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Clarke, un afable tipo duro

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Óscar Díaz | 19 de julio de 2011

Darren Clarke es amable, cercano, bonachón… la imagen perfecta del héroe del pueblo a quien el público admira porque lo ve como “uno de los suyos”. Pero el de Dungannon sabe sufrir. Aunque podría decirse lo mismo de todos aquellos que mantienen su presencia de ánimo para imponerse en el cuarto día de un grande, lo cierto es que el norirlandés no ha tenido una vida fácil.

De joven, y gracias al físico de impresión que gastaba (1,90, bien escoltados por una cifra de kilos que rondaba la centena), Clarke jugaba de flanker abierto en un equipo de rugby, uno de los puestos de más responsabilidad, y aunque “era algo lento” según su padre, se dejaba la piel en el terreno de juego.

Posteriormente, Clarke estuvo a diez minutos de fallecer en un atentado. El IRA puso una bomba en el pub de Belfast en el que se ganaba la vida como barman y Clarke, tocado por la proverbial “suerte de los irlandeses” salió poco antes de que estallara.

Clarke era un notable golfista amateur que consiguió varias victorias de relumbrón (como su triunfo en 1990 en El Saler, en la Copa de Su Majestad El Rey, después de derrotar en la final al alemán Sven Struver), pero tardó en encontrar su hueco en las filas profesionales. No obstante, en su primera victoria, el Alfred Dunhill Open belga, se imponía a un plantel de lujo (le siguieron Nick Faldo y Vijay Singh) y, curiosamente sucedió en el título a un jugador que con el tiempo se ha convertido en uno de sus mejores amigos y que comparte su gusto por los puros, el rioja y los coches veloces: Miguel Ángel Jiménez.

Clarke se iba asentando en la élite y en 1998 se hacía con su primer gran triunfo, el Volvo Masters, victoria que le metía en un top 20 del mundo que tardaría en abandonar. Clarke era un jugador hábil y aguerrido que se había ganado el respeto de sus iguales, un respeto que alcanzó cotas inéditas después del Andersen Consulting Match Play Championship de 2000.

Famosa es la anécdota de la pregunta que le formuló un periodista estadounidense antes del inicio de este torneo de los campeonatos del mundo, antecesor del actual WGC Accenture Match Play. “¿A qué jugador temes, Darren?”, inquirió el periodista antes del inicio de la competición. La respuesta del irlandés, con cierto tono burlón, pero sin margen para la réplica: “Mido casi 1,90 y peso más de 100 kg. ¿A quién voy a temer?”

Clarke puso en práctica esa máxima a lo largo de toda la competición y se jugó el título con el número 1 del mundo, Tiger Woods, al que se atrevió a decir durante el partido: “Cuanto mejor juegues, mejor quedaré. Sigue así.”

Butch Harmon, que era entrenador de ambos en aquel entonces, se quedó sorprendido ante el rendimiento del norirlandés (que se impuso por 4&3 a Tiger): “Hoy he visto a un Darren Clarke que no había visto antes. Sabía que era capaz de ello, pero le ha hecho a Tiger Woods lo que Tiger Woods les hace a los demás. Le ha dado una paliza y lo ha hecho mientras le miraba a los ojos”.

Sin embargo, en lugar de convertirse en enemigo jurado de Tiger, aquel enfrentamiento forjó un vínculo eterno y Darren cuenta al californiano entre sus mejores amigos (hasta el punto que Tiger le envió varios mensajes de texto con ánimos y consejos una vez celebrada la tercera vuelta del Open).

Sin embargo, esta dureza se convirtió en vulnerabilidad cuando a su mujer, Heather, le diagnosticaron un cáncer de pecho que fue haciendo mella en su salud y acabó con su vida en agosto de 2006. Inolvidables fueron las escenas de Darren Clarke apenas dos meses después, en el hoyo 16 del K Club, abrazado a Olazábal y llorando ambos desconsolados después de que el irlandés consiguiera su tercer punto en otros tantos partidos de la Ryder Cup a la que acudió gracias a la invitación del capitán Ian Woosnam, una imagen que sirvió para resumir el torneo y recordar que el equipo europeo es algo más que un puñado de jugadores que se reúnen cada dos años para defender el supuesto honor del continente.

Además, el padecimiento de su esposa le acercó a la familia Mickelson; Clarke fue uno de los primeros en llamar a Amy y a Phil cuando a la primera le diagnosticaron el mismo mal que sufrió su esposa Heather y fue un apoyo inestimable en aquellos difíciles momentos, y desde entonces los Mickelson son amigos íntimos del norirlandés. Sin duda, Clarke se hace querer.

Después de varios años en los que Clarke decidió dar prioridad a la educación de sus hijos y centrarse en reconstruir su vida privada (se ha prometido con Alison Campbell, ex miss Irlanda del Norte y empresaria y dueña de una agencia de modelos) y poner en marcha diversas iniciativas benéficas (la Darren Clarke Foundation se dedica a fomentar el golf entre los más jóvenes y también recauda fondos para luchar contra el cáncer de pecho).

Y Clarke se ha visto recompensado con un 2011 de ensueño. Después de pasar por momentos muy duros en la primera parte de la temporada, Clarke, apoyado por su guardia pretoriana (que encabeza Chubby Chandler, el superagente que rige los destinos de McIlroy, Westwood, Schwartzel y Clarke, entre otros) logró su primera victoria en tres años en el Iberdrola Open jugado en Pula Golf, y el norirlandés se ha reivindicado en este Open Championship y su victoria ha conseguido el aplauso unánime del público y la prensa. Una victoria basada en el gran juego de Clarke, pero no exenta de una pizca de suerte en momentos puntuales, como cuando la bola decidió colarse entre los dos búnkeres que custodiaban el green del hoyo 9 para cruzar mansamente hasta una posición inofensiva. De nuevo la proverbial suerte de los irlandeses… o la presencia de su particular ángel de la guarda, que tuvo que hacer horas extra en el difícil Royal St. George’s.

“Está claro que alguien me está viendo desde ahí arriba, y que se siente muy orgullosa”.

Sin duda, Darren. Sin duda.