El US Open de 1985 se disputó en un campo de nueve hoyos. Por aquella época era algo normal, ya que la mayoría de campos en Estados Unidos contaban con ese número de pruebas. De hecho, hace treinta años, la mitad de campos en ese país tenían esa superficie; no había ningún estigma con ello. Las vueltas de dos horas eran tan comunes como un slice desde el tee de salida.
A medida que el golf se expandió a lo largo del siglo XX, la gran mayoría de nuevos campos se construyeron con 18 hoyos. Era algo lógico, ya que sus miras eran altas y podían sacar más ingresos si contaban con una mayor oferta para sus jugadores. Nada de esto fue hecho a propósito. Sí, la mayoría de torneos se disputaban a lo largo de ese número de pruebas debido a que se comenzó a hacer así en St. Andrews, pero ese número, establecido a mediados del siglo XVIII, bien podía haberse quedado en trece o en veintidós.
Se ha tratado de una adaptación progresiva. Se fueron construyendo más y más campos con 18 pruebas y los jugadores comenzaron a pensar que nueve no eran suficientes. Esta idea comenzó a expandirse con más fuerza en los noventa, cuando Tiger apareció en escena y el golf sufrió una popularización que no conocía desde Arnold Palmer. Comenzaron a aparecer las vueltas de cinco horas y muchos se fueron alejando del golf, sabiendo que no tenían tanto tiempo libre a lo largo de la semana.
Ted Bishop, Presidente de la PGA of America y propietario de unas instalaciones de 45 hoyos en Indianapolis, declaró este año: “Tenemos que conseguir que las personas vuelvan a pensar en jugar nueve hoyos en dos horas. Es una buena forma de acercarse a los que todavía no lo juegan y a aquellos que ya lo hacen. La ronda de 18 hoyos tiene su función, pero vamos a ver cuántos podemos atraer con una oferta de nueve hoyos rápidos”. En su campo se pueden jugar ese número de pruebas por diecinueve dólares a partir de las cuatro de la tarde. “Ahora hay un montón de gente por aquí que no había visto antes”, declaró.
Una medida tan sencilla, acompañada de un precio reducido, ha provocado que muchos aficionados vuelvan a engancharse al golf; algo que no se ha popularizado demasiado en España. A través de campañas de promoción o una mínima reducción en el green fee de 18 hoyos, no son muchos los campos que ofrecen una tarifa para solo nueve pruebas. Pueden jugarlas, por supuesto, pero pagando el doble de lo que realmente utilizan.
Es una de las causas que ha provocado que el número de golfistas siga cayendo y nadie parece dispuesto a ponerle remedio. Nueve hoyos, además, ayudarían sobremanera en acelerar el ritmo de juego en un campo, ya que resulta más sencillo controlar un tiempo de dos horas que uno de cuatro. Luke Donald, esta semana, comentó su preocupación por el reflejo de esta lentitud en los más jóvenes: “Muchos de los juniors que están viendo el golf por la televisión están cogiendo malos hábitos, comprobando que muchos profesionales se toman su tiempo en cada impacto”. George O’Grady, Director Ejecutivo del Circuito Europeo, también está al tanto de este problema: “La última vez que lo comprobé, a finales de este año, habíamos tenido cuatrocientos casos de jugadores a los que se les pone el cronómetro a lo largo de su vuelta, con doce penalidades impuestas”.
Es un reflejo de lo que le está ocurriendo a este deporte: más tiempo, más recursos y menos jugadores interesados en dedicar casi todo su tiempo libre a una sola actividad. La solución puede parecer muy compleja, pero una ronda rápida de nueve hoyos a un precio acorde (la mitad de lo que cuestan dieciocho) podría ayudar sobremanera a combatir el juego lento y, para qué negarlo, fidelizar a los golfistas.
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