo hoyo del playoff del Masters de Augusta y envió su bola, desde el tee del hoyo 10, directa a la derecha. El golpe que tenía por delante era aterrador. Con el green a la derecha y los árboles cubriendo la vía directa al hoyo, lo lógico hubiera sido aproximarse en la medida de lo posible al agujero, buscar el mejor error para salvar el par y esperar el error de Louis Oosthuizen.
Este jugador vistió durante toda la semana de blanco en el Augusta National y es capaz de ver golpes que el resto no se atreven a imaginar. “Tengo un swing, tengo un golpe”, suele decir. Y vaya si lo tenía. Con un sand wedge de 52 grados en la mano, envío su bola a las nubes cerrando para que aterrizara a escasos metros de la bandera. Como si de un artista se tratara, con un driver rosa y conjuntado estrictamente con el campo, Bubba Watson ha dibujado brillante y salvajemente una victoria en el Masters de Augusta.
El derroche de talento desembocó en un mal approach de Oosthuizen, que no conseguía hacer el par y dejaba la chaqueta verde a dos putts de distancia para Bubba. Cuando el último de ellos entró, rompió a llorar. El mismo jugador que parecía un guerrero en la muerte súbita liberaba sus emociones después de una batalla épica, otra más de un domingo en Augusta, y uno de los talentos naturales más extraordinarios que hay hoy día en el golf profesional era premiado con el major que más se ajusta a su personalidad, el grande de los maestros.
Unas pocas horas antes, ni el más aventurado podía haber predicho un desenlace similar. Mientras que Peter Hanson se tambaleaba desde el primer hoyo, Phil Mickelson hacía buenos los presagios que le señalaban como el hombre a batir. De los últimos 21 Masters, el ganador ha estado en el último partido en 19 de ellos. Solo que no esta vez. Oosthuizen llegó con Bubba al hoyo 2 del Augusta National y, desde el centro de la calle, pegó un hierro 4 que dejó su bola rodando a través del green durante más de diez segundos, atravesando pianos y abriéndose paso hacia la bandera: albatros. El cuatro en el Masters desde que Gene Sarazen consiguiera el primer en 1935 en el hoyo 15, el primero de la historia en el hoyo 2.
Este golpe para el recuerdo dejaba a Oosthuizen como líder en diez bajo par, con dos golpes de ventaja sobre Mickelson. El triple ganador de la chaqueta verde llegó al hoyo 4, par 3, y se enfrentó al hoyo que le hizo perder su cuarto Masters. Su bola salió directa a la izquierda e impactó en las gradas, volvió a subir al cielo y terminó cayendo en unos arbustos. Phil podía entonces haber dropado su bola con penalidad para intentar dejarla en green con su tercer golpe, pero prefirió no hacerlo. Necesitó dos golpes a diestras para sacar su bola y uno más para llegar al bunker cercano a green, desde donde consiguió la recuperación. Era su segundo triple bogey del torneo.
Ganar como Phil Mickelson y perder como Phil Mickelson. Lejos de rendirse y abandonar su juego, prosiguió su ataque. Su talento y sus nervios a prueba de bombas le llevaron a conseguir tres birdies más en los siguientes pares 5: hoyos 8, 13 y 15, pero esta vez no fue suficiente. Phil se quedaba fuera en la lucha por el torneo jugando de la única forma que sabe y los aficionados al golf se lo agradecemos. Él es distinto al resto.
Lejos han quedado ya los días en que Woods acaparaba los primeros puestos de los grandes y ahora la competición es feroz. Hay talento, hay hambre de victoria y no hay miedo a conseguirla. A medida que avanzaba la tarde, al igual que el año pasado, el número de ganadores potenciales aumentaba y se destrozaban multitud de apuestas a lo largo y ancho del globo. Mientras el espectáculo alcanzaba cotas altísimas, el destino del torneo navegaba en el caos.
Padraig Harrington entró en la lucha como si no hubiera pasado un día desde que ganara el PGA Championship en el año 2008. Ya no entraban en juego sus múltiples cambios en el swing ni sus últimos malos resultados. Era el jugador que dejaba su bola siempre cerca del hoyo en disposición de un nuevo birdie, sin importar de donde viniera, y hubiera conseguido ganar este Masters si sus putts hubieran entrado. Tuvo cuantiosas ocasiones durante los segundos nueve hoyos para, partiendo de menos cuatro, llegar a diez bajo par. Algo muy distinto le sucedió a Ian Poulter, que decidió finalmente salir de la cueva donde se encontraba refugiado los últimos meses a base de brillantez en los greenes. Las voces que revoloteaban a su alrededor afirmando que no es un jugador de primera línea se orientaron hacia otros jugadores.
Y como no, en la vorágine de candidatos también se encontraba Lee Westwood. El hombre con un juego largo tan bueno que su juego corto queda retratado en cada actuación. De los jugadores que pasaron el corte, solo tres hicieron más putts que Westwood, y eso viniendo del tercer clasificado es mucho decir, sobre todo de su juego largo. Si alguien quería distinguirle como el mejor jugador sin un major, esta semana tiene un argumento más. Desgraciadamente para él, los grandes se ganan en los greenes.
Con Mickelson descartado como candidato, a dos golpes de distancia en el hoyo 18, Oosthuizen y Bubba fueron a firmar sus tarjetas sabiendo que se enfrentarían en un playoff por la victoria. Sería el segundo grande para Louis después del Open Championship, el primero para Bubba después de perder un desempate por el PGA Championship 2010. En el momento en que ambos se saludaron de nuevo en el hoyo 18 comenzaba a atardecer en el Augusta National y el golf comenzó a tener tintes de western. La tensión en el ambiente era palpable, pero era mucho mayor la concentración de ambos.
Bubba salía primero y fijó con tal fuerza su mirada en el objetivo que parecía que fuera a pegar la bola con los ojos. La suya fue una actitud frente al playoff digna de estudio y hubiera bastado mirarle durante un segundo cara a cara para saber que ese hombre quería ganar el torneo por encima de cualquier cosa. Enfrente tenía a un rival que, lejos de esconderse, iba a responder a su ataque. Ayer, después de ver como ganaba un Abierto Británico, pudimos ver a Oosthuizen a través de sus gafas. No se sabía cómo iba a reaccionar en una situación de tal tensión, pues no la había vivido antes, y el jugador que pudimos ver no se quedará sólo con un major. Louis demostró que mentalmente es incluso más rocoso que de tee a green.
Tras quedar en tablas el primer hoyo de desempate, la acción se desplazaba al tee del 10. Unos pocos golpes después, entre los árboles, Bubba nos hacía recordar a Severiano y a los pocos minutos el guerrero rompía a llorar. “Estoy acostumbrado a fallar calles. Estoy acostumbrado a jugar desde los árboles, al rough. Hace que me concentre”, declaraba el ganador del Masters de Augusta. “Nunca llegué tan lejos en mis sueños.”
Asian Tour Augusta National Bubba Watson Especial Masters 2012 en Crónica Golf European Tour Gene Sarazen Ian Poulter Lee Westwood Louis Oosthuizen Masters de Augusta Miguel Ángel Jiménez Padraig Harrington Peter Hanson PGA Tour Phil Mickelson Rory McIlroy Sergio García Severiano Ballesteros Tiger Woods
Deja un comentario