Íñigo Urquizu es, ante todo, un enamorado del golf. Este joven profesional español, después de formar parte del Pro Spain Team 2011, ha decidido dar un golpe de timón a su carrera y lleva varios meses ejerciendo de caddie de varios golfistas de nuestro país. Urquizu nos cuenta su increíble experiencia en el Open Championship, en la que llevó la bolsa a Alejandro Cañizares.
Muy buenas a todos:
Voy a contaros mi experiencia en el todavía reciente Open Británico, The Open Championship, celebrado hace poco más de una semana en Royal Lytham & St Annes.
Os preguntareís que hacía yo en Inglaterra si no estaba clasificado para jugar. Tras mis pobres actuaciones durante la temporada 2011 y, a pesar de haber realizado una intensa pretemporada este invierno, he decidido finalmente dejar de competir por una simple razón: ya no me divierto.
Y ahora soy caddie. Me encanta hacer de caddie, siempre me ha gustado, y me permite seguir disfrutando de mi juego preferido: el golf. Este año he llevado la bolsa de mi «hermano» Jesús Legarrea en el Open de España, la de Tania Elósegui en tres torneos del Ladies European Tour y, sorprendentemente, Alejandro Cañizares me llamó hace un mes para hacerme una propuesta irrechazable: ser su caddie en el Open de Francia, el Open de Escocia y el Open Británico.
Llegué a Lytham St Annes, localidad costera del noroeste de Inglaterra, procedente de Inverness, donde Alejandro terminó undécimo en el Open de Escocia. Siete horas de coche con los caddies angloparlantes de Pablo Larrazábal y Rafael Cabrera-Bello y a dormir en un bed & breakfast en Blackpool. Vida de caddie total.
El lunes llegué temprano al club porque no podía esperar más. El Royal Lytham & St Annes es uno de mis campos links preferidos. Tuve la suerte de jugar allí el British Amateur en 2007 y he visto en incontables ocasiones las imágenes de las dos espectaculares victorias de Severiano Ballesteros. El campo está defendido por 205 bunkers. Sí, he tecleado bien, 205, a una media de más de 11 bunkers por hoyo. Como podréis imaginar, evitar estas trampas de arena es una de las claves para poder hacer un buen resultado.
Por lo tanto, lo primero que hice nada más llegar fue acreditarme como caddie e ir a andar el campo, libro de yardas en mano. Lógicamente, ya había jugadores entrenando y pude ver de cerca a Dustin Johnson o acompañar durante un par de hoyos a los siempre divertidos jugadores argentinos, en este caso, Ángel «Pato» Cabrera, Andrés «Pigu» Romero y Rafa Echenique, el mejor clasificado de los tres al final de la semana. Al mediodía llegó mi jugador, Alejandro, y estuvimos unas cuantas horas trabajando en el campo de prácticas y en el putting green.
Al día siguiente, martes, salimos a jugar la vuelta de entrenamiento con Álvaro Quirós y Gonzalo Fernández-Castaño. Estas vueltas suelen ser muy amenas porque los jugadores todavía están relajados y, tratándose de Álvaro y Gonzalo, hay bromas y risas garantizadas. Los días de práctica sirven para estudiar el campo y elegir la mejor estrategia para afrontarlo con garantías. En el caso de los campos links, es muy probable que sople el viento y que éste cambie totalmente de dirección de un día para otro, con lo cual hay que tenerlo en cuenta para no llevarse muchas sorpresas el día de la competición.
También es en estos días cuando los jugadores adaptan el material al tipo de campo. En su caso, Alejandro optó por quitar el híbrido o rescue de la bolsa y meter en su lugar un hierro 2, con el que la bola se mantiene más cerca del suelo y no se ve tan afectada por el viento. En el campo de prácticas aproveché para ver de cerca a algunos de mis jugadores favoritos, como Tom Watson, John Daly o Phil Mickelson. ¡Qué felicidad!
El miércoles volvimos a entrenar con Álvaro y Gonzalo, pero ésta vez hicimos únicamente 11 hoyos: del 1 al 6 y del 14 al 18. A los jugadores les gusta llegar frescos a la competición y por eso intentan descansar el miercoles por la tarde. Después de los 11 hoyos, comimos algo rápidamente y a practicar. Para mi alegría, en el campo de prácticas estaba Tiger Woods, en mi opinión, el mejor jugador de la historia de este deporte. Hipnotizado, le ví pegar bolas hasta que me acordé de que no había ido al Open de espectador sino como caddie de «Cañi», así que volví donde él estaba por si necesitaba cualquier cosa.
