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Zona Pro

19 días y 500 noches

Alfonso Martínez | 09 de abril de 2014

Cuando el 11 de abril de 1994 José María Olazábal embocó un monstruoso putt de eagle de doce metros en el hoyo 15 del Augusta National, supo que había conseguido al fin un colchón suficiente como para aguantar las embestidas de un desacertado Tom Lehman, líder al término de la tercera jornada, y serenarse lo suficiente como para poder asimilar el posterior bogey del diecisiete y enfundarse así su primera chaqueta verde.

Los medios de comunicación estadounidenses no eran capaces de salir de su asombro tras asistir, un año más, a una nueva victoria europea en su meca del golf. Los pupilos de Severiano Ballesteros seguían dominando con mano de hierro un The Masters Tournament que entre 1988 y 1994 solo vería un triunfo norteamericano, el de Fred Couples en el olímpico año de 1992; paradójicamente, sin un solo jugador continental en el top ten de la clasificación final. El escocés Sandy Lyle (1988), el inglés Sir Nick Faldo (1989, 1990), el galés Ian Woosnam (1991) y el alemán Bernhard Langer (1993) habían ido minando poco a poco la siempre inquebrantable moral yankee. Y ahora el guipuzcoano José María Olazábal, parecía darles la puntilla. Demasiado para la primera potencia del golf profesional masculino.

De hecho, si rebuscamos en la hemeroteca de un periódico local, el Fort Scott Tribune, y rescatamos su crónica del desenlace final del campeonato, nos toparemos con desgarradores lamentos como:

“The Masters. Another foreign Champion” (…) “It was the sixth time in seven years a non-American walked off with the Championship. It was the 10th victory by a foreign golfer here since Gary Player started the streak in 1978, a streak that includes Seve Ballesteros, Bernhard Langer and Nick Faldo -all of whom won twice- and Sandy Lyle and Ian Woosnam.”

(Traducido: “El Masters. Otro campeón extranjero. Es la sexta vez en siete años que un (golfista) no estadounidense se larga con el Campeonato. Es la décima victoria de un extranjero desde que Gary Player iniciara la racha en 1978, una racha que incluye a Seve Ballesteros, Bernhard Langer y Nick Faldo -todos ellos ganaron dos veces- y Sandy Lyle e Ian Woosnam”)

Sin embargo, lo que nunca podríamos imaginar es que cuando otro 11 de abril, pero de 1999, José María Olazábal saliera ileso de las dentelladas de Greg Norman y Davis Love III y se hiciera con su segunda (y por el momento, última) chaqueta verde, la especial relación del golf europeo con el Masters de Augusta se truncaría en una prolongada sequía, que lejos de las 500 noches de la canción de Joaquín Sabina, dura ya quince pesados años, y donde no es la irrupción de Tiger Woods la única causa achacable, pues desde entonces, y a pesar de él, otros nueve golfistas le han acompañado en este esquivo palmarés.

En el 2000, el fiyiano Vijay Singh (menos diez) se adelantaba trece años al australiano Adam Scott y le daba a Oceanía el primer The Masters en una edición donde los golfistas europeos pasaron completamente desapercibidos. Había que descender hasta la decimonovena posición para encontrarnos con el irlandés Padraig Harrington, el escocés Colin Montgomerie y el francés Jan Van de Velde (más tres).

2001 y 2002 llevaron la rúbrica de un Tiger Woods que se reencontraba así con un torneo donde cuatro años antes estableció la mayor diferencia lograda nunca en la historia profesional de este deporte, los doce impactos con los que avergonzó a un veterano de la talla de su compatriota Tom Kite (US Open de 1992). En esta ocasión los golfistas del viejo continente sí acompañaron al campeonísimo de Cypress en los puestos de privilegio, con Bernhard Langer y Miguel Ángel Jiménez sexto y décimo clasificados, respectivamente, en la edición de 2001; y con un Sergio García que doce meses después sucumbiría en una cuarta jornada donde, eso sí, finalizó entre los diez primeros junto a José María Olazábal, Padraig Harrington y, por segundo año consecutivo, Miguel Ángel Jiménez.

2003 se vería abocado al primer desempate desde la victoria a tres bandas de Nick Faldo ante los estadounidenses Floyd y Huston en 1990. El canadiense Mike Weir se deshacía en un solo hoyo del pobre de Len Mattiace (líder a falta del dieciocho, donde haría bogey). A siete golpes de distancia, Jose Maria Olazábal descansaba en la octava plaza como testigo de excepción.

