Javier Pinedo finaliza con esta columna el relato de sus vivencias en los Masters que ha cubierto. En esta ocasión recuerda emocionado la primera victoria de José María Olazábal en el torneo.
Guardo muchos recuerdos increíbles en mi memoria de tantos Masters vividos in situ, pero si tengo que destacar uno, no lo dudo y elijo el domingo del Masters de 1994, año en el que José María Olazábal iba a enfundarse su primera chaqueta verde. Evidentemente estaba jugando muy bien y todo invitaba al optimismo, pero ganar, y sobre todo tu primer Grande, cuesta mucho.
En el Plus andábamos barajando la posibilidad de dar en directo la jornada. Entonces se conectaba más o menos cuando estaba el último grupo en el hoyo 7, y sólo había tres horas de cobertura. Pero claro, había que «levantar» la película de las 10 de la noche que era intocable para el Plus, aunque los domingos esa película no fuese ni mucho menos la mejor. El caso es que Alfredo Relaño, el entonces director de deportes de Canal+, tuvo que pelear mucho para que los altos jefes dieran luz verde para la retransmisión.
Más o menos nos despertamos con esa noticia y desde el mismo momento en que se tomó la decisión de emitir por vez primera en directo el Masters en Canal+ se puso en marcha toda la maquinaria y se estuvo anunciando no solo en la cadena, en el partido de las 12 y posteriormente en el de la tarde, sino también en la SER y en el Carrusel Deportivo. Pero ni por esas conseguía tranquilizar a Alfredo «Oye, Javier», me decía a cada llamada que me hacía, «Txema aguantará ¿no?»
En Augusta se lo dijimos también a todo el mundo y muchos compañeros ayudaron a publicitar la retransmisión. Cuando se lo dijimos a José Mari, recuerdo que se dibujó una gran sonrisa en su rostro consciente de la importancia de lo que estaba contribuyendo a hacer. Él estaba muy tranquilo, no así Sergio Gómez, su representante y amigo, por razones obvias, ni un servidor, que vivimos los momentos previos a su salida como dos leones enjaulados. Cuando le vimos salir en el tee del uno, Sergio estaba hecho un flan, pese a aparentar tranquilidad, y por mi parte respiré aliviado, pues nada podía hacer más que apoyar al máximo.
Casi corrimos los dos hasta la cabina de retransmisión para poder seguir allí a través del ordenador las andanzas de José Mari, pues por aquel entonces efectivamente no se podía ver más que lo que servía la televisión norteamericana pese a tener cámaras en todos los hoyos. Las llamadas de Madrid fueron muchas y recuerdo especialmente la última que me hizo Alfredo a poco de comenzar el directo, recalcándome que nos estábamos jugando mucho esa noche.
Era mucha presión para retransmitir, y más si miraba a mi lado a Sergio que estaba casi sin uñas. Pero cuando comenzamos la paz nos invadió, seguro que por ver a José María luchando codo a codo con Lehman y porque en nuestro interior teníamos los dos una vocecita que nos decía «tranquis, que esto va a ir muy bien». Y efectivamente nos dedicamos a vibrar con un duelo inolvidable cuyo colofón hay que situarlo en el 15, con ese putt de eagle y el fallo posterior del norteamericano. Aun así, no acababa Sergio de estar tranquilo y bien que lo dejó patente con el segundo tiro de José Mari en el 18. Pero un approach magistral ya nos tranquilizaba y cuando el putt acabo dentro, yo sólo pude proclamar a José María Olazábal ganador del Masters 1994, abrazar a Sergio y salir pitando pues me esperaba la entrevista con el ganador.
En el recorrido en el cochecito hacia la sala de la entrega de la chaqueta estaba de los nervios. Dejaba a Sergio solo a los mandos de la retransmisión y ni él ni yo sabíamos cómo coordinar todo el operativo. Pero mis preocupaciones no acababan ahí. Llegué a la sala de entrevistas y esta estaba atestada de gente que me miraba preguntándose quién era aquel chico. Pese a mis 36 años contribuía a bajar enormemente la media de edad y, además, no tenía la pertinente chaqueta verde. Ni verde ni marrón, la chaqueta y la corbata que llevaba me las acababa de dejar el responsable de las televisiones del Augusta National. Y las preguntas fueron todavía más numerosas cuando José Mari entró por la puerta y, al verme y sin saludar a nadie, se fundió en un abrazo conmigo que todavía hoy me pone los pelos de punta al recordarlo.
La imagen era impresionante para mí, pues tenía al ganador del Masters de 1994 llorando en mi hombro, y haciéndome llorar evidentemente, y a la gente, Jim Nantz entre ellos, mirándome con ojos como platos sin entender nada de lo que pasaba. Fueron minutos que me parecieron siglos, pues el nudo en la garganta era como mínimo cuádruple, y cuando José Mari se separó para atender a todo el ceremonial, me llamó mucho la atención lo rápido que recuperó su presencia de espíritu, pues me metió en el bolsillo la bola que le había permitido ganar el Masters en esta última jornada y me dijo «guárdamela».
Se metió en la sala contigua, el set de entrevistas, para la entrega de la chaqueta verde, y mientras yo preguntándome qué estaría haciendo el pobre Sergio. ¡Qué marrón le había endosado! Luego la entrevista que fue vista en muchos zappings en España, la devolución de la bola a José Mari y el regreso a la cabina donde me esperaba Sergio para contarme que había entrado en directo Emma Villacieros, la presidenta de la Federación Española y poco más, pues quería ir corriendo a abrazarse con su amigo.
Nos veríamos luego en la celebración de la victoria en su casa, donde volví a tener otro momento inolvidable. Estaba con Sergio fumando un pitillo en el capó de su coche cuando apareció José María, que venía de la cena del campeón, y estuvimos un rato los tres fuera sin decir nada, pero la felicidad se podía cortar con un hilo. Un momento muy íntimo e inolvidable. Luego le comentamos un poco la retransmisión y lo mucho que sufrimos, todas las llamadas de Madrid y él preguntaba una y otra vez si efectivamente lo habíamos dado en directo. Sí, lo dimos en directo y con una audiencia bestial, pues superó con creces al estreno del viernes por la noche, Arma Letal 2, consiguiendo un registro para la época que solo los grandes estrenos de cine o un Madrid-Barcelona lograban. Definitivamente fue un Masters redondo.
Entregas anteriores
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Augusta asesinado
Javier Pinedo es la voz del golf en nuestro país. Este periodista especializado atesora un currículum inigualable y lleva en el «zurrón» innumerables majors, Ryder Cups y competiciones de primer nivel. Gracias a su experiencia y conocimientos, se ha convertido en una referencia ineludible tanto en las retransmisiones televisivas de Canal+ Golf como en su columna mensual en la revista Golf Digest. Esta semana Javier Pinedo nos acompañará con una serie de artículos acerca de sus recuerdos y vivencias asociados al Masters de Augusta.
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