Aunque Alejandro había desplegado un gran nivel de golf en Escocia la semana anterior (acabó con -13 a sólo cuatro golpes del ganador), en Lytham su swing no fluía de la misma forma y con la ayuda de su entrenador (Mike, del equipo de Pete Cowen) trataba de recuperar alguna buena sensación que le devolviera la confianza. Tras dos largas horas pegando bolas bajo la lluvia y una hora en el putting-green, nos fuimos a descansar. Ya quedaba menos para el comienzo del Open.
El madrugón del jueves fue importante. A las 4.30 de la mañana sonó el despertador y a las 5.15 ya estabamos desayunando en el Royal Lytham & St Annes. Tras alimentarnos debidamente nos dirigimos al campo de prácticas a iniciar el calentamiento. Alejandro seguía sin encontrar sus mejores sensaciones. Después de pegar bolas, dedicamos media hora al juego corto.
A las 7.14, tras la presentación del starter, empezó nuestro Open. Los compañeros de juego de Alejandro eran el indio Jeev Milkha Singh, ganador del Open de Escocia de la semana anterior, y el zurdo australiano Greg Chalmers, jugador habitual del PGA Tour. Aunque las condiciones climatológicas eran inmejorables, el arranque no fue el esperado: visitamos tres «pot» bunkers en los tres primeros hoyos para arrancar con tres bogeys. Pares al 4 y al 5. En el 6, el golpe de salida de Cañi acabó en el rough alto del lado izquierdo de la calle, y salimos del hoyo con un doble bogey. Par al 7 y bogeys al 8 y al 9 para un global de +7 en los nueve primeros hoyos, un duro varapalo para el que no estabamos preparados.
Sin embargo, lejos de hundirse, Cañi siguió peleando y completó unos segundos nueve hoyos magistrales con 3 birdies y 6 pares, para un acumulado de 74 golpes. Un ejemplo de actitud y de garra. ¡Enhorabuena! Mientras, Adam Scott se hacía con el liderato tras una magnífica vuelta de 64 golpes (-6).
Al día siguiente, empezamos a jugar a las 12.15. Alejandro seguía enchufado y arrancó con birdie en el 1, tras embocar un putt de 6 metros. Tras dos bogeys en el 2 y 3 contrarrestados con birdies en el 7 y 9 marchabamos con -1 en el día, un acumulado de +3, y muchísimas opciones de pasar el corte. Pero el golf tiene estas cosas, y cuando mejor estaba jugando Alejandro, un pequeño despiste y otra vez a remar a contracorriente. Después del birdie del 9, donde Cañi pegó uno de los mejores tiros de la semana dejando la bola prácticamente dada, se plantó en el tee del 10. Ya estaba colocado delante de la bola a punto de iniciar el swing con la madera 3 cuando unos gritos provenientes de la calle le desconcentraron. Se quitó, volvió a realizar la rutina, le atizó a la bola pero está salió directa al terrible rough de la izquierda. Un poco acelerado por el fallo, Alejandro sólo consiguió sacar la bola del rough en su segundo intento lo que nos costó un doble bogey. A pesar de seguir pegando muy buenos golpes y crearse opciones de birdie, los putts no querían entrar. El esperanzador birdie del 16 nos permitía seguir soñando con jugar el fin de semana, pero el bogey del 17 enterraba todas nuestras opciones. Un bogey más, fruto de la impotencia, en el hoyo 18, hacía que la despedida fuera más dura aún. Al finalizar el día, Brandt Snedeker lideraba con un acumulado de -10 con un golpe de ventaja sobre Adam Scott. El corte se situaba en +3 y cuatro de los siete jugadores españoles presentes en el Open lo superaron: Jimenez, Cabrera-Bello, Fernandez-Castaño y Larrazabal.
Aunque el bajón moral tras fallar el corte era considerable, decidí quedarme a ver el desenlace de la competición.
