El Real Club de Golf La Herrería lleva siendo una referencia para los aficionados madrileños desde que se inauguró en 1966. Situado en la falda meridional de la sierra de Guadarrama, fue diseñado por Antonio Lucena y remodelado más tarde, en el año 2000, por José Gancedo. En un área de 75 hectáreas, cuenta con 18 hoyos de una longitud total de 6.122 metros (desde barras blancas), lo que no lo convierte, ni mucho menos, en uno de los campos más largos de la comunidad. Esto provoca que las preguntas que se tiene que formular el jugador vayan más allá de pegar un golpe en el centro de la cara del palo y donde la estrategia o el juego corto cobran una especial relevancia.
El diseño está claramente dividido en dos partes. La sur está rodeada de un espeso robledal que recorta las calles y protege los greenes, desafiando la precisión y la regularidad del aficionado en prácticamente cada golpe. En ocasiones, se puede pegar un palo distinto al driver desde los tees de salida, como en los hoyos 4 y 6, que son pares 4 bastante cortos; sin embargo en la misma vuelta se puede encontrar otros verdaderamente exigentes, como el primer y segundo hoyo, superiores a los 400 metros desde barras amarillas. Esta variedad es uno de los puntos fuertes de esta parte del recorrido y hace que cualquier jugador, sin importar su nivel, se vea obligado a utilizar muchos palos de su bolsa. Nada que ver con la monotonía que se vive en otros recorridos. Los primeros nueve hoyos de la Herrería son muy exigentes, premian la consistencia y pueden hacerse en pocos golpes si el juego corto está a la altura.
La parte norte es considerablemente distinta. Está construida en un espacio más abierto, por lo que el margen de error es mucho mayor y, a pesar de ser par 36, se extiende prácticamente a lo largo de la misma distancia que los primeros nueve (que son par 35). Esto se debe a que no cuenta con ningún hoyo excesivamente largo, de hecho, se podría considerar que la tanto los pares 4 como los pares 5 son pruebas relativamente cortas, ya que los primeros no superan en ningún caso los 400 metros y los segundos no alcanzan los 500 desde barras blancas. Si unimos este factor a que el jugador cuenta con más espacio para fallar desde los tees de salida, nos encontramos ante unos hoyos más amables y que incluso pueden ser de recuperación para los más avezados.
A pesar de tratarse de dos vueltas bien diferenciadas, La Herrería mantiene cierto equilibrio entre ambas y en ningún caso el jugador siente estar ante dos campos distintos; los requisitos para hacer pocos golpes no cambian. No es un recorrido para grandes pegadores que buscan beneficiarse desde los tees de salida, sino para aquellos que son capaces de repetir el mismo golpe de forma habitual y que no le tienen miedo a los putts de dos o tres metros, ya que sus greenes son pequeños y es fácil encontrarse haciendo recuperaciones en cada uno de sus hoyos. La más emblemática es la parte sur, es decir, los primeros nueve hoyos, pero sin embargo las buenas tarjetas se terminan confirmando en la parte norte, donde se puede ser más agresivo y crear más oportunidad de birdie.
En algunas zonas se puede observar el Monasterio del Escorial a unos cuatrocientos metros de distancia y a buen seguro se habrá encontrado con la foto de algún amigo en el hoyo 8, pegando su segundo golpe del par 5. Es un entorno realmente agradable para la práctica del golf ya que provoca la sensación de estar jugando en un mundo aparte, alejado de la ciudad por unos 45 kilómetros y cerca de la sierra de Madrid, al pie del Monte Abantos.
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