De momento, las frases afiladas y el vocabulario grandilocuente se guarda en un cajón por parte de ambos equipos en esta edición de la Ryder Cup. Hay suficientes y cercanas razones para no tirar cohetes ni hacer apresuradas lecturas de lo que pueda ocurrir en Escocia esta semana, pero con todo siempre hay declaraciones interesantes a las que poder sacar su jugo.
En primer lugar al capitán estadounidense, Tom Watson, que sí ponía el acento en Poulter y McIlroy como los hombres importantes del equipo europeo, señalaba a Bubba Watson “como el hombre al que seguramente todos querrían batir”.
Algo que no compartía el propio Bubba que, entre risas, se quitaba presión señalando que Tom Watson “pone toda la atención sobre mí porque sabe que los realmente importantes son los otros”.
Al contrario que en muchas otras ocasiones, los americanos se ven en el papel de menos favorito pero con el depósito de combustible lleno de revancha después de lo ocurrido en Medinah. Como señaló el capitán estadounidense, “muchos de los que hay aquí perdieron en Medinah hace dos años y este es el momento de enmendar aquello”.
Hunter Mahan ya habló de redención y en Gleneagles intentaba dar con la clave para ganar a los europeos: “Tenemos que confíar en nuestras habilidades. Somos lo suficientemente buenos para ganar. Solo tenemos que seguir creyendo en ello”.
Una apuesta por las habilidades individuales que choca con la idea de conjunto que señalaba Thomas Björn como el factor definitivo entre la escuadra europea: “Cada uno de nosotros cree en nuestros compañeros. Doce se convierten en uno. Permanecemos juntos pase lo que pase a lo largo de la semana. Queremos pasarlo bien y seguir manteniendo la chispa, y nunca subestimamos a los contrarios”.
Quizás por ello el capitán del equipo europeo, Paul McGinley, se acercó durante la temporada a uno de los debutantes este año, el hiératico y tímido francés Victor Dubuisson. Aunque “no todos pueden ser Ian Poulter”, como señalaba McGinley, “es un reto por diferentes razones, pero he hecho mi trabajo, le he conocido y me gusta. Tiene carisma, clase, aspecto de actor de Hollywood. Hay algo especial en él y me gusta que sea diferente”.
Algo en lo que coincide uno de los pesos pesados del equipo, Graeme McDowell, que asegura que su “actitud calmada y su personalidad pueden ser confundidas con cierta intimidación o nerviosismo, pero he estado mucho con él durante los últimos meses y es un gran tipo”.
Por su parte, el propio Dubuisson, cuando le comparan con un joven Ballesteros, declara que “he visto muchas veces a Seve en grabaciones y cuando dicen que mis golpes se parecen a los suyos me emociono mucho”, sacando su parte más personal, al igual que cuando explica que en esta Ryder, cuando sale a entrenar a las 8:30 de la mañana “hace mucho frío y ya hay unas 500 personas esperando en el driving range. Lo menos que puedes hacer es devolverles ese cariño”.
Otro de los debutantes en la competición, Jordan Spieth, recordaba “algunos de los golpes” que dio en la Junior Ryder Cup que se jugó en Gleneagles hace cuatro años, aunque reconoce que los tees están situados diferentes y el rough es más alto. Acerca de si podría ayudarle lo del 2010 en esta Ryder, Spieth contestaba que “si hubiese sido el año pasado quizás, pero fue hace cuatro años y es complicado”, eso sí, tenía clara la diferencia entre los dos eventos: “tenemos un bar lleno para nosotros”.
Alguna diferencia más debe de haber pero de momento las cosas no se han disparado y los resultados no dejan a nadie en evidencia. Veremos si a lo largo de la competición los licores son realmente la única diferencia.
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