Han llegado con opciones a la última jornada en los escenarios importantes, pero aún no han conseguido finalizar en primera posición. Las horas de entrenamiento, su calendario, la preparación física y mental… todo gira en torno a cuatro semanas señaladas en rojo. Son los mejores jugadores del mundo sin un major en sus vitrinas; hombres llamados a dar el primer gran zarpazo de su carrera durante los próximos días en Muirfield.
Ian Poulter. El mejor jugador del mundo en match play estará preguntándose por qué cambiaron el formato del PGA Championship allá por los ciencuenta. Poderoso en el uno contra uno pero, por alguna razón, dubitativo cuando se trata de sumar golpes. Poulter lleva desde que finalizara la Ryder Cup buscando una fórmula para trasladar su agresividad y pasión a los majors, su gran cuenta pendiente con el golf. Acumula seis top 10 a lo largo de su carrera, incluyendo una segunda posición en el Open de 2008. Semana para redimirse.
Jason Day. Es extraño que uno de los mejores del mundo sin un major tenga tan solo 25 años y una victoria en el PGA Tour, pero cuando se acercan las semanas importantes, este australiano acostumbra a sacar lo mejor de sí mismo. Su primer gran aviso al mundo llegó hace un par de temporadas, cuando encadenó tres top 10 consecutivos en el PGA Championship (décimo), Masters (segundo) y US Open (segundo). Tras un 2012 algo aciago, Day ha vuelto por la senda que le convirtió en un jugador referencia. Tercero en Augusta y segundo en Merion. Hagan sus apuestas, pero este chico otorga cierta seguridad en un deporte imprevisible.
Dustin Johnson. Cinco temporadas seguidas con victorias. En ocasiones, parece que Dustin ha desaparecido del mapa y no lucha con cotidianidad por ampliar su palmarés, pero este no ha dejado de crecer desde que desembarcara en el PGA Tour. Cuando su potencia se aúna con el control de las buenas semanas, es muy difícil de superar. Quinto en el PGA, segundo en el Open y octavo en el US Open son sus registros en los grandes, pero la facilidad con la que a veces surge en lo más alto de la clasificación supone una amenaza constante. No se le puede dejar de lado.
Hunter Mahan. No es conocido por su gran capacidad para controlar los nervios en los últimos hoyos, pero la consistencia de su swing ha hecho de Hunter un contendiente habitual en los grandes. Acumula cinco top 10 en su carrera y parece ir a más, sobre todo después de su cuarto puesto en Merion. La asignatura pendiente: hacer que su juego corto sea un arma en los últimos hoyos, y no una desventaja.
Jason Dufner. Caso similar al de Johnson; un swing consistente que destaca cuando los campos son llevados al límite. Dufner apareció en escena en el PGA Championship de 2011 y tras la opacidad y la indiferencia de su rostro se pudo a un enorme jugador de golf. La presión, entonces, pudo más que su confianza y un Keegan Bradley envalentonado se alzó con la victoria. Eso sí, el Dufner de aquel torneo no es el mismo de ahora. Ha sumado varias muescas a su revólver y ha sabido manejarse bien en el difícil arte de cerrar los torneos. Su momento puede estar muy cerca.
Brandt Snedeker. Solo una cosa ha separado al hombre más eléctrico en los greenes de su primer grande: las últimas jornadas. Por alguna razón, el jugador consistente que convierte los hoyos en aspiradoras no rinde tan bien cuando sabe que el triunfo está muy cerca. Le sucedió en el Masters de 2008 y en el de este año, aunque tiene muy clara una cosa: está capacitado para conseguirlo. En el último Open Championship se pasó dos jornadas sin cometer un solo bogey. Esta semana tendrá la oportunidad de demostrar que cree en sí mismo, sin importar el escenario o las condiciones.
Matt Kuchar. Entre el año 2002 y el 2009, Matt Kuchar apenas pudo disputar varios grandes. El prometedor amateur que había dominado el golf universitario estadounidense lo estaba pasando muy mal para adaptarse a la vida en el circuito, pero en cuanto lo hizo su golf explotó. En los últimos cuatro años acumula cinco top 10, con mención especial al Masters del año pasado, donde finalizó tercero. Ninguna parte de su juego flaquea y solo falta que se unan todas ellas durante una semana; las calles, los greenes y esa enorme consistencia en los putts inferiores a dos metros.
Lee Westwood. Quince top 10 en los majors, dos veces segundo, cinco tercero, siete entre los tres primeros… Los números del eterno aspirante en los grandes bien merecerían por sí mismos un gran trofeo, pero siempre, en cualquiera de esas semanas, algo ha terminado fallando; normalmente su juego corto. Sin embargo, Lee estuvo trabajando arduamente el pasado invierno y ya ha visto recompensado el esfuerzo con un octavos puesto en el Masters y un decimoquinto en el US Open. Para él puede que ya no signifique nada, pero implica que sigue al acecho y que, en Muirfield, puede volver a tener una oportunidad.
Luke Donald. Uno de los jugadores más completos del mundo, capaz de dominar las listas de ganancias a ambos lados del Atlántico, y bloqueado cuando se trata de cazar la primera gran presa. Luke, a pesar de no ser un gran pegador, es capaz de ganar a cualquiera donde sea y ya dio pistas de lo que podría avecinarse en el último US Open, donde salió con todas las opciones el domingo. Si consigue sentirse de nuevo como el número uno en Muirfield cogería el testigo que dejó en el suelo Nick Faldo.
Sergio García. Ningún jugador sin un major (incluido Colin Montgomerie) iguala sus 18 top 10 en las grandes citas. Como os comentamos en esta entrada, el castellonense llega en un gran momento a Muirfield y tiene más ganas que nadie de sacudirse viejos fantasmas, salir a jugar y olvidarse de aquel último putt en Carnoustie. Este es su torneo y está preparado para afrontar responsabilidades.
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