El sábado estuve viendo a mi amigo Rafa Cabrera-Bello, al que no traje demasiada suerte. Tras un pequeño descanso para reponer fuerzas, volví al campo a empaparme de golf, como un niño. Un poco cansado físicamente, decidí echar el ancla en la tribuna que estaba detrás del green del hoyo 11, y ver cómo iban pasando los jugadores. Aunque dormí una breve siesta en dicha tribuna, no quería que se acabara el Open. El ambiente que se respira es único. Os lo recomiendo, sin lugar a dudas.
Y llegamos al domingo. El australiano Adam Scott saldría como líder, con una ventaja de 4 golpes sobre el norirlandes Graeme McDowell y el estadounidense Brandt Snedeker y 5 sobre Tiger Woods. Aparecí en el campo a las 7 de la mañana, justo a tiempo para ver el arranque de Rafa Cabrera-Bello. Tras acompañarle durante 7 hoyos y ver que su juego volvía a su cauce habitual, sólido como una roca, me dirigí al green del 10 donde se encontraban Tom Watson y John Daly. Disfruté viendoles jugar unos cuantos hoyos, esperé en el 18 la llegada de Rafa y su familia y comí con ellos.
Cuando salí del Players’ Lounge, noté que se había formado bastante revuelo: Tiger acababa de llegar al parking. Se dirigió al putting green y yo hice lo mismo. Después de una espectacular sesión donde embocaba todo lo que tiraba desde 3 metros hacia el hoyo, me fuí rápidamente al campo de prácticas a coger sitio para poder ver de cerca a mi ídolo. Con mi acreditación de caddie me coloqué a escasos tres metros de Tiger, y observé su calentamiento. Lo que más me llamó la atención es que pegó todos y cada unos los golpes con un guante debajo de su axila derecha, imagino que buscando que su brazo derecho estuviera muy conectado al cuerpo durante todo el swing. Se acercaba la hora de salida de Tiger y me fuí al green del 1, a coger sitio para ver su golpe de salida. Ví sus cinco primeros hoyos, cinco pares, pero la marea de gente era tal que decidí ver el resto en una de las pantallas gigantes que había en el recinto. Mientras me dirigía al lugar, jarro de agua fría en forma de triple bogey, Tiger agotaba sus opciones de victoria salvo milagro.
Después de hacer birdie en el 14, todo hacía indicar que Scott se íba a llevar la Jarra de Clarete. Cuatro golpes de ventaja sobre Ernie Els y cuatro hoyos por jugar. Me senté en la tribuna del green del 16, donde Els desperdiciaba una clara opción de birdie. Bogey de Scott en el 15, uno de los hoyos más difíciles del campo. En el 16, un par 4 corto que siempre será recordado por el magnífico birdie de Seve en el Open de 1979 desde un improvisado parking, Adam Scott dió sus primeras muestras de flaqueza. Hizo bogey desde 100 metros, fallando un putt de menos de un metro. Para poner el torneo más emocionante, Ernie cerró su gran actuación con un impecable birdie en el 18. La ventaja era tan sólo de un golpe. Scott, afectado, falló el green del 17 por donde jamás se debe hacer cuando la bandera está en la parte izquierda, por el lado izquierdo. Otro bogey y empatado con Ernie en el tee del 18. La tragedia se consumó cuando su madera 3 fue a parar a uno de los múltiples bunkers que minan la calle del 18. Después de un buen tercer golpe, tenía un putt de 3 metros para salvar los muebles y adentrarse en un playoff. La bola se escapó claramente por la izquierda del hoyo y Ernie Els, que esperaba en el putting green, ganaba su cuarto major, diez años después de su victoria en Muirfield.
Durísimo final para un Scott desolado, que regalaba literalmente el torneo. Pero así de duro es este juego a veces. Si sigue jugando así, Scott volverá a estar arriba en más torneos grandes. Pero los fantasmas de Lytham estarán ahí. Esperemos que consiga ser más fuerte que ellos.
Alejandro Cañizares Álvaro Quirós Andrés Romero Ángel Cabrera Asian Tour Brandt Snedeker Dustin Johnson European Tour Gonzalo Fernández-Castaño Graeme McDowell Greg Chalmers Íñigo Urquizu Jeev Milkha Singh John Daly Miguel Ángel Jiménez Open Británico Open Championship Open Championship 2012 PGA Tour Phil Mickelson Rafa Cabrera-Bello Rafael Echenique Royal Lytham & St. Annes Golf Club Tiger Woods Tom Watson
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