2004 siempre será recordado, al menos para el bullicioso público estadounidense, como el año donde Phil Mickelson se desprendió del sambenito de “best golfer to never win a major” (mejor golfista sin un grande) tras un apasionante mano a mano con el sudafricano Ernie Els, con putt de victoria de cinco metros incluido. Sergio García completaría un The Masters para enmarcar con una sensacional tarjeta de sesenta y seis golpes, suficiente para auparse al cuarto puesto compartido con un Bernhard Langer que no fue capaz de mantener las buenas sensaciones de la jornada sabatina, al igual que el inglés Paul Casey (sexto).

2005, sin embargo, conservará un año más el sabor agridulce de la última victoria de Tiger Woods en su torneo fetiche, dada su ausencia esta semana por lesión. Dos bogeys para cerrar una ronda de setenta y un impactos permitían a Chris Di Marco forzar un playoff, que eso sí, terminaría perdiendo. El inglés Luke Donald aprovecharía una jornada convulsa para escalar posiciones y situarse tercero.

2006 fue sinónimo del segundo entorchado de Phil Mickelson con José María Olazábal como mejor europeo clasificado en la tercera posición a tres golpes, eagle incluido en el quince. Sin embargo, Miguel Ángel Jiménez nos permitiría soñar con la machada cuando tras tres birdies en los cinco primeros hoyos se situaba colíder a falta de un Amen Corner que nos acabaría despertando del sueño.

En 2007 el inglés Justin Rose se subía en una vertiginosa montaña rusa de bogeys y birdies (parcial de más cuatro en los primeros cuatro hoyos, enjugado con otro parcial de menos cinco al llegar al dieciséis, y nuevamente emborronado con un doble bogey en el diecisiete) para regocijo del estadounidense Zach Johnson, inesperado triunfador en una ronda final de auténtico infarto.

2008 supuso la primera chaqueta verde para el golf sudafricano desde Gary Player en 1978, y todo gracias a un enrachado Trevor Immelman, que de camino firmaba el primer “wire to wire” (victoria de principio a fin) en Augusta desde Severiano Ballesteros en 1980. Padraig Harrington (quinto), Miguel Ángel Jiménez y el sueco Robert Karlsson (octavos) maquillaban otra edición esquiva para el golf europeo.

2009 nos ofreció la paradoja de un ganador de habla hispana en una clasificación final esquilmada de golfistas del viejo continente (el primero, el norirlandés Graeme McDowell, decimoséptimo con menos cuatro). El argentino Ángel Cabrera (menos doce) desataba la locura en las calles de su Córdoba natal después de un tenso desempate con los estadounidenses Kenny Perry y Chad Campbell.

En 2010 el inglés Lee Westwood no aguantaba el ritmo de birdies de Phil Mickelson, que cerraba su triplete tras una inmaculada cuarta jornada con cinco birdies. Otro inglés, Ian Poulter, se asomaba al fin a la zona noble del Masters, en la décima posición. Un año después, era el norirlandés Rory McIroy el que desperdiciaba una renta de cuatro golpes y contemplaba como el sudafricano Charl Schwartzel sobrevivía al arreón final de los australianos Jason Day y Adam Scott a base de birdies. Un apunte, Álvaro Quirós se situaba colíder al término de la primera jornada y un mes después triunfaría en el Open de España en el Real Club de Golf de Sevilla.

Lo sucedido en 2012 podría compararse a una carrera de mil quinientos metros de cualquier campeonato internacional de atletismo. Liebres (europeas) durante los tres primeros días de competición (Lee Westwood, Peter Hanson, Sergio García, Rory McIlroy) y un final mano a mano entre un africano (Louis Oosthuizen) y un estadounidense (Bubba Watson), con victoria como no podría ser menos para el último.

El año pasado, un golfista de la generación de Sergio García (Adam Scott) derrotaba en el desempate a un golfista que habla la misma lengua que Sergio García (Ángel Cabrera), en una edición que comenzó liderando Sergio García, finalmente octavo a seis golpes del australiano.

¿Y en 2014? Con Tiger Woods fuera de juego y Phil Mickelson lejos de su mejor forma el abanico de candidatos se abre y las esperanzas europeas deberían pasar por un dubitativo Henrik Stenson, un agresivo Rory McIlroy y unos serenos Sergio García y Justin Rose. Las estadísticas, una vez más, están para romperlas.

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