Hace unos días recibí un mensaje desde la cuenta oficial de twitter del profesional madrileño Gonzalo Fernández-Castaño donde se hacía un llamamiento a reconocer el esfuerzo que desde el European Tour se está realizando para salvar el Seve Trophy, el enfrentamiento bienal entre los combinados continental y de las islas británicas y que entró de hecho en una situación pasmosa tras la renuncia de su patrocinador principal, la multinacional francesa Vivendi, hastiada de los continuos desplantes de la plana mayor del golf a este lado del Atlántico.
Hago esta introducción para poneros en antecedentes de lo que en mi opinión es un punto y aparte en la vertiginosa dinámica autodestructiva en la que se encontraba la única alternativa competente al todopoderoso PGA Tour, y que, desde el inexperto punto de vista de quien esto escribe, era responsabilidad directa de los propios jugadores del Circuito.
En los últimos años se había convertido en costumbre que las principales figuras europeas potenciaran su calendario estadounidense a costa de reducir las de por sí ya contadas apariciones en un Circuito Europeo que veía cómo la falta de nombres se convertía en excusa para que algunos de sus otrora más fiables patrocinadores decidieran poner en duda la inversión en estos tiempos de crisis económica y se dieran cuenta del escaso retorno que obtenían.
¿Qué sentido tenía para multinacionales como Barclays o Deutsche Bank, malgastar un buen puñado de millones de euros en organizar un campeonato en Europa cuando por el mismo precio tenían a Tiger Woods, Phil Mickelson y a una buena cuenta de “secundarios” de lujo con acento inglés, sueco, alemán o español?
¿Qué retorno internacional podían obtener los patrocinadores en un Irish Open donde solo funcionaba el patriotismo de un público ávido de contemplar a sus principales figuras nacionales, pero que adolecía del apellido de algunos primeros espadas foráneos? ¿Para qué arriesgarse a respaldar un Open de España donde ni su mayor exponente garantizaba su presencia cada año?
¿En qué situación quedaba el Circuito Europeo cuando ya ni siquiera era capaz de convencer a sus alumnos más aventajados de que se dejaran caer en las semanas previas al The Open Championship, donde solo la aclimatación a los siempre impredecibles recorridos tipo links debía ser razón más que suficiente? ¿A alguien le ha dado por analizar la lista de entradas de los dos últimos años del Volvo World Match Play Championship, a pesar de ofrecer un primer premio superior al millón de dólares y de celebrarse en la antesala del PGA de Wentworth?
¿Se justificaba el “corre como puedas” de Linde y Mercedes de un German Masters incapaz de mantenerse a flote ante el tsunami de los Playoffs de la FedEx Cup del PGA Tour? ¿Qué se podía esperar del futuro inmediato de un Abierto de Gales una vez superada la fiebre de la Ryder Cup, y con rumores que apuntaban a su cancelación después de la edición del año próximo? Y el campeonato de Gleneagles, ¿hasta cuándo aguantaría el gigante de bebidas espirituosas Diageo la ausencia de las principales figuras continentales?
Y para colmo de males, un conato de incendio se generaba a finales del mes pasado desde dos de los más prestigioso rotativos ingleses, el Daily Mail y el The Telegraph, donde se anunciaba el interés del PGA Tour de aprovechar el momento de debilidad del golf europeo para lanzar una OPA “hostil” y hacerse con el control de la competencia y, de paso, con los derechos de la única gallina de los huevos de oro que no controla, la Ryder Cup.
Permítanme un símil: es como si la Premier League se lanzara a por la conquista de la Bundesliga alemana, o como si la NBA convirtiera al conglomerado de competiciones nacionales y continentales del universo FIBA en una filial con derecho a promoción…
Desmentido por ambas partes, era la última gota que parecía colmar un vaso europeo a punto de resquebrajarse. Afortunadamente, las cosas parecen estar cambiando, y son los propios golfistas continentales (y sudafricanos) los que parecen haberse dado cuenta de que quizás en la infructuosa búsqueda del santo patrocinador se encuentra el éxodo desmedido de algunos de sus más insignes compañeros.
Regreso después de una década a Dinamarca, nueva oportunidad en la boscosa República Checa, reconocimiento del clásico del millón de dólares de Sun City, blindaje de los abiertos nacionales con la presencia obligada de las estrellas de cada país, nuevas cláusulas en los criterios de permanencia en el European Tour (eufemismo de participación en el equipo europeo de la Ryder Cup)… Todas ellas medidas recientes que pretenden contener la huida de talentos y reforzar la salud de un European Tour que debe seguir siendo una alternativa de poder en el panorama del golf mundial.
Permanezcan atentos a Crónica Golf, porque igual este muerto aún sigue muy vivo…
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