Después del rendimiento más pobre de su carrera en el Masters, Tiger Woods llegaba al Quail Hollow Club con la intención de redimirse y firmar un buen resultado en el Wells Fargo Championship. No fue así. Después de no conseguir un solo birdie en los pares 5 de su segunda vuelta, finalizó con un resultado de 73 golpes (uno sobre el par) y, por octava vez como profesional, falló el corte en un torneo del PGA Tour.
Un hook con un hierro en el hoyo 12, tres putts en el 13 y un chip deficiente en el 18 hicieron inútiles sus dos únicos birdies del día. El estadounidense señaló a su antiguo swing como responsable de estos fallos: “Salgo a jugar y quiero sentirme cómodo, por lo que sigo mis viejas costumbres. He pegado a la bola fatal”. Más extraño aún que Woods fallando un corte fue lo que sucedió a raíz de uno de sus peores golpes de la jornada; Tiger perdió la bola y no fue penalizado.
Intentando alcanzar en dos golpes el green del hoyo 5, envió su bola directamente a la izquierda. Al instante un grupo de gente se aglomeró en la zona donde la bola había botado y para cuando Woods llegó aquí, había desaparecido. En condiciones normales, al no encontrar su bola, un jugador debería haber vuelto al punto desde el que pegó su último golpe y jugar desde allí pero no fue lo que sucedió en este caso. Mark Russell, árbitro del circuito, habló con varias personas entre el público y determinó que alguien había cogido la bola y dejó dropar a Tiger sin penalidad.
“Había cinco o seis personas que corrieron hacia donde estaba la bola y lo siguiente que supe es que había montones de personas pero ninguna bola”, declaró Woods. “No había nada en ese área. Miramos por la zona un rato y entonces vino Mark y analizó la situación y lo que había pasado”. Russell dijo que si el área hubiera estado llena de arbustos o pinaza hubiera aplicado una regla distinta; pero al tratarse de un área tan despejada y al ver varios espectadores botar la bola sólo había una solución posible. “Siempre pienso: ‘Si no puedes encontrar la bola, está perdida’. Pero basándome en los hechos, alguien debía haber cogido la bola”, declaró el árbitro.
Un situación muy similar tuvo lugar en el Bridgestone Invitational del año 2006, en que Tiger envió su bola pasado el green del hoyo 9 de Firestone. Pegó en un camino asfaltado, voló hasta el tejado de la casa club y nadie fue capaz de encontrarla. Woods obtuvo un dropaje sin penalidad porque la zona no estaba marcada como fuera de límites. La principal diferencia con la situación vivida ayer fue que, en aquella ocasión, Tiger ganó el torneo.
Mientras que muchos jugadores juegan sin apenas público sus vueltas, grandes multitudes siguen al estadounidense allí donde juegue. Las desventajas son evidentes: más ruido, más movimiento, una foto a destiempo o el sonido de un teléfono móvil; sin embargo es complicado que pierda su bola. La de ayer fue una situación más de la que salió favorecido por esta circunstancia. La verdadera polémica reside en que, a pesar de lo minuciosas que intentan ser las reglas del golf, ayer la clave para resolver el problema fue la opinión de un espectador, que pudo ser objetivo o no. ¿Qué hubiera pasado si otro hubiera dicho que la bola había botado hacia un hazard? ¿Qué opinión hubiera pesado más? Parece peligroso depender de algo tan inestable como las impresiones del público, sobre todo cuando en el mismo día Ryan Moore fue penalizado porque su bola se asentó ligeramente en el green mientras ejecutaba un putt de poco más de un palmo. Ese grado de minuciosidad no se aplicó ayer por igual en ambas situaciones.
1 comentario a “El dropaje gratuito de Tiger Woods”
Pues no estoy nada de acuerdo, lo siento. Creo que el árbitro actuó muy correctamente y de acuerdo a las Reglas. Reglas que son para todos iguales y que entre otras cosas se basan en que ante situaciones iguales se actúe de igual forma, por eso no se pueden comparar situaciones distintas